
El cuestionado vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, cumplió con su palabra y dio la conferencia a la que se había comprometido con el Club Político Argentino, a pesar de la difícil jornada que estaba viviendo la gestión de Cambiemos. Había sido convocado para hablar del plan que tiene el Gobierno, sus prioridades y objetivos, una charla para discutir el largo plazo, pero la coyuntura lo invadió todo y no solo no se excusó, sino que abordó todos los temas que se esperaban. Hasta parecía que tenía muchas ganas de hablar y de confesarse, al admitir "algo muy íntimo que pensé más de una vez, una tremenda brecha ente el desafío a llevar adelante y mis propias capacidades". También se definió como "ni triunfalista ni negacionista".
Ante la pregunta de si tenía alguna autocrítica para hacerse, afirmó: "Cometimos un error muy serio en la temprana definición de las metas de inflación. Nunca me voy a olvidar. Fue un lunes a la mañana, estábamos reunidos con Alfonso Prat-Gay. Él nos dijo al Presidente y a mí que iba a dar una conferencia de prensa para anunciar las metas de inflación de los cuatros años de Gobierno. Mauricio le preguntó si estaba seguro y él dijo que sí, que iba a salir todo bien. A fin de año (el 28 de diciembre último) quisimos corregir ese error, tal vez fue un poco tarde, y ahora llegó este problema de mercado". Y reconoció: "Arrastramos una inconsistencia desde el momento cero".
Más adelante, Quintana volvió a hablar del tema: "Nos equivocamos con las expectativas inflacionarias, pusimos demasiados objetivos todos juntos, el aumento de tarifas no es consistente con la reducción de inflación". De todos modos, explicó: "Estoy dejando todo en la cancha, aunque sé que no alcanza, porque lo que importa son los resultados".

Él mismo se preguntó "¿qué nos está pasando hoy?". Y se contestó: "Evitamos una megacrisis. Desde que elegimos el gradualismo sabíamos que el financiamiento no iba a ser eterno, llegó hasta ahora". Aseguró que eran conscientes de que dependían "de los mercados externos" y que creyeron que con eso podían llegar hasta el fin del primer mandato: "Pero la crisis se nos vino un año y medio antes de lo previsto".
Además, dio indicios de que el diagnóstico que tienen de la situación argentina es más severo de lo que aceptan en público: "No fuimos al FMI para parar una corrida cambiaria, sino la caída de la deuda argentina. ¿Va a alcanzar? No sabemos".
Explicó que "lo que hay que hacer es parar la corrida, haciendo lo que hay que hacer para pararla, implementando una agenda de corto plazo localizada en recuperar la credibilidad erosionada", aunque consideró que "no hay una situación de desconfianza generalizada" y "tampoco podemos decir que esa confianza se haya ido a otro lado". También reconoció que el ritmo de crecimiento será menor, aunque se seguirá creciendo. "Sin sequía, hubiéramos crecido 4%, íbamos a crecer 3%, estaremos en 2%", dijo.

Ante una pregunta en torno al modelo de gestión que impera (o imperaba) en el Gobierno, explicó que en ninguna de sus experiencias como presidente o líder de compañía vio "semejante compromiso y trabajo en equipo", e insistió en que "el problema no es la cantidad de ministerios, eso no dice nada, todos los países importantes tienen más de 20; Canadá, que es un país que admiro, tiene 28 ministerios".
También dio varias definiciones importantes en materia de política pública, como que "nosotros no creemos en la teoría del derrame" y que "reducir el salario real no es una política posible en la Argentina ni estamos de acuerdo con implementarla". En cuanto al ajuste que puede venir después del acuerdo con el FMI, no dio vueltas: "Vamos a bajar el déficit más rápido de lo que habíamos previsto, no hay más alternativas".
En las dos horas que duró la charla no mencionó en ningún momento al jefe de Gabinete, Marcos Peña, ni a ningún otro funcionario del gabinete nacional, salvo a Gustavo Lopetegui. No sólo eso, sino que aceptó que hay críticas a la comunicación y anunció que estaba preparado a contestar preguntas al respecto, aunque no las hubo. Sólo habló con especial afecto de Elisa "Lilita" Carrió y de María Eugenia Vidal. Contó que viendo televisión el día de la primera vuelta electoral, al ver que había ganado las elecciones en la provincia de Buenos Aires, se largó a llorar ante su mujer y una de sus hijas, y que ahí mismo le mandó un mensaje que ella contestó a las dos horas, y que lo convocó a una reunión de trabajo.
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