
Un nuevo estudio realizado en Finlandia arrojó luz sobre un fenómeno tan antiguo como universal: la música tiene un efecto directo sobre nuestro cerebro, comparable al placer que generan la comida o el sexo.
Utilizando escáneres cerebrales, un equipo de la Universidad de Turku logró observar por primera vez cómo escuchar una canción favorita activa los receptores opioides del cerebro humano, al menos en mujeres, lo que permite entender de manera más precisa el poder emocional de la música, publicó Der Spiegel.
Placer cerebral: un mecanismo ancestral
Los opioides endógenos son neurotransmisores clave que regulan tanto el dolor como la sensación de bienestar. Durante décadas se supo que la música puede afectar el sistema opioide, pero este nuevo trabajo permite visualizar con exactitud las regiones cerebrales implicadas y cómo reaccionan ante la música favorita de cada persona.
Estas regiones forman parte del sistema de recompensa, el mismo que se activa durante actos fundamentales para la supervivencia como comer o mantener relaciones sexuales.
Las regiones del placer musical

El equipo analizó la actividad cerebral de 30 mujeres mientras escuchaban sus canciones preferidas. Los resultados revelaron una notable liberación de opioides en áreas relacionadas con las emociones y el placer: el lóbulo orbital, situado encima de la cuenca ocular, que también se estimula durante el disfrute del alimento o el sexo; la amígdala, un núcleo esencial para procesar nueva información; y el núcleo accumbens, que forma parte del circuito de recompensa y se activa especialmente durante experiencias placenteras intensas, como los escalofríos musicales.
“Cuanto más opioides producía el cerebro, mayor era el número de momentos placenteros experimentados”, detallan los científicos, estableciendo una correlación entre la fisiología cerebral y el disfrute musical.
Una experiencia subjetiva
Sin embargo, no todas las personas reaccionaron con la misma intensidad a sus temas favoritos. Esta variabilidad se explicaría por la cantidad de receptores opioides presentes en el cerebro de cada individuo.
Cuanto mayor el número de estos receptores, más profunda la experiencia musical. Este hallazgo aporta una base neurocientífica a la diversidad de respuestas emocionales que provoca la música en diferentes personas.
Música y alivio del dolor

El estudio también refuerza una línea de investigación que gana terreno en medicina: el uso de la música como herramienta terapéutica. Según explicó el coautor Lauri Nummenmaa, el sistema opioide está directamente implicado en el alivio del dolor, y la música podría aprovechar este mecanismo de forma natural.
Investigaciones previas ya habían documentado que escuchar música reduce el dolor crónico, postoperatorio y la necesidad de analgésicos opiáceos en pacientes. Este nuevo trabajo sugiere que la liberación de opioides inducida por la música sería la clave detrás de estos efectos.
El potencial terapéutico de la música se exploró también en contextos clínicos como la ansiedad preoperatoria, los tratamientos oncológicos o los cuidados paliativos, donde su capacidad para inducir estados de relajación profunda y placer sensorial demostró ser particularmente eficaz.

Lo novedoso de este estudio es que ofrece una explicación biológica detallada de por qué la música calma, activando los mismos mecanismos cerebrales que otras experiencias intensamente placenteras.
Esta investigación, publicada en el European Journal of Nuclear Medicine and Molecular Imaging, podría marcar un punto de inflexión en la integración de la música en programas médicos y de bienestar psicológico.
Al comprender cómo y por qué la música impacta en nuestro cerebro, se abren nuevas posibilidades para su uso controlado y personalizado en tratamientos de dolor, estrés y trastornos del estado de ánimo.
Muy lejos de ser un simple pasatiempo, la música se revela como un recurso terapéutico de gran alcance, capaz de dialogar directamente con la química más íntima del ser humano.
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