
A pocos días de las inundaciones en La Plata, Abel Farfán se vio obligado a empezar de nuevo. Puso el colchón mojado al sol y miró sus alrededores para ver cuáles cosas de valor eran salvables y cuáles terminarían en la basura.
Ya de por sí no tenía muchas pertenencias. Se había comprado un lote modesto en Los Hornos hacía poco, y ahí decidió construir una pequeña casa para él, su pareja y su hija de dos años. Empezó por su ropa. Sabiendo que necesitaba caminar varias cuadras y llenar recipientes con agua potable para poder lavarla, Farfán determinó que la mayoría de la ropa que tenía, completamente embarrada por la tormenta, tendría que ser reemplazada. Lo mismo con sus frazadas y su ropa de cama. Sus documentos más importantes, como su partida de nacimiento, prácticamente se desintegraron con la lluvia.
“Teníamos cosas recién compradas,” dijo Farfán, de 29 años. “Ver todo el sacrificio que uno hace para tener las cosas, ver todo perdido de vuelta y volver a comenzar, no tiene sentido.”
Pero no fue la primera vez que tuvo que comenzar de nuevo. Le pasó también el 2 de abril de 2013, cuando La Plata recibió una lluvia torrencial que acumuló casi 400 milímetros en menos de cuatro horas. En su momento también vivía en Los Hornos, pero alquilaba una casa a tres cuadras de un arroyo. En esa ocasión, el agua le llegó hasta la cintura. Ahí perdió su lavarropas, secarropas, televisor, y ventilador. No pensó que se volvería a encontrar en una situación casi idéntica diez años más tarde.
“Ahora tenemos que pensar en seguir adelante y tratar de mejorar”, agregó.
Farfán fue una de 1.300 personas afectadas por las lluvias del jueves pasado, que acumularon 130 milímetros de agua en diez horas. Los Hornos, una localidad con más de 100.000 habitantes y uno de los barrios más poblados de La Plata, ha visto un incremento significativo en la cantidad de asentamientos informales que se han ido consolidado en los últimos años. Los vecinos viven en condiciones precarias y construyen casas sobre suelo sin pavimentar, cuya tierra impide el escurrimiento apropiado del agua. Como resultado, varios días después de las lluvias torrenciales, grandes charcos de agua persisten, y la tierra desnivelada generada por las inundaciones impide el tránsito normal.
De una ciudad planificada a una ciudad inundable
Originalmente, la ciudad de La Plata fue diseñada antes de ser habitada. Previo a su fundación en 1882, la ciudad fue delineada en un cuadrado perfecto de cinco kilómetros de lado, con diagonales atravesándolo y con un eje cívico perpendicular al Río de la Plata que conecta edificios públicos relevantes y zonas verdes que aparecen cada seis cuadras. Desde 1927, se fueron trazando otros pueblos en las cercanías de la ciudad.
A diferencia de su planificación original, la extensión de estos núcleos urbanos y las subdivisiones en la periferia del cuadrado histórico de la ciudad no fue, en gran medida, ni planificada ni acompañada por obras de infraestructura y servicios acorde a las necesidades de la creciente población. Además, en muchos casos, esa expansión se realizaba sobre las planicies de inundación de los diez arroyos que atraviesan el partido, cuyas cuencas nacen y se desarrollan dentro de su territorio.

La lógica de ocupación urbana que se aplicó no respetó el funcionamiento hidrológico de las cuencas. En cambio, muchos de los arroyos del partido de La Plata fueron rectificados y ensanchados y, en algunos casos, las llanuras de inundación o el espacio que funciona como territorio de ensanchamiento de su cauce fueron ocupados. Es por esto que, hoy en día, los barrios en las afueras de la ciudad de La Plata como Los Hornos, Villa Elvira, y Altos de San Lorenzo sufren inundaciones tras lluvias de alta intensidad.
Infraestructura necesaria y prevención
Cuando la expansión urbana y la planificación del uso del suelo no se realizan en forma conjunta, se produce el crecimiento desorganizado de las superficies impermeables, como por ejemplo, calles de asfalto. Ello genera la consecuente falta de espacios para el escurrimiento, como patios, plazas con vegetación, y lugares verdes que puedan absorber dicha agua. Estas formas irregulares de ocupación de suelo terminan afectando el ciclo hidrológico normal que se necesita para mitigar los altos niveles de agua que producen las lluvias torrenciales.
“Esto se va a volver a repetir”, aseguró Pablo Romanazzi, ingeniero hidráulico y profesor titular del área de hidrología en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). “Siempre puede venir una tormenta que supere todo lo registrado.”
El cambio climático que se ve hoy en día incrementa aún más las posibilidades de que se repita una tormenta de alta magnitud. La tendencia hacia el calentamiento global trae aparejado mayores temperaturas que hacen que exista mayor vapor de agua en el ambiente. Como consecuencia, incrementa la posibilidad de precipitaciones intensas.
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Actualmente, la UNLP y la Municipalidad de La Plata tienen firmado un proyecto en conjunto llamado el Plan de Reducción del Riesgo por Inundaciones en todo el partido de La Plata. El objetivo de este plan es producir tres productos básicos: un manual de orientación para los responsables de organizar el territorio, protocolos barriales de cómo actuar a la hora de recibir una alerta y, por último, un plan de reducción de riesgo.
En la ciudad de La Plata llueve un promedio de 100 días al año, con tormentas que duran aproximadamente entre 5 y 10 minutos, de acuerdo al manual que acompaña el Plan de Reducción de Riesgo por Inundaciones de la UNLP. En el año 2002 y 2008 se produjeron tormentas severas donde se registraron lluvias aproximadamente de 80 minutos, con una precipitación de 75 mm/h en forma constante. Este tipo de fenómeno, a la par con la ocupación no planificada del territorio, las distintas formas de habitarlo y las diversas maneras de uso del suelo y del agua, se convierte en las tormentas que nos inundan.
“En el día de hoy se están sacando los protocolos barriales,” agregó Romanazzi. “Van a venir dos productos más, que son la señalización inteligente en toda la ciudad y la orientación hacia todos los vecinos de cómo manejarse en tiempo real cuando está sucediendo una tormenta extraordinaria en La Plata”.
Tras las inundaciones del 2 de abril de 2013 donde murieron 89 personas, la presidenta de turno, Cristina Kirchner, inició en 2014 una serie de obras de saneamiento de las dos cuencas principales de La Plata: el arroyo Del Gato y el arroyo Maldonado. Estos dos arroyos se desbordaron en su momento y en sus alrededores fue donde más daño se generó. En los distintos gobiernos que siguieron se fueron implementando nuevas obras hidráulicas para mitigar el impacto de fuertes lluvias.

“Hoy tenemos obras de pluviales en ejecución por casi 8 mil millones de pesos y tenemos casi 900 millones de limpieza de cauce con doce cooperativas”, aseguró Guillermo Jelinski, Subsecretario de Recursos Hídricos de la Provincia de Buenos Aires. “Las obras hidráulicas de este estilo son muy grandes y no duran menos de un año de ejecución”.
De todos modos, estas obras hidráulicas que se implementan son exclusivamente pensadas para lluvias normales. En el caso de tormentas severas como la de la semana pasada o la del 2013, estas obras solamente sirven para mitigar el impacto, pero no son diseñadas para prevenir inundaciones por completo.
“No se construyen obras hidráulicas para contener lluvias de esa magnitud, serían muy invasivas para cualquier ciudad”, señaló Jelinski. “Solo serviría una o dos veces, cuando se producen lluvias extraordinarias. Con el cambio climático esa obra se puede volver a ver superada”.
Jelinski y Romanazzi coincidieron en un punto muy concreto: las obras hidráulicas pueden amortizar el impacto de estos fenómenos catastróficos, pero no son por sí solas la solución. Ambos enfatizaron la necesidad de un abordaje integral que aporta a la toma de conciencia y de responsabilidad de vivir en un lugar inundable.
“Prevención es conocimiento de en qué situación me encuentro y también qué hacer en el momento de una emergencia,” dijo Romanazzi. “Es un tema que vamos a tener siempre con nosotros y hay que dirigir los esfuerzos y las partidas presupuestarias para que estos sean programas permanentes de reducción de riesgo.”
Otro factor a tener en cuenta es el mantenimiento de las obras hidráulicas que, en muchos casos, se ven tapadas con residuos.
“Si la boca de la tormenta está tapada y el agua no entra al conducto, no me sirve de nada. Es uno de los grandes problemas que tenemos en los municipios que nos afectan los sistemas de desagües pluviales,” añadió Jelinski. “Estamos sacando alrededor de 20 mil kilos de basura por semana. La población tiene que ser más cuidadosa de cómo sacar sus residuos y el municipio tiene que ser eficiente en la recolección.”
Ni obras ni prevención: reubicación de familias
La semana pasada, Brian Romero se encontraba en su casa en Altos de San Lorenzo cuando empezó a llover. Estaba con su pareja y su hija de dos años y juntos decidieron ir a buscar refugio en otra parte.
“Algunos lugares estaban tan colapsados de gente que por la nena que hacía frío no podíamos esperar mucho y nos íbamos a otro lado”, dijo Romero, de 28 años.

Su casa queda a dos cuadras de un arroyo, que se vio desbordado por la lluvia. Como la casa está situada en un leve declive, todo el flujo del desborde la impactó de manera directa.
“Acá flotaba todo,” añadió. “Había mucha humedad, las alcantarillas estaban desbordadas, saltaron las térmicas y nos quedamos sin luz. Tuvimos que evacuar, no dormimos acá.”
Como en el caso de Abel Farfán, Romero vivió una realidad casi idéntica en el 2013. En ese momento vivía en Villa Elvira, un barrio que queda a cinco kilómetros de Altos de San Lorenzo. En esa ocasión él y su familia perdieron todo y se vieron forzados a reubicarse.
Tanto estos dos barrios como el de Los Hornos quedan al suroeste del centro de La Plata y son los más vulnerables a la hora de enfrentar una inundación. Toda esta zona fue urbanizada sin planificación y sobre las planicies de inundación de los arroyos que los rodean. En estos casos, ni obras hidráulicas ni tampoco prevención son herramientas suficientes para evitar una inundación a futuro. En vez, se requiere una reubicación permanente.
“La idea sería poder relocalizar a todas esas personas que están en las planicies bajas de los arroyos que están marcadas desde hace mucho tiempo en el código de ordenamiento urbano, donde ya figuran todas las tierras que son reservadas para bañados y arroyos,” enfatizó Romanazzi. “Si se sigue invadiendo eso vamos a seguir poniendo a la población en riesgo. La idea sería seguir insistiendo con no invadir las planillas y por lo tanto, todos aquellos que están en una situación de hecho irregular, ver de qué forma se los puede relocalizar.”
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