Caso Maldonado: principio y… ¿fin?

Infobae fue el primer medio nacional que publicó una nota sobre el joven cuyo cadáver ahora se encontró en el río Chubut. Allí ya estaba el testimonio mapuche y el silencio de los gendarmes. Las dudas que siguen

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El 3 de agosto por la noche Infobae se comunicó con Sergio Maldonado, que acababa de llegar de su primera incursión a Pu Lof en Resistencia Cushamen, la comunidad mapuche que ocupa desde 2015 tierras en disputa con los latifundistas Benetton -que al tener un millón de hectáreas de tierras privadas en todo el país, son los mayores latifundistas de la Argentina-. Maldonado informó a este medio que su hermano había participado del corte de ruta efectuado el 1º de agosto y que, desde ese día, no se lo había visto más. También habló con quien se presentó como "sargento Paredes" del Regimiento Esquel de Gendarmería, que dijo que el juez Guido Otranto había prohibido que realizaran declaraciones y daba comienzo así a su silencio generalizado. Este cronista también conversó con Soraya Maicoño, una de las voceras de la comunidad, quien relató que la última vez que lo habían visto, Santiago Maldonado no se había atrevido a cruzar el río. Luego, hasta este martes cuando se encontró su cuerpo, no se supo más de él.

Hoy se sabe que el cadáver encontrado flotando a la vera del río Chubut, 300 metros (o por lo menos 100 metros) río arriba donde fue visto por última vez, pertenece a Santiago Maldonado. Antes de repasar los últimos acontecimientos, permítasenos señalar algunos aspectos que atravesaron el caso desde el 1º de agosto de 2017 hasta 78 días después, cuando el cuerpo de Maldonado fue encontrado.

La versión de los mapuches se mantuvo casi sin variaciones: Santiago fue visto por última vez en la orilla del río, no se atrevió a cruzar, hubo voces extrañas: "Ya está, ya está", atribuidas a Maldonado; otras que decían: "Acá tenemos uno" (tal como luego refrendó el alférez Gómez en su declaración testimonial); frente a la Unimog se formó una fila de gendarmes que iniciaron fuego y humo a la vez que traspasaban "algo" a una camioneta. Luego nunca más se lo vio con vida.

En cambio, desde el Gobierno se planteó desde el primer momento, a través de la ministra Patricia Bullrich, una defensa irrestricta de la fuerza que había reprimido el corte aquel día y que contó con la coordinación de su jefe de gabinete Pablo Noceti -de quien Bullrich dijo que había pasado a saludar a los gendarmes, pero que luego fue denunciado por establecer que tres mapuche debían permanecer detenidos en la ruta por las seis horas que la ley le permite la detención a Gendarmería-. Noceti había tenido, luego se supo, reuniones con los jefes de policía provinciales de Chubut y Río Negro y de los distintos regimientos de Gendarmería de la zona para coordinar la represión a las manifestaciones mapuche.

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Luego, surgieron las versiones: que lo había matado un puestero, que estaba en Chile, que estaba en Entre Ríos, que se había "sacrificado" (es decir, entregado su vida voluntariamente) por la causa de la libertad de Facundo Jones Huala, que había sido levantado por una pareja mayor en la ruta 40 en estado de demencia, que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU había felicitado al gobierno, que nunca había estado en Pu Lof, que su hermano Germán en realidad era las dos personas.

Luego de 78 días un cuerpo fue encontrado en las aguas del río Chubut. ¿Pone esto fin al caso Maldonado? Antes, se deberían explicar ciertas cuestiones.

¿Cómo es posible que un cuerpo nade río arriba trescientos (o, por lo menos, cien metros) del punto donde fue visto por última vez?

¿Cómo los mapuche lavaban ropa, atravesaban ese espacio así como Verónica Heredia, la abogada de la familia Maldonado, y Sergio, su hermano, y Andrea, su cuñada, sin verlo?

¿Cómo el mayor rastrillaje realizado en la historia de la argentina que subió kilómetros arriba de ese cauce y decenas de kilómetros con perros, buzos, botes, caballos, drones y hasta un helicóptero no detectara ese cuerpo?

¿Cómo es posible que el 6 de agosto, durante el primer rastrillaje con buzos de Prefectura cuando la altura del cauce del río Chubut no sobrepasaba el metro de altura, no hayan divisado ningún cadáver?

¿Cómo es que el celular de Santiago Maldonado haya contestado una llamada el 2 de agosto sin responder, incluso cuando podría haber estado en la región Cushamen, que carece de señal absoluta para recibir o realizar llamadas? ¿Quién atendió ese teléfono? ¿Dónde? ¿Por qué ni el juez Otranto ni el juez Gustavo Lleral llevaron adelante las diligencias judiciales para averiguarlo? ¿Por qué nunca se peritaron los dos celulares de Noceti? ¿Por qué la esposa del juez Otranto, que fue recusado en la causa, sigue siendo la secretaria de la fiscal Ávila: no hay una incompatibilidad de funciones ahí?

¿Es posible que el cuerpo haya podido ser plantado con posterioridad a los hechos, luego de que la fiscal Ávila ordenara el nuevo rastrillaje y esa información llegara a los oídos de quienes disputan una interna en las fuerzas de seguridad?

Hay preguntas que los posteriores estudios periciales forenses intentarán resolver. Quedan todas las demás dudas. Lo cierto e inobjetable es que Santiago Maldonado murió durante una represión de Gendarmería que, aquel 1º de agosto, no tenía orden judicial, sino que fue llevada adelante por la orden de Pablo Noceti, máxima autoridad del área en la zona, y que luego su deceso se produjo en circunstancias indeterminadas. Si se aceptara como válido que, en medio de una represión, Maldonado perdió su vida por obra propia, se debería aceptar que el pibe Ezequiel Demonty murió en el Riachuelo por no saber nadar -pese a que la policía lo obligó a sumergirse en esas aguas turbias-, que el pibe Luciano Arruga cruzó la autopista y murió sin tomarse en cuenta que era perseguido por sus captores policías, que los acontecimientos de los hombres y las cosas se encuentran desligados de las circunstancias en las que se erigen. En el caso Maldonado, todo sigue indicando que el Estado es responsable.

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