La banda de los cuatro: Castro, Maduro, Ortega y Morales

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Quedan cuatro, Raúl Castro, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales, pero tenga la certeza de que hay muchos más a la espera de una oportunidad para asumir el control de sus respectivos países. Están al acecho, son buitres que gustan del bienestar y, mientras lo disfrutan, solo van dejando podredumbre y destrucción material a la par de una vasta desolación y desesperanza en la población.

El Gobierno de los Castro es la fuente de inspiración de estos pandilleros. En Cuba se inició esta mortal epidemia que se fue extendiendo a gran parte del hemisferio, dando muestras de una asombrosa capacidad de mutación a la par de una notable habilidad parasitaria que le ha facilitado nutrirse de sus aliados más relevantes, la extinta Unión Soviética y Venezuela, pero también de terceros que, a pesar de rivalidades y enemistades, periódicamente ayudan a pagar las facturas a un régimen absolutamente ineficiente y corrupto.

Aunque se escriba y hable de países, estos sujetos no responden a un gentilicio en particular, sino a los intereses de una corporación de delincuentes de la cual son los mayores beneficiarios.

Los escándalos que envuelven el bochornoso legado de los Castro, Chávez-Maduro, Ortega-Murillo y Evo Morales son aún más perniciosos que los de Kirchner-Fernández y Lula-Dilma, Argentina y Brasil, respectivamente, al igual que las denuncias de abusos y corrupción contra la petulante ineficiencia de Rafael Correa. Todos, todos disfrazados de justicieros y salvadores de los más necesitados, debería servir de enseñanza para quienes respaldan ciegamente a los promotores de sueños que siempre terminan en pesadilla.

En honor a la verdad no son políticos. Utilizan la política como medio para tomar el poder y se amparan en ideologías que justifiquen sus depredaciones y exceso de autoridad para esconder sus verdaderos propósitos. No entienden de dogmas ni de los valores y los principios que puedan fundamentar cualquier utopía, para ellos el gobierno es una maquinaria útil para el enriquecimiento personal y el sometimiento de los ciudadanos que pasan a ser menos que sicarios de la gleba.

Son individuos sin escrúpulos. Gustan del lujo y la abundancia que les roban a los otros. Se caracterizan por un alto nivel de corrupción y un fuerte espíritu de sobrevivencia. Cambian de objetivos, sus alianzas son circunstanciales, salvo que la contraparte esté plenamente comprometida con el proyecto común.

El plan social de estos regímenes se fundamenta en el caos económico, la escasez, nula productividad, desabastecimiento e hiperinflación acoplada a un sectarismo que discrimina negativamente a quienes rechazan la propuesta y beneficia, según la posición que ocupe en la tutela, a los que se someten y participan activamente en la gestión.

Otros aspectos de la estrategia es establecer un estricto control social que divida a la comunidad en sectores antagónicos, a la vez que recurren a la lucha de clases, a la exacerbación de las diferencias y a una gestión clientelar que fiscaliza la población por medio de dádivas y beneficios.

La criminalización de los que rechazan el proyecto es una de las claves para conservar el poder. La represión en todas sus formas, directa o subliminal, es una constante que conduce a la cárcel o a la eliminación física. El monopolio de la actividad productiva, así como el de la distribución, es una forma segura de ejercer una amplia y estructurada influencia.

Estos grupos delictivos en uso del poder político son un gran riesgo y no hay sociedad que pueda considerarse inmunizada de esta lacra. Hay que bregar fuerte para que el número de estos delincuentes se reduzca hasta estar en cero y pasen simplemente a ser referentes de ineficiencia, corrupción y maldad. El ciudadano debe tomar conciencia de lo que puede ocurrir en su país cuando el elector, el pueblo, se confunde o equivoca, y apoya a simples sicarios del crimen organizado en su carrera hacia el poder absoluto.

Es importante una amplia campaña de información y denuncia que trascienda las fronteras nacionales. Constituir alianzas, trabajar en conjunto en propuestas de cambios y elaborar estrategias comunes que conduzcan al fin de todos estos regímenes manejados por delincuentes. Se precisa una acción global que favorezca el retorno de la democracia y el fin de estas amenazas.