Quién es Zelensky

El presidente de Ucrania ofrece su imagen -ni hombros bajos ni ojos a media pupila-. De frente. El pelo corto, las manos con poco movimiento. La mirada se dirige a su pueblo, pide y confía en él: el 98 por ciento apruebe su liderazgo

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El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski (UKRAINE PRESIDENCY / AFP)
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski (UKRAINE PRESIDENCY / AFP)

Todos lo sabemos. Es el rostro que vemos sin pausa. Todos lo sabemos, sí, pero no más allá o por dentro -los ríos, los llantos, el amor, las dudas, el gran misterio, imposición de nacer sin conocer el guion y sin posibilidad de corregirlo-, porque el mismo Volodimir Oleksándrovich debe tener mínimos instantes de duda acerca de sí mismo, sombras. Es un hombre, miren que cosa tan complicada. Ahora, el heroico presidente de Ucrania, está siempre en la lucha por su tierra y su democracia. No puede permitirse los arroyos de la mente en soledad. Líder admirado por el mundo y los humanos que no quieren ser exterminados o esclavizados por la invasión rusa, desde el principio de verde militar –comandante de las fuerzas armadas-, no levanta la voz pero lleva consigo la bandera de su país y la preservación de ser libres. Todos conocemos a Zelensky o podemos arrimar una biografía con datos esenciales en internet. Es poco aunque ayuda algo, a tantear. Pero lo demás es intransferible.

De cualquier modo digamos que nació en el centro de Ucrania, de lengua rusa y familia judía (nunca deja de subrayarse el punto). Es el sexto presidente desde la independencia en el ‘91. Todo lo abarcaba el imperio soviético -las hambrunas de millones y la inanición impuestas por Stalin- hasta que terminó el Muro. Una historia milenaria desde el imperio zarista hasta los nazis -con bravura pusieron entonces los comunistas justo cuando su podredumbre, colectiva, colectivización en insectos, una guerra de empantanamiento– y llegó el Armegedón.

Hagamos el juego de la mirada. Un juego y una técnica. Miremos a Zelensky. No en muchas imágenes sino en los planos próximos. Revela una seriedad que se descuenta, no se lo ve exhausto ni con una hilacha de vacilación. No grita. Pide ayuda que no terminen en palabras: “Hacen falta municiones, no declaraciones, ayuda antes de que se llegue tarde”. “Ser o no ser”, cita al pasar. Alcanza.

Zalensky ofrece su imagen -ni hombros bajos ni ojos a media pupila-. De frente. El pelo corto, las manos con poco movimiento. La mirada se dirige a su pueblo, pide y confía en él: el 98 por ciento apruebe su liderazgo.

Andrew Roberts, del Departamento de Estudios del King´s College y autor de una biografía analítica de Churchill, crea lo mismo como el gran inglés: el valor como la mayor de las cualidades humanas. De ella llegan las demás. Acérquense y lo verán. Juguemos el juego de la cara de Volodimir Zelensky.

Con sus hombres y mujeres militares y civiles miran, indomables, convencidos de guerrear hasta el fin, pero ni de lejos asoma al sobado culto de la personalidad. No hay retratos en escuelas –siguen las clases donde se pueden continuar- aunque cuando con mucha frecuencia el invasor las bombardea con precisión quirúrgica. Matar niños es un blanco.

Indomables es la manera. Millones de ucranianos -no menos de cuatro millones por corredores sobre las que disparan los rusos y marchan a destinos tenebrosos acechados por mafias de trata-, la actitud mayoritaria es “yo me quedo a pelear por mi tierra”. El psicobolche apoltronado o desenfrenado de la nueva izquierda fascista argentina retuerza y a vez simplifica: “Son embrollos de la OTAN los disparadores de la guerra”. Es el esquema Hitler tan desnudo que gran parte de sus, llamémoslos por cortesía, líderes del país, no sospechan el revés de la trama.

Desalienta ver tanta ignorancia como silencio: no hubo una sola en protesta frente a la embajada rusa frente a los criminales de guerra . En toco caso Ucrania no retrocede. Quiere ser Europa, no la división enfebrecida por el gurú de Putin, Aleksandr Dogin: una Rusia oriental –conservadora, ultra religiosa, vertical al punto de dictadura, negadora de la modernidad, supresora de las minorías sobre todo sexuales y sus variantes-, y una occidental que se guarde para sí la libertad, las sociedades abiertas.

Outsider

¿En qué momento y con qué consejos y apoyos decidió Zelensky, un outsider que hasta entonces era abogado sin ejercicio, comediante, productor dentro de un grupo importante llamado Kvartal 95 uno de cuyas pegadas de audiencia fue “Servidor del pueblo”. Por momentos stand up, por momentos en bicicleta monologó con sarcasmo en torno a la escatológica y no precisamente en el sentido filosófico, que lo hay, carcomido como termitas en cualquier lugar donde se posaran los ojos.

Su antecesor, Potró Poroshenko, un empresario de fortuna, se convirtió en el centro de cuanta asociación ilícita hubiera en el país. La economía sin rumbo, las luchas de palacio y -last but not least- una cara deformada por envenenamiento (se lleva mucho por esa regiones), sobrevivió pero era ya un fantasma político.

Zalensky y con seguridad asesores pensó en dar al salto a la política.

¿Cuándo, por qué? Es el asunto Zelensky, la rumorosa vida interior. Lo que no sabemos. Próximas las elecciones, lo hizo con el mismo nombre del programa que lo llevó a la fama mayor: “El servidor del Pueblo”. Hablará mucho con Olenka, su mujer -toca la guitarra con encanto, él canta en inglés- y sobre todo habló consigo. El triunfo fue plebiscitado. Ucrania quería a Zelensky, apuesto más por el aire renovador que por la tele. Lo nuevo y confiable. Mírenlo otra vez de cerca. Ya había más de 180.000 soldados rusos en la frontera anexionada a Crimea.

Volodomir Zelensky obró la magia de la metamorfosis y empezó el de ahora.

¿Quién es Zelensky? El de ahora. Lo supo pronto y no dudó.

Déjenme un tijeretazo desde la memoria a alguien que dice en El Aleph: “…consta en realidad un solo momento: el momento en que el hombre para siempre sabe quién es”.

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