El zoológico porteño, del esplendor al ocaso

Las repentinas muertes de la rinoceronte Ruth y la jirafa Shaki generaron gran preocupación por el denominado Ecoparque, a dos años del anuncio de su creación

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"Un Jardín Zoológico es una institución científica. No es un lujo, es un complemento amable y severo de las leyes nacionales relativas a la instrucción pública". La frase la dijo Eduardo Holmberg, médico, naturalista y escritor, el primer director del hoy denominado Ecoparque, considerado un prócer por los biólogos y conservacionistas argentinos.
Y el predio, de 25 ha. que se inauguró en 1888, hacía honor a aquella frase.

Era la tercera institución en importancia a nivel mundial. La revista que se editaba con curiosidades veterinarias e investigaciones tenía una tirada de 235.000 ejemplares. Y no sólo el patrimonio natural se destacaba, la cultura y la historia formaban parte de la institución.

"El terreno formaba parte de las tierras que el Estado le confiscó a la familia de Rosas. Domingo Faustino Sarmiento creó que el parque, que luego se llamó Tres de Febrero con la idea de incluir dentro del área un zoológico y un jardín botánico", cuenta a Infobae el historiador Daniel Balmaceda. El espacio se mantuvo casi 100 años, pero en los 90 comenzó la decadencia.

Las sucesivas concesiones y malas administraciones y el último proyecto fallido de creación de un ecoparque llevaron al predio al estado en el que está hoy. Hace años que expertos -e incluso causas judiciales- señalan el malestar de los animales que allí residen. El caso de la orangutana Sandra, la elefanta Mara (que padece zoocosis y aseguran será trasladada) y las recientes muertes de un rinoceronte y de una jirafa son muestras de el ocaso que vive la institución.

La jiraja Shaki falleció esta semana, la segunda muerte en el Ecoparque en nueve días
La jiraja Shaki falleció esta semana, la segunda muerte en el Ecoparque en nueve días

"Hasta 1930, aproximadamente, el zoológico era la visita por excelencia. Todas las figuras extranjeras que venían al país eran llevadas allí. Su segundo director, el romano Clemente Onelli, era todo un personaje. Caminaba entre los visitantes, hasta vivía allí con su familia. Era un hombre muy dedicado a la institución; de hecho se encargó personalmente de buscar una amamantadora para una mona que había quedado huérfana", agrega el historiador que recuerda que durante las dos décadas que este otro prócer de los naturalistas estuvo a cargo del zoo, entabló una verdadera amistad con Carlos Thays, el paisajista francés, que residía en el Jardín Botánico.

Desde su inauguración el Zoológico de Buenos Aires contó con 52 construcciones que en 1997 fueron declaradas Patrimonio de la Ciudad y Monumento Histórico Nacional. En la primera etapa de funcionamiento, entre 1888 y 1904, se edificaron sitios con el objetivo de trasladar, imaginariamente, al visitante a cada hábitat de origen de los animales.
Entre los que se destacan figuran la Casa de los Osos, construida según los principios neogóticos, estilo de la arquitectura europea de la Edad Media y el Pabellón de la Jirafa, con estilo musulmán.

El Templo de Vesta, diseñado sobre la base de un templo dedicado a Hércules; el Pabellón de los Loros, donado por el gobierno español; la Pagoda, que fue la morada los osos panda, y la Jaula de los Cóndores también forman parte de ése invaluable patrimonio.

Carlos Fernández Balboa, coordinador de Educación Ambiental de la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA), cree que es errado el proyecto de refuncionalización del zoo que se plantea en la Argentina. "Está errado el concepto de transformación. Por ejemplo, en los Estados Unidos el zoo del Bronx y el de Nueva York,trabajan financiando proyectos de conservación en la naturaleza; de hecho los últimos datos de comportamiento animal salieron de investigaciones de allí", explica a Infobae.

"Este proyecto está manejado desde un punto de vista de marketing y no desde un punto de vista técnico. Lo que hizo el gobierno porteño fue tomar la idea de un grupo de animalistas e ir a una versión idílica: liberemos a todos los animales, que es como el concepto de pobreza cero o extinción cero, que no son reales ni realizables. No es que a nosotros nos guste tener los animales encerrados, pero lo que hay que pensar es que hoy afuera de los zoológicos la fauna la está pasando mal. Hay muchas especies en extinción, el riesgo que representa el tráfico y la caza ilegal. Creemos que estos espacios pueden ser paliativos para solucionar algunos problemas puntuales", sostiene Fernández Balboa.

Foto del Zoológico de Buenos Aires de mediados siglo XX (Foto: AGN – C Bertonatti)
Foto del Zoológico de Buenos Aires de mediados siglo XX (Foto: AGN – C Bertonatti)

Marcela Díaz y María Cristina Fernández, editaron la Guía del Patrimonio Cultural del Zoológico de Buenos Aires  y también se refieren al destino del predio: "Repensar el futuro del zoo implica contextualizarlo en el mapa de las áreas verdes disponibles. El bien en cuestión debe atravesar procesos de resignificación y reingeniería a escalas diversas, a través de un enfoque lúcido, comprometido, pero a la vez amplio y desprejuiciado. Se trata de reconocer nuevos sentidos culturales en un mundo en permanente cambio, sin agraviar aquellas sensibilidades heredadas".

Las autoras recuerdan que la colección de animales (conocida como menageriê) más antigua se descubrió durante las excavaciones de un yacimiento en Hierakonpolis, Egipto, en 2009. "Datado en el 3500 a.C., albergaba animales como hipopótamos, elefantes, babuinos, búfalos y gatos salvajes", detalla el texto.

Fernández Balboa apunta: "El proceso que atravesó el zoo es un desastre desde los 90. La Argentina hace una cosa bastante particular: privatiza estos espacios a personas que privilegiaron la cuestión comercial y marketinera antes que la conservación y la investigación. Entonces no es que no funcionan los zoológicos modernos y urbanos como los de Berlín o los de Nueva York. Acá no funcionan porque no hay gente idónea y no se piensa en cada proyecto".

Si bien en 2015 se anunció en que habría una transformación del zoo en el sentido que pensaban los naturalistas, hace dos años transmutó. La comisión que creó la Apra para diseñar ese cambio, bautizada con el nombre del primer administrador del zoo, naufragó. El predio pasó a estar bajo la órbita del Ministerio de Modernización, en aquel momento a cargo del emprendedor Andy Freire, y se anunció el traslado de animales y el cambio en las funciones del espacio verde. Ante los costos que significaba este proyecto y, como se mantenía cerrado al público, este año volvió a transmutar el proyecto y se pasó el predio al área de Ambiente y Espacio Público hace un par de meses junto con el plan de concesionar varios de los edificios emblemáticos, proyecto que ya cuenta con media sanción legislativa.

"Liberar un animal no es fácil. Lo que uno ve en una foto liberando un pajarito, pero hay que ver qué pasa después con ese animal. Es el principio de la historia. Si sobrevive, si no está enfermo y le pasa enfermedades a animales silvestres. La problemática es muy compleja y se simplifica con el encierro como algo malo. Cada zoológico deberá evaluar después cuáles son sus posibilidades, pero de ninguna manera se puede hacer sin gente idónea", agrega Fernández Balboa.

Esta semana el museólogo y naturalista Claudio Bertonatti presentó una denuncia ante la Justicia por la muerte de los animales y adjuntó unos videos sobre el estado de algunos recintos que en el Gobierno aseguran hoy están en refacciones.

De la obra de Holmberg por ahora sólo quedan en pie los edificios históricos.

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