
Los diputados que juraron por los 30.000 desaparecidos y la libertad de Cristina Fernández de Kirchner parecían no asumir que su gesto solo favorecía al Gobierno vigente. La autocrítica es una obligación que las izquierdas jamás han llevado a cabo, y eso termina instalándonos en un lugar donde la libertad de la ex presidenta está seguramente muy lejos de abarcar el voto mayoritario. Por otra parte, el recuerdo de los desaparecidos sigue siendo justo, pero este momento exige más reclamos por las urgencias laborales, el cierre de fábricas, la importación desmesurada y el menosprecio por la justicia distributiva que hoy atraviesa nuestra sociedad. La oportunidad de las manifestaciones y su trascendencia debería ser considerada en el momento de jurar por una banca. La imagen del Parlamento es lamentable, reflejo brutal de la caída de nuestra solidaridad social y más que nada, de nuestro nivel educativo. Personajes menores que se ocupan de degradar al resto, y un peronismo reducido a una instancia donde, difícilmente, pueda recuperar su espacio político.
Por otra parte, se publican artículos decididamente antiperonistas referidos a la desaparición del movimiento popular, cosa que podría ser viable, si quienes se quedaron con el sello siguen utilizándolo para este tipo de pretensiones que, comparadas con la tremenda problemática económico-social que sufre nuestro país, terminan siendo ilógicas, incoherentes e indignas. Nosotros necesitamos recuperar el espacio de la oposición, y ese espacio puede tener cualquier nombre, pero ya no el del sello que hasta ahora había caracterizado a la expresión de los vulnerables y hace tiempo dejó de hacerlo.
Entre tanto, asistimos a un debate en torno al proteccionismo en un mundo que no deja de aplicar con firmeza dicho sistema- que nosotros sufrimos y soportamos- y vemos, una y otra vez, a Donald Trump y al poder del Imperio instalarlo sistemáticamente en su relación con los demás países. Trump desnuda, además, la crisis de Occidente, al no lograr imponer su voluntad sobre Vladimir Putin y Rusia, deja de lado la defensa de los hoy agredidos y se ocupa de algunos débiles, como Venezuela, pero que, en rigor, son su “patio interno”. En síntesis, el Imperio está reduciendo su espacio, al abandonar su peso en Europa y en el resto del mundo.
La insistencia que se impone sobre el cambio de nuestra sociedad es realmente patética. La destrucción de nuestras fuerzas de trabajo a través de la importación de todo tipo de productos no tiene posibilidad ni opción de salida algunas. Asistimos incluso a la compra de ropa usada del exterior y a la consiguiente falta de trabajo de la industria textil argentina. Solo cuenta la ganancia de los poderosos mientras se deja de lado la defensa de los necesitados. Las tapas de los grandes diarios permanecen ajenas a estos temas, como corresponde a sus intereses. Su comportamiento no difiere del que tuvieron durante la dictadura y el gobierno de Menem.
Nos enteramos de que cinco argentinos de clase acomodada fueron procesados en Miami por robo, y esto vulnera nuestra identidad, pero agrega además la concepción de que la viveza se impone aún en aquellos que no tienen necesidad porque si pueden viajar a Miami, con vocación de paseo, bien podrían evitar este papelón que los trasciende y afecta al país. ¿Tan solo una nota de color? No creo.

Es difícil que los libertarios respondan a la pregunta esencial, ¿esta experiencia se repite en algún lugar del mundo?, ¿existe otro país donde no haya protección estatal, donde, básicamente, se compre todo afuera y sus habitantes vivan en la miseria? Preguntas que no tienen respuesta para ellos, aunque las conozcan y las nieguen. Para nosotros, sí: tales modelos son inexistentes en el mundo desarrollado. Lo que sucede es que estos modelos intentan a veces instaurar cambios que se dieron en otras sociedades y que nada tienen que ver con la coyuntura que nosotros transitamos. La política necesita adaptarse a las urgencias de integración de sus ciudadanos, y no a las necesidades de los inversores. Entre la sociedad y los negocios existe una distancia enorme en la cual la esencia del Estado está siempre pensada para impedir que los grupos y la rentabilidad se impongan sobre la población desfavorecida.
No dejo de repetir que Milei no representa el nacimiento de algo nuevo, sino el último punto de la decadencia de nuestro país. Soy de los que insisten en que hace 50 años que venimos en declive, desde que Martínez de Hoz alentó a los bancos para destruir industrias, y las rentas de esas inversiones bancarias resultaron infinitamente superiores al esfuerzo. Luego, vendrá Alfonsín con su voluntad de superar la crisis, de devolvernos la democracia, y algunos de sus pasos serán logros, pero globalmente irá al fracaso, a tener que retirarse antes de tiempo. Asume entonces un personaje tan oscuro y nefasto como Menem, cuyo apellido es la marca de la impronta de la decadencia argentina. La idea de privatizar, de vender lo que dejaron nuestros mayores, es fruto de la frivolidad de Menem y va a llevar al estallido con la impericia de De la Rúa. Luego, vendrán los Kirchner y su voluntad de llevar su proceso a un disfraz de izquierda que nos dejó, lentamente, fuera del campo popular. Más adelante, llegará Macri con el endeudamiento sideral de Luis “Toto” Caputo, actual ministro de Economía de Milei, quien, en estado de infinito cinismo, está convirtiendo al país en una enorme mesa de dinero. A eso se dedicó siempre el “mago de las finanzas”, venerado por los que viven de una extendida especulación que destruye a la Argentina. Transitamos un penoso momento de concentración económica donde crecen los masivos despidos de obreros y empleados y la angustia de las clases bajas y medias. Desconocemos aún cuál es la salida de esta situación paradójicamente reiterada e inédita.
La inconsciencia de algunos seudo revolucionarios nos lleva a una situación en la cual el Gobierno destruye al patrimonio, y la oposición no encuentra un lugar desde el cual afirmar su propuesta. O mejor dicho, la alternativa opositora, hasta ahora, carece de propuesta. No es la primera vez que sucede, pero quizás la decadencia y la destrucción sean tan profundas que, sin duda, estamos en el peor momento de nuestra sumisión a los negocios, a los supuestos inversores, a las demencias de aquellos que creen que los votos espantados por un “kirchnerismo atrofiado”, los votos ganados por esa culpa les permiten hoy seguir caminando hacia su nefasto objetivo de degradación colectiva. Espero que cuando se empiece a discutir el presupuesto, se crucen las necesidades de las provincias, de los gobernadores, y logren instalarse más allá de la falta de conducción a la cual nos sometieron los errores de una supuesta izquierda que solo nos llevó al aislamiento. Cuando los pueblos se ubican racionalmente, ocupan el centro, y en ese sentido evocamos la imagen de Pepe Mujica o de Lula, dos estadistas latinoamericanos que mucho siguen enseñándonos sobre la política, la vida y el destino.
Es indispensable encontrar una conducción política con un proyecto que resuelva definitivamente la desesperación de un pueblo que vive con angustia su empobrecimiento económico y cultural. Espero que los gobernadores y la rebeldía de los caídos se reúnan de una vez por todas para encontrar esa necesaria salida que nos devuelva la esencia de nuestra nación, hoy pisoteada o ausente.
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