Para jugar cualquier juego hay que ponerse de acuerdo en las reglas. No importa si es la final del mundo o un picado con amigos. Si las reglas no están claras, el juego es imposible, y al final pierden todos.
En el debate público están permitidas muchísimas cosas, y hasta en muchos casos no están claras las reglas. Pero una regla que sí debería estar clara y de la que nadie debería correrse es la honestidad intelectual.
Vimos en estos días una captura de pantalla de un examen del CBC de la UBA que contenía una pregunta sobre la gestión en ciencia y tecnología del gobierno de Mauricio Macri. Ya la formulación de la pregunta revelaba la mala intención que traía, y las opciones de respuesta la confirmaban.
Podemos discutir los logros o fracasos de la gestión de Ciencia y Tecnología del gobierno anterior y está bien que así sea. Porque son las reglas del juego y porque, justamente, la democracia necesariamente implica que no todo el mundo va a estar de acuerdo con lo que hiciste, o con tus resultados, o con tus intenciones.
También podemos debatir si a alumnos del Ciclo Básico Común de la UBA, que no suelen tener la opción de cambiar de cátedra, se les debe dar una enseñanza más o menos partidizada. Si no es mejor tratar de darles un panorama más amplio, ayudarlos a pensar, mostrarles las opciones, especialmente sabiendo los problemas que arrastran desde la escuela y cuán importantes son esos primeros años universitarios para consolidar su formación democrática, conocer el mundo, entender visiones distintas, cimentar la pluralidad.
Incluso podemos debatir la situación de la ciencia hoy en la Argentina. Qué necesita para crecer, cómo se compara con el resto de la región y el mundo, cómo está ahora contra cómo estaba hace cuatro años.
Es infinita la cantidad de temas a debatir, pero lo que no podemos poner en discusión es la honestidad intelectual. Porque incluir en un examen una pregunta, ya no tendenciosa y partidizada, sino directamente falaz y malintencionada, que pone en la persona de Mauricio Macri y en su gobierno intenciones perversas creando un mito cuasi diabólico dirigido a alimentar la grieta, construir odio y falsear la historia argentina es deshonesto, es canalla y es antidemocrático.
Habrá razones para criticar la gestión en Ciencia y Tecnología, como las hay para criticar la gestión de este gobierno, en ese plano y en tantos otros. Pero si perdemos la honestidad intelectual, si soltamos el juego limpio democrático que tanto nos costó conseguir y que debe ser cultivado todos los días, y si, por vaya uno a saber qué intereses de corto plazo, abandonamos la perspectiva de esa construcción enorme y a futuro que es nuestro país, nos estamos equivocando, y feo.
La Argentina, esto que somos todos, este conjunto fascinante de culturas, de geografías, de tradiciones y de identidades es mucho más que el suelo que habitamos. Es una decisión de adónde queremos ir, de quiénes queremos ser, de cómo queremos convivir. Esa decisión la tomamos todos los días, en cada acción, en cada iniciativa. No nos entreguemos a bajezas chiquitas que nos corren del objetivo real, mayor e ineludible: construir para nosotros y nuestros hijos una Argentina que se parezca mucho más a la que sabemos que podemos ser.
El autor es senador nacional y ex ministro de Educación de la Nación