“Un gravísimo error, una cagada tremenda”. Así definió el padre Carlos Mugica al asesinato del líder sindical José Ignacio Rucci, ocurrido el 25 de septiembre de 1973, apenas dos días después de que el general Juan Domingo Perón, recién vuelto al país luego de un larguísimo exilio, ganara nuevamente las elecciones presidenciales con más del 61 por ciento de los votos y en primera vuelta.
El asesinato del secretario general de la CGT enfrentó duramente al padre Mugica y los montoneros, en especial con sus ex discípulos de la Acción Católica, entre ellos Mario Firmenich, jefe de ese poderoso grupo guerrillero.
“Le quitaron al pueblo la alegría de experimentar a Perón presidente dos días después de haber sido elegido y en este momento hay un barullo tremendo de esta burocracia montonera, la nueva burocracia”, señaló el cura en una charla con jóvenes en Chivilcoy, cuyo audio se conserva parcialmente gracias al aporte de Jorge Rulli, un legendario militante fallecido el año pasado.

“Y para mí, muchos de los guerrilleros tampoco son pueblo. Son pequeño burgueses intelectuales que aprenden la revolución en un libro, y no en la realidad. ¡Juegan con el pueblo! Estos errores son producto de un ensoberbecimiento aristocrático de la guerrilla que la caracteriza como guerrilla antipueblo”, agregó.
El sacerdote era amigo de Rucci y de otros jefes sindicales, como el titular de la Unión Obrera Metalúrgica, Lorenzo Miguel. Tanto Rucci como Miguel eran metalúrgicos y pertenecían al gremio más importante de la época.
Mugica no dudó de quiénes habían sido los autores de la emboscada más allá de que Montoneros nunca reconoció el hecho, y reiteró su visión sobre la lucha armada: “Creo que la guerrilla tiene pleno sentido durante la dictadura militar y ningún sentido durante el gobierno constitucional. No tienen que actuar como organizaciones armadas. ¡En este momento, para nada las armas!”.
En realidad, la autoría del asesinato de Rucci permaneció en la confusión durante décadas hasta que en 2008 publiqué el libro “Operación Traviata”, que prontamente reabrió la causa judicial sobre el crimen.
Pero, Mugica nunca dudó sobre quiénes habían sido los autores y, más importante, lo dijo en público, valientemente.

Además de que apreciaba a Rucci, el cura transmitía el realismo político de Perón hasta en las consecuencias económicas de la actividad guerrillera: “Por un operativo para liquidar a la Ford, veinticinco tipos de la empresa se están por ir del país. Y, en este momento, ¿beneficia al país que las compañías extranjeras tengan grandes dificultades para invertir capitales? Eso revela infantilismo político. Porque si acá no vienen los capitales extranjeros nos vamos a la mierda. ¡Ah, pero no hay que aceptar los capitales extranjeros!, dirá alguno. ¡Pero ése pisa Marte! La realidad es que Mao se entrevista con Nixon, ¿no es cierto?”.
Federico Lanusse, uno de sus jóvenes colaborador en la villa de Retiro, recordó que el enfrentamiento de la cúpula de Montoneros con Perón “lo ponía muy frenético; no lo podía entender. Varios habían sido discípulos suyos, además. Pero, el enojo se hizo más fuerte cuando Montoneros mató a Rucci. Eso fue tremendo para él, que tenía un carácter muy fuerte”.

Animados por Mugica y Jorge Vernazza, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo de la Capital Federal lanzó un comunicado de prensa que afirmaba que “los grupos que pretenden arrogarse una representación popular para perpetrar actos violentos no solo se oponen gravemente a la ley de Dios, sino que, además, desprecian a un pueblo que ha manifestado claramente su voluntad”.
A partir de ese asesinato, rebautizado Operación Traviata por los propios guerrilleros, la relación entre el padre Mugica y los montoneros fue de mal en peor.
En ese sentido, Mugica promovió la principal división de Montoneros con el surgimiento de la Juventud Peronista Lealtad a Perón, la JP Lealtad, y se convirtió en el principal defensor de Perón en la lucha salvaje que lo enfrentó con la guerrilla por el control del peronismo, el gobierno y el país.
Mugica, una de las personas más conocidas de la Argentina por su impresionante atractivo mediático, ya estaba enemistado con José López Rega, ministro de Bienestar Social, secretario privado del presidente Perón y vértice de los grupos armados de derecha.
Aterrorizado por las amenazas de muerte, el sacerdote fue acribillado el 11 de mayo de 1974 en la vereda de la iglesia de San Francisco Solano, en el barrio porteño de Villa Luro, cuando se retiraba luego de haber dado la misa vespertina.
*Periodista y escritor, extraído de su último libro “Padre Mugica”
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