Reacciones frente al fenómeno Bolsonaro: ¿cuánto hay de cinismo y doble estándar?

Compartir
Compartir articulo

Desde la noche del pasado 7 de octubre, las consecuencias reales y profundas del terremoto político y empresarial que implicó el Lava Jato en Brasil comenzaron a ser más nítidas. Antes de ello, en muchos casos por preferencias ideológicas o por falta de un profundo conocimiento de lo que estaba sucediendo en la conciencia colectiva de Brasil, especialistas y analistas del círculo rojo argentino e internacional subrayaban que una victoria de Bolsonaro era propia del género de la ciencia ficción. Luego, esta afirmación taxativa mutó a algo así como: "Podría darse una victoria del capitán retirado, acompañado por un enérgico y polémico general del Ejército como candidato a vicepresidente, en una primera vuelta, pero luego en la segunda el candidato del PT terminaría aglutinando a la casi totalidad de los votantes de los partidos minoritarios e indecisos y así imponerse".

Aquellos que hayan leído los artículos sobre Brasil en esta columna sabrán que no compartimos esos argumentos. La ventaja de más de 17% obtenida por Bolsonaro echó por tierra muchos de estos argumentos, o más bien deseos. Hace menos de dos años, nuestro círculo rojo hizo una prospectiva igualmente fallida al momento de analizar quién se impondría en el duelo entre Hillary Clinton y Donald Trump. No cabe duda de que habrá que esperar hasta las últimas horas del 28 de octubre para saber cómo será el resultado final, pero por el momento las encuestas que circulan mantienen o aun amplían a más de 18% la ventaja cuando se contabilizan solamente los votos válidos. El 29% de Fernando Haddad en la primera ronda es el porcentaje más bajo obtenido por el PT desde 1998, cuando llegó a 31 por ciento.

Tanto el 7 de presente mes como los nuevos sondeos entre los votantes han destruido clichés varios tales como que las mujeres serían un bloque masivo y compacto contra Bolsonaro, o que los sectores más populares estarían en las antípodas del diputado y capitán. No cabe duda de que un candidato y su partido no pueden ganar en 23 ciudades capitales del país, así como en 16 de los estados más poblados, con escasa cantidad de voto femenino y sin sectores medios bajos y bajos. Bolsonaro obtuvo 42% del padrón femenino, las cifras que se proyectan para las próximas semanas superan claramente el 50 por ciento. Incluyendo un aumento sustancial de su intención de voto en el pauperizado noreste del país, donde el PT concentró la masa de sus votantes este año.

Por todo lo dicho, el círculo rojo ha mudado sus argumentos no a la viabilidad o no del triunfo de Bolsonaro sino a qué implica y qué consecuencias tendría para la región. En este sentido, los partidarios de los gobierno castrochavistas que hubo en la región y que aún perduran en algunos casos han optado por poner en el foco en la idea de que lo de Bolsonaro no será otra cosa que un régimen militar con ropaje de apariencia democrática. Que viene a aplicar en la región la agenda de los Estados Unidos en general y de la administración Trump en particular. Un regreso al alineamiento de Brasilia con Washington como no se veía desde el gobierno castrense que tomó el poder en 1964 y que recién a comienzos de los años 70 comenzaría a mostrar mayores márgenes de autonomía en política exterior vis-à-vis la superpotencia.

Estas voces alarmistas suman a todo ello la supuesta intención agresiva del próximo gobierno brasileño hacia los espacios de integración regional y en especial contra Venezuela y Bolivia. Desde ya, en la Argentina sectores que estuvieron en el poder hasta el 2015 se han sumado activamente a este coro que invoca por el cuidado de las formas y las instituciones republicanas y democráticas, así como los derechos y las libertades de los ciudadanos y los medios de prensa. Llamativo es que todos ellos no han puesto el mismo énfasis en el proceso de deterioro terminal de las instituciones y las libertades en Venezuela y la abierta militarización de su vida pública y actores de poder. Ni al más afiebrado de los analistas se le puede ocurrir que en los próximos años Brasil se pueda acercar en lo más mínimo a lo que se ha vivido y se vive en Venezuela. Ni Bolsonaro ni las Fuerzas Armadas quieren ni pueden cerrar el Parlamento apenas este comience a enfrentarlo, ni enviará al exilio o la prisión a centenares sino miles de dirigentes opositores, ni generará un colapso económico y social que implique la ida del país de entre el 5% y el 10% de la población.

Otros observadores menos ideologizados y que no caen un doble estándar tan chabacano y evidente argumentan sobre la existencia de un rol más activo y presente de militares retirados y en actividad en la vida política del Brasil a partir del inicio de la crisis política y económica de los últimos años. La más aguda desde 1930 según diversos especialistas. Sin duda esa participación de los uniformados es clara y presente. Comenzando por una fórmula presidencial con amplias posibilidades de imponerse a fin del presente mes en donde se combinan dos oficiales retirados del Ejército. Así como con otro, el general Heleno, con la misión de elaborar las propuestas y los planes en materia de seguridad. También una cuadruplicación de los candidatos a cargos electivos provenientes de las Fuerzas Armadas y policiales. Estos analistas ponen la lupa en la existencia de puntuales pero contundentes mensajes del actual comandante del Ejército Villas-Boas en las redes sociales en momentos claves que tuvo la vida política y judicial del Brasil en años recientes. Así como el ciclo de reuniones que él mismo organizó con los principales candidatos a presidente, incluyendo al PT, para informales de los planes y los proyectos de largo plazo que tienen las Fuerzas Armadas, así como conocer las agendas en materia de defensa y seguridad por parte de los partidos.

La explicación de todo esto es el alto prestigio y buena imagen que tienen los militares entre la población brasileña. Superan ampliamente a los políticos y otros sectores de la vida nacional. La constante recurrencia de los gobiernos civiles en las últimas dos décadas, y con particular fuerza y énfasis durante los gobiernos del PT, a darle un activo rol a los militares en materia de seguridad interior contra el narcotráfico y sus milicias armadas, frente a la impotencia de otros actores del Estado, no han hecho más que fortalecer esta visión de las instituciones castrenses como recurso de ultima ratio en situaciones de emergencia y crisis. En otras palabras, ambas cosas son verdad. Sin duda los militares brasileños tienen y tendrán un rol central en la vida política del país en los años por venir, pero también no existe en ellos la más mínima intención de alterar el marco de la Constitución y de las leyes. Si a algo le temen, es a una desprofesionalización y su caída en prácticas cleptocráticas y connivencia con el narcotráfico que se vienen dando en otros países de la región asolados por colapso de sus instituciones y no precisamente por gobiernos de derecha.

Finalmente, cabe indicar que, más allá de la afinidad personal y de ideas que puedan existir entre Bolsonaro y su equipo con la masa crítica de los mandos altos, medios y aun bajos de las Fuerzas Armadas, lo más sano para ambos sectores será establecer un vínculo fuerte pero signado por procedimientos y lógicas legales e institucionales. Luego de la euforia por el triunfo del 28 de octubre, Bolsonaro deberá hacer un equilibrio inteligente que permita una relación constructiva y fluida con las Fuerzas Armadas, tal como el mismo Lula da Silva tuvo durante sus dos presidencias, pero que no sean confundidas como parte integrante y activa del gobierno. Ello solo impactaría, más temprano que tarde, que el alto prestigio alcanzado por estas fuese puesto en cuestión. Viendo y conociendo con la prudencia y sagacidad que se han manejado los mandos militares en los últimos años, es altamente probable que este adecuado equilibrio entre confianza, cooperación, entusiasmo y autonomía de cada una de las dos esferas se pueda lograr.

Será altamente positivo que tanto el Gobierno argentino como aquellos sectores de la oposición de mente más abierta pragmática vean al Brasil y su futura dinámica no con los anteojos que hacen del doble estándar y el cinismo una bandera.