
El paisaje climático de Argentina atraviesa una paradoja: mientras la región centro-este se enfrenta a una persistente sequía, el oeste del país lidia con tormentas severas que generan alerta. Este panorama, marcado por la falta de lluvias y temperaturas extremas, preocupa al sector agrario, donde las condiciones climáticas son determinantes.
El drama de la sequía en la zona núcleo
En las regiones de la zona núcleo, el Litoral y gran parte del área pampeana, las lluvias parecen haberse olvidado del calendario. Desde principios de año, un sistema de alta presión se instaló sobre el este del país, bloqueando el ingreso de humedad necesaria para las precipitaciones. Este fenómeno obliga a que cualquier aporte hídrico intente ingresar desde el oeste, donde las condiciones atmosféricas son opuestas.
Con esta estabilidad en la atmósfera, el centro y este de Argentina enfrentan una combinación letal para los cultivos: sequía persistente y una ola de calor impulsada por los vientos del norte. “El panorama no es alentador en el corto y mediano plazo”, advierte el meteorólogo Leonardo De Benedictis, quien subraya que la situación climática podría agravarse si las lluvias no hacen su aparición pronto.

Las tormentas que dominan el oeste
Mientras tanto, el oeste del país muestra una cara completamente diferente. En las regiones de Cuyo y el NOA, el calor extremo y la humedad crean un escenario de inestabilidad que da lugar a tormentas de variada intensidad. Mendoza y San Luis, en particular, se encuentran bajo alerta naranja por posibles eventos severos, con lluvias intensas que, aunque breves, pueden causar estragos.
El pronóstico indica que los acumulados de lluvia no serán exorbitantes, oscilando entre 40 y 60 milímetros. Sin embargo, su intensidad en cortos periodos aumenta el riesgo de fenómenos violentos. Entre los peligros asociados se destacan ráfagas de viento que podrían superar los 90 km/h, caída de granizo y descargas eléctricas.
En el resto del oeste, incluyendo provincias como La Rioja y Catamarca, la alerta es de nivel amarillo, con tormentas menos intensas pero igualmente peligrosas. En estas áreas, las ráfagas alcanzarían velocidades de hasta 60 km/h, y las lluvias se mantendrían en los mismos niveles acumulados.
Impactos a corto plazo
El contraste entre sequía y tormentas no solo evidencia la diversidad climática del país, sino también los desafíos que presenta para actividades productivas como la agricultura. En el centro y este, los suelos resecos y las altas temperaturas comprometen los cultivos y aumentan los costos de producción. Por otro lado, en el oeste, las tormentas severas pueden causar daños en infraestructura rural y afectar tanto la ganadería como las actividades agrícolas.
La incertidumbre climática deja en claro que los productores de todas las regiones del país están a merced de fenómenos extremos. Mientras unos piden lluvias desesperadamente, otros rezan por tormentas menos violentas.
El desafío de adaptarse al clima extremo
Este panorama obliga a repensar estrategias de manejo agrícola y a reforzar medidas preventivas ante eventos climáticos adversos. Desde sistemas de riego eficientes hasta seguros agropecuarios y planes de emergencia, la adaptación al cambio climático ya no es una opción, sino una necesidad.
El clima argentino muestra una vez más su carácter impredecible. Ya sea bajo un cielo sin nubes o bajo tormentas furiosas, el desafío sigue siendo el mismo: encontrar formas de convivir con estos extremos y minimizar sus impactos en la vida cotidiana y la economía del país.
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