
Hace algunos años, cuando una persona necesitaba a otra, la llamaba por vía telefónica sin pensar que esto supondría una molestia. Sin embargo, las convenciones sociales están cambiando y los más jóvenes parecen haber desarrollado un grado de aversión a las llamadas, prefiriendo otros métodos de comunicación.
El término ‘telefobia’ describe el miedo irracional a hablar por teléfono. Este fenómeno, presente en muchos jóvenes nacidos entre 1990 y 2010, ha llamado la atención por tratarse de un comportamiento que cuestiona las formas de interacción social desde los dispositivos electrónicos.
Según la doctora Silvia Ongini, psiquiatra infanto-juvenil del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, se trata de un temor exagerado que puede estar asociado a un sentimiento de inseguridad o ansiedad ante la interacción verbal en tiempo real.
“Quien padece esta fobia teme no ser competente, decir algo incorrecto o ser juzgado por sus respuestas”, explicó la especialista a Infobae.

Este miedo se vincula a una aversión hacia las interacciones que no permiten espacio para la corrección o la reflexión antes de responder, algo que no ocurre con los mensajes de texto, donde es posible corregir o editar una respuesta antes de enviarla.
Para comprender cómo la telefobia ha afectado a los jóvenes de la Generación Z, es importante observar la evolución de los métodos de comunicación. A lo largo de los años, los avances tecnológicos han transformado la manera en que las personas interactúan. “Desde que surgió el teléfono, las modalidades de comunicación han cambiado, y las generaciones más jóvenes, como la Z, se han adaptado a nuevas formas de contacto”, señala Ongini.
Asimismo, la doctora Cynthia Dunovits, especialista en salud mental, contextualiza la telefobia dentro de un fenómeno más amplio de ansiedad social. Este trastorno, el más común en los jóvenes, está relacionado con el temor a ser evaluado negativamente o rechazado en situaciones sociales.

Según la Asociación de Ansiedad y Depresión de América, los síntomas incluyen nerviosismo, taquicardia, sudoración y la tendencia a evitar situaciones sociales, como las llamadas telefónicas. Dunovits subraya que la telefobia puede ser vista como una variante de este trastorno, exacerbada por el auge de la comunicación virtual.
Por qué los jóvenes evitan las llamadas
Los jóvenes de la Generación Z, quienes crecieron en un entorno saturado de redes sociales y mensajería instantánea, han aprendido a comunicarse de maneras que les permiten controlar su imagen y las interacciones. El temor al juicio o al rechazo puede ser tan fuerte que prefieren evitar la espontaneidad de una llamada telefónica y optan por los mensajes escritos.
Según una encuesta realizada por Uswitch en el Reino Unido, un 61% de los jóvenes de entre 18 y 34 años prefieren enviar mensajes de texto en lugar de hablar por teléfono. Además, un 23% admitió que nunca respondía a una llamada.
Este fenómeno no se limita al Reino Unido. La Encuesta Global Generación Z 2022, realizada por McKinsey Health Institute, reveló que el 50% de los jóvenes busca ayuda para enfrentar problemas de salud mental, incluyendo ansiedad y depresión, trastornos que pueden estar estrechamente relacionados con la telefobia.

Los afectados pueden experimentar ansiedad o pánico cuando suena el teléfono, evitar hacer o recibir llamadas, y sentir un elevado nivel de estrés ante la obligación de hablar por teléfono. Otros síntomas comunes incluyen balbucear o emitir respuestas cortas y titubeantes durante la conversación. En casos más extremos, se pueden presentar palpitaciones o mareos.
A menudo, quienes padecen telefobia repasan mentalmente las conversaciones posteriores y se sienten incómodos con lo que dijeron o no dijeron. Este ciclo de autocrítica puede intensificar los síntomas de la fobia y afectar la autoestima de los jóvenes.
Según Dunovits, el fenómeno está influenciado por los cambios socioculturales en los que los jóvenes han crecido, como el auge de las redes sociales y la pandemia. “Los adolescentes de hoy han desarrollado su identidad en un contexto de aislamiento social y sobreexposición virtual”, comenta. Esto ha reducido las oportunidades para las interacciones cara a cara, que son esenciales para el desarrollo de habilidades sociales y emocionales.

Por su parte, Ongini destaca que el exceso de tiempo frente a las pantallas contribuye a la falta de habilidades para comunicarse de forma presencial, donde las emociones y las inflexiones de la voz juegan un papel importante en la comprensión mutua. “Las comunicaciones virtuales no ofrecen los matices y componentes afectivos que permiten una comunicación más rica”, concluye.
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