Corría el año 1994. Y Gustavo Bermúdez estaba en su pico máximo de popularidad. De hecho, las telenovelas que había protagonizado junto a Andrea del Boca se consumían como pan caliente en los lugares más remotos del planeta. Así que las mujeres del mundo entero suspiraban por él. Pero había una en particular que se había enamorado perdidamente del galán argentino y que, por lo visto, estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviera a su alcance para conquistarlo: la princesa árabe Mashael.
“Quería que viajara para allá”, recuerda el actor en diálogo con Infobae. Pasaron ya tres décadas de ese episodio que, hoy, puede contarse como una anécdota divertida. Sin embargo, en aquel momento, que una de las cuatro hijas del poderoso rey Fahd de Arabia Saudita hubiera posado sus ojos en él al punto de obsesionarse, era un asunto de temer. Y, por lo tanto, sabía que tenía que manejarse con suma cautela.
Después de haber protagonizado Celeste, en 1991, Bermúdez repitió la dupla con del Boca en Antonella, tira que se grabó al año siguiente. Y que, tiempo más tarde, se vendió a más de 70 países y se convirtió en un suceso en la televisión árabe, donde fue presentada con el título de Amor hasta la eternidad. Así fue como Mashael conoció, pantalla mediante, a Gustavo. Y quiso que él se convirtiera en su galán, pero en la vida real.

Para entonces, el argentino ya había protagonizado Celeste siempre Celeste, también con Andrea, y había comenzado a grabar Nano, una de las telenovelas más recordadas de su carrera, junto a Araceli González. Pero un llamado lo descolocó. Era la princesa que, luego de conseguir su número telefónico y con un traductor mediante, lo invitaba a visitarla en su país.
Gentilmente, Bermúdez le explicó que no estaba interesado en conocerla. Que estaba felizmente casado con su esposa de entonces, Andrea González, con quien ya había tenido a su primera hija, Camila, nacida en 1991. Y que, además, estaba con mucho trabajo como para aceptar su convite. Pero Mashael no estaba dispuesta a darse por vencida tan fácilmente. Así que empezó a llamarlo con insistencia, le gastó el rollo de papel de fax de su casa con cartas románticas, le sugirió la posibilidad de encontrarse en un punto intermedio como Marbella, España, para hacer su viaje menos agobiante y hasta le ofreció mandarle un avión privado para así poder concretar un encuentro.
¿Si se sintió acosado o si le dio un poco de miedo? “Al principio sí, es otra cultura”, dice Gustavo, que no puede ni siquiera imaginar lo que habría pasado si hubiera aceptado la propuesta de la princesa. Lo cierto es que Mashael, hija de uno de los tres hombres más ricos del mundo, utilizó todas las herramientas que tenía a su alcance para tratar de seducir al actor: desde mandarle fotos destacando su larga cabellera negra hasta ofrecerle trabajo en su país. Pero no tuvo suerte.

Finalmente, la princesa tuvo que resignarse y terminar con su asedio. “Se fue diluyendo ante mi negativa. Duró unos meses”, cuenta el actor, quien sin lugar a dudas se sintió aliviado cuando se terminaron los llamados. Sin embargo, su éxito en territorio saudí seguía siendo arrasador. Así que, en 1995, en Canal 13 le propusieron repetir la dupla junto a Araceli para protagonizar Sheik, una telenovela inspirada en la fascinación que el galán había despertado en Mashael.
Al principio, Bermúdez no estaba muy de acuerdo con la propuesta, pero finalmente la aceptó. La historia, que tuvo más repercusión en el exterior que en Argentina, se dividía en dos partes. En la primera, situada en 1966, se mostraba como Gamal, el sheik de Sajar, se enamoraba perdidamente de Virginia, la hija feminista del cónsul argentino de su país, pero no podía concretar su relación ya que era obligado a casarse con la princesa Nadia de Afganistán, encarnada por Nora Zinski, para continuar la sucesión de su familia. Y en la segunda, se reflejaba como años más tarde los hijos que uno y otro habían tenido por separado, Gabriel y Ana, se reencontraban en Buenos Aires dándole rienda suelta a su pasión.
Las escenas que recreaban los paisajes de Arabia Saudita habían sido grabadas en la provincia de San Juan y no en los pagos de la princesa, como ella hubiera querido. Pero Gustavo tuvo que lucir la típica túnica larga (thobe) con el pañuelo en la cabeza (ghutra) que usan los hombres de ese país. Y, seguramente, esto debe haber generado que Mashael siguiera soñando con sus besos, aunque ya sin intentar ningún tipo de acercamiento.

En 1996, Bermúdez se unió a Héctor Alterio para protagonizar Alén, luz de luna, telenovela que se grabó en San Martín de los Andes y que, de alguna manera, terminaría influyendo en su futuro personal. Y es que, tras largos meses viviendo ahí, el actor entendió que ese podría ser un buen sitio para instalarse en familia en algún momento. Así que, aunque siguió protagonizando novelas como Alas, poder y pasión, que encabezó con Paola Krum en 1998, cuando en el 2000 llegó al mundo Manuela, su segunda hija, comenzó a planear su retiro temporario.
En 2002, repitió su dupla con Araceli en 1000 millones, en 2005 encabezó El patrón de la vereda con Camila Bordonaba y, entre 2006 y 2007, tuvo participaciones esporádicas en Sos mi vida, la telenovela protagonizada por Natalia Oreiro y Facundo Arana, en la que hacía de contrafigura. Pero, después, el actor se fue a vivir al sur y desapareció de la escena mediática durante varios años, dejando en vilo a sus fanáticas y fanáticos.
Fue recién cuando se separó de la madre de sus hijas, en 2011, que Bermúdez comenzó a barajar la posibilidad de regresar a los medios. En 2014, volvió a asumir un protagónico junto a Ana María Orozco en Somos familia. Luego, con su amigo Adrián Suar, formó parte de El host, en 2018, y Los protectores, en 2022 y 2023. Y, en todo este tiempo, solo se le conoció un noviazgo con Verónica Varano, aunque fueron contadas las veces que se dejó ver en público con ella. La princesa Mashael, en tanto, nunca más volvió a contactarlo.
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