Poco después de la salida de Egipto, cuando el pueblo de Israel se convirtió en un pueblo libre al terminar con el yugo de la esclavitud, a la espera de que Moisés bajara del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley que contendrían los diez mandamientos, las personas pecaron: Moisés no bajaba y construyeron un becerro de oro para adorar. Cuando finalmente descendió con las primeras leyes y los vio, encolerizado, rompió las Tablas. Luego volvió a subir la montaña a pedirle a Dios que los perdonara. Después de estar nuevamente 40 días allí obtuvo el perdón divino; aunque él sería castigado muriendo antes de llegar a la tierra de Israel por haberlas roto. El día en que Moisés bajó, el décimo del mes de Tishrei, sería conocido como el Día de la Expiación: Iom Kipur.
“Se refiere al perdón que otorga Dios, que regala Dios en este día. El perdón de Dios está cuando la persona se corrige y se mejora. Y cuando la persona hace un giro hacia el bien, hacia lo correcto, hacia lo que Dios manda, hacia lo sagrado, la persona gira a su verdadero ser. Por eso es retorno, teshuvá. Retorno a la esencia de uno y la esencia de uno está conectada con el retorno a Dios, la esencia de toda la existencia", explica el rabino Tzvi Grunblatt, director de la fundación Jabad Lubavitch Argentina.

El Día del Perdón es el más sagrado del año para la comunidad judía. Es ese momento en el que todo se pone en pausa y las personas se disponen a mirar para adentro y hacer un balance de las buenas y malas acciones realizadas durante el año que llegó a su fin y pedir perdón ante sus pares y ante Dios. Para entregarse a la reflexión y la introspección se practica un ayuno completo: un vaciamiento total que busca la depuración para ingresar libres de pecado al nuevo ciclo. Durante ese día y al finalizar la jornada las personas se saludan deseándose: “Jatimá tová”, “que seas inscripto y sellado en el libro de la vida”.
“En Iom Kipur se alcanza un nivel de perdón como si nunca se hubiera pecado, como si nunca se hubiera uno equivocado. No es que simplemente se equivocó y ahora lo perdonamos. Se alcanza un nivel de pureza mayor", enfatiza el rabino Grunblatt.

“Este día tiene la precondición de que la persona se corrija a sí misma”, resalta el rabino, pero además, explica, “tiene los mandatos del propio día de Iom Kipur”.
Grunblatt se refiere a las costumbres que se deben practicar durante esa jornada de reflexión y entrega. La principal y más conocida es el ayuno: durante veintiséis horas —este año desde las 6:55 de la tarde del miércoles uno hasta las 7:36 de la tarde del jueves dos— las personas de la comunidad judía que respeten esta fecha (a partir de los 12 años, las mujeres, y a partir de los 13, los varones) deben hacer un ayuno absoluto que implica no comer ni beber ni bañarse o lavarse los dientes. Si las personas padecen alguna condición de salud que imposibilite el ayuno total deben consultar con un médico o con un rabino las recomendaciones en cada caso.
Otra de las tradiciones indica que no se puede usar calzado de cuero. Tampoco maquillarse. Se acostumbra a vestir de blanco como parte del proceso de purificación.
“Iom Kipur es un día de abstinencia absoluta en todo”, dice Grunblatt, un momento de reflexión en el que las personas se confiesan, reconocen sus errores, se disculpan e intentan ser mejores.

El Día del Perdón abre con Kol Nidré, que se recita antes de que caiga el sol: con ese rezo se pide que se eximan los compromisos que no pudieron cumplirse. Y culmina con el sonido del shofar —“que recuerda el que se tocaba en el Jubileo cuando quedaban libres todos los esclavos”— y con el rezo de Neilá, las oraciones finales de arrepentimiento. Este es uno de los ritos más importantes del día: marca el fin del ayuno y la oración.
Al finalizar Iom Kipur las familias y miembros de la comunidad se reúnen a cenar: “La cena festiva no es solamente porque uno viene de haber ayunado un día. La cena festiva es por la felicidad de tener el borrón y cuenta nueva y empezar el año totalmente limpios”. “En Iom Kipur se sella el destino de cada uno en la jatimá, el sello; escribir en el libro de la vida en Rosh Hashaná se sella en Iom Kipur, por eso saludamos ‘Jatimá tová’ y ‘Gmar jatimá tová’: que sea un sello y un sello total para bien, para cada uno y para el mundo entero".
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