El ritmo de la música despierta movimientos espontáneos en el cuerpo. Escuchar una canción puede llevar a seguirla con el pie, las manos o un simple cabeceo.
Pero la inteligencia artificial permite llevar este concepto un paso más para propone algo innovador y desafiante. ¿Cómo impacta esta tecnología en la industria creativa?
La empresa Yamaha llevó adelante un proyectos artístico que busca fusionar la inteligencia artificial con el arte. La iniciativa se presentó, en 2017, en un concierto en Tokio, de la mano del bailarín Kaiji Moriyama, acompañado por el Conjunto Scharoun de la Orquesta Filarmónica de Berlín.

Tal como se explica en el video, la acción de los brazos y piernas del bailarín son captados por los sensores corporales y esos movimientos se traducen, en tiempo real, en pulsaciones de teclas de piano para así formar una melodía.
No es el único caso de este tipo, aunque sigue sorprendiendo por el despliegue que se vio en escena. Se han hecho otros experimentos que van en esta misma línea, como los que llevó adelante el emprendedor israelí Matan Berkowitz, a través de su empresa Shift.
El creador estuvo de visita en Infobae y contó sobre algunas de las experiencias que hizo que permiten traducir los movimientos, los latidos del corazón y las ondas cerebrales en música. Todo a partir de sensores que se conectan a una PC que decodifica esos ritmos corporales y los transforma en melodía.
Estos son ejemplos donde hay una fusión entre los humanos y la tecnología, pero hay muchos otros proyectos donde la inteligencia artificial funciona con autonomía y crea sus propias melodías.
En este sentido, se puede nombrar, por ejemplo, el proyecto Magenta. Se trata de un concepto open source generada por investigadores de Brain, que es parte de Google.
Ellos trabajan en el desarrollo de algoritmos de aprendizaje para generar canciones, imágenes y dibujos, entre otras tantas obras. Para esto emplean Tensor Flow.
El proyecto tiene dos objetivos. Por un lado, explorar las posibilidades artísticas de la inteligencia artificial, y por el otro crear una red de artistas e investigadores que trabajen en equipo.
Sony, por su parte, a través de su laboratorio de investigación desarrolló un programa de inteligencia artificial que dio a luz un tema que emula el estilo de los Beatles en 2016. Y se convirtió así en uno de los precursores en crear sistemas capaces de crear, algo que hasta hace unos años parecía ser una atributo exclusivo de los humanos.
Más sorprendente aún es el caso de Aiva, el primer robot en ser reconocido oficialmente como compositor. Se trata de una plataforma, desarrollada por el francés Pierre Barreau, que está basada en aprendizaje profundo. El sistema de inteligencia artificial tiene derechos de autor y puede registrar sus producciones.
Entonces, ¿hacia dónde va la industria de la música? Tal como se ve, la fusión entre el poder creativo de los humanos y la inteligencia artificial ya es una realidad. Los algoritmos, sensores y diferentes sistemas intervienen en mayor o menor medida en los procesos artísticos. Y los resultados son, cuanto menos, sorprendentes.
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