
Los mercados globales acentuaron su optimismo al influjo, cada uno a su modo, del triunfo de Jo Biden como presidente de los EEUU -sobre todo, por su mayor previsibilidad- y la clara puesta en marcha de la vacunación anti-covid. Al compás de estas nuevas, bolsas y materias primas están subiendo con fuerza, pero también con algunos riesgos, sobre todo en el caso de los activos bursátiles. No debe olvidarse que la deuda global pública (40%) y privada (60%) y supera el 300% del PBI global, en parte por tasas de interés bajísimas, y hay algunos riesgos de aumento de la inflación.
Una primera corrección, por ahora moderada, es el aumento de los rendimientos de bonos del Tesoro de EEUU, desde un bajísimo 0,90% anual a 1,20%. Nada para inquietarse, pero sí para seguir de cerca. Al compás de la recuperación económica global y de la baja del dólar, mucho más moderada que en la primera década del siglo XXI, las commodities están muy firmes, en el caso de los granos también ayudados por la levedad del “efecto Niña”. La firmeza de los granos hoy es comparable a la de hace 15 años, pero su duración dependerá mucho del crecimiento de los países emergentes.
Por cierto, este optimismo se sostendrá sólo si, como parece, la vacunación contra el covid-19 avanza rápidamente y efectivamente. En materia de comercio exterior y relaciones económicas internacionales el panorama es más desafiante. Se espera que aminore, pero no que desaparezca, la tensión con China, pero no será fácil dado el nuevo desafío que plantea a los EEUU el anuncio reciente del acuerdo de libre comercio RCEP que, en tiempos de Obama, incluía a los EEUU, y cuenta con cerca de un tercio del PIB y de la población mundiales. A ello se agrega (¿cómo respuesta?) la ratificación mejorada del proteccionismo en EEUU declarado y decidido por Biden.

Confirmando anticipos propios y ajenos, las proyecciones de enero del FMI son más optimistas, aunque diversas. El mundo crecerá este año 5,5%, superando la caída del 2020, de tal modo que el PBI global al final de 2021 será algo mayor que el de fines de 2019, y aumentaría 6,1% hasta 2022.
A la Argentina le irá peor porque caerá 3,8% entre 2019 y 2022, en marcado contraste con la mejora de los países emergentes (8,9%), de China (16,7%), de los desarrollados (2,3%) y de Brasil (1,5 por ciento).

Nuestro habitual cuadro es distinto a los anteriores, dado que ahora registra los cambios desde diciembre de 2020, cuando la elección de Biden como presidente de los EEUU se acababa de decidir.
En otro orden, la depreciación del dólar sigue en pie -más suavemente- por las expectativas de tasas de interés aún más bajas con el nuevo presidente. Sin embargo, no es fácil que esto continúe dado que las expectativas de inflación están en ascenso. Esto se revela en parte en el fuerte aumento de los rendimientos de los bonos del Tesoro de EEUU. De manera acorde, las Bolsas y las materias primas se mantienen muy firmes, aunque con mayores riesgos en la plaza bursátil. Como se ha dicho antes, la firmeza de los granos puede ceder algo en los próximos meses, dado que el efecto “Niña” se ha suavizado significativamente.
Si las vacunas avanzan con rapidez y eficacia, el mundo será menos hostil para la Argentina, ayudando a la negociación en marcha con el FMI por un acuerdo de facilidades extendidas, y eventualmente a la reactivación de la economía. Aun así es difícil que se acuerde este año porque las diferencias en materia fiscal son muy importantes.
Por otro lado, el proteccionismo en los EEUU, ratificado por Biden, también puede afectar negativamente a la Argentina.

Por cierto, la mejora global tendría efectos más contundentes y rápidos si el gobierno anunciara un plan de desarrollo de “productividad inclusiva”, sorprendiendo a propios y extraños. La Argentina necesita, y puede, aunar el aumento de la productividad al de la inclusión, mediante un crecimiento significativo, en calidad y cantidad, de la inversión en capital humano y físico, que dé lugar a la creación de muchos empleos formales, herramienta fundamental para abatir la pobreza y reducir la desigualdad. Cuesta mucho entender su ausencia.
Esta columna fue publicada en el Informe Mensual del IAE Business School
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