De su cuerpo sale música. Y el secreto de la perfecta conjunción muscular y mental mientras baila está en su poder de observación. Una paciente observación. Porque Luz Cipriota (32) es una estudiosa del movimiento.
A los catorce logró el título de subcampeona nacional en Gimnasia Rítmica. Aquellas herramientas le sirven hoy para interpretar a Bianca, la ambiciosa bailarina de El maestro (una coproducción de eltrece, Pol-ka. Cablevisión y Turner), protagonizada por Julio Chávez e Inés Estevez, su pareja en la ficción.
–¿Qué sentís al unir tus dos pasiones, la actuación y la expresión corporal?
–¡Un gran desafío! Creí que nunca lograría bailar en puntas, pero no podía dejar pasar esta gran oportunidad. Debí entrenar duro para el casting. Al recibir la propuesta, llamé a mi amigo Emanuel Abruzzo, primer bailarín del Teatro Colón. Me trajo unas zapatillas de punta y en veinticuatro horas armé una coreografía de treinta segundos. Desde entonces no dejé de bailar. Entreno todos los días.
–Tu personaje vive una historia de amor con Inés Estévez. ¿Cómo fue transitar esa situación?
–¡Increíble! La conexión que sentí con Inés y con Daniel (Barone, el director) desde el día del casting, fue determinante. La admiro desde siempre. Los dos me generaron una gran energía. El maestro me potencia, me hace sentir bendecida.
–Sos una actriz camaleónica hasta físicamente. ¿Cómo repercute eso en tu cuerpo?
–Siempre me cuidé. Tengo mi entrenadora y nutricionista (Ceci Bustamante), que me guía de cerca. La actuación afecta mucho más a las emociones. Pero soy adicta a los desafíos. Elegí este trabajo porque me permite vivir muchas vidas diferentes. Puedo hacer una serie de época en Italia, ser Tamara, la entrenadora de patín de Soy Luna o aprender a hablar ruso, portugués o italiano para tal o cual rol. He llegado a engordar diez kilos y raparme para hacer en Fox la serie de ciencia ficción 2091.
–¿Sos disciplinada?
–Muy. Mantengo la misma exigencia que cuando hacía gimnasia rítmica y entrenaba cinco horas por día, de lunes a sábado. Bianca me exigió clases de danzas diarias. Pasaba horas en punta, sin importarme que mis pies sangraran. Quería sentir lo mismo que las bailarinas. No dejo de formarme: estudio actuación con Nora Moseinco y canto con Marcelo Velasco. Continuamente se aprenden cosas.
–Tan perfeccionista… ¿tenés TOCs?
–Soy muy perseverante tras mis objetivos. Consigo todo por mi propio esfuerzo. Siempre necesito un desafío para mantenerme viva.
–¿Cuándo decidiste que actuar sería parte de tu vida?
–Durante la secundaria. Me iba muy bien con la gimnasia; de hecho, obtuve el título de subcampeona nacional. Me acostumbré al alto rendimiento. Aprendí a dejar cosas de lado –como salidas nocturnas con mis amigas– por los torneos: entrenaba cinco veces por semana. Ser deportista te enseña muchas cosas que te sirven para actuar: la perseverancia, la aceptación de que puede ser posible no ganar siempre, y el manejo de la exposición. De repente, te encontrás compitiendo y siendo evaluada por quince jueces, que te miran hasta los dedos de los pies. Mientras disfrutaba de eso (de los 14 a los 18) comencé a tomar clases de baile, canto y actuación. Me di cuenta de que lo mío era la expresión en cualquiera de esas formas.
–¿Cómo domaste la ansiedad por llegar a los medios?
–Siempre confié en mí, y así las cosas llegan. Un día invitaron a mi grupo de gimnasia a cerrar un desfile, y fue ahí que me vio Pancho Dotto. Me convocó a ser parte de su staff. Desde entonces estuve segura de que empezar a modelar me abriría puertas. De a poco empecé a sumarle un plus a mis pasadas en los desfiles. Mi aspiración no era ser modelo; entonces, me las ingeniaba para convencer a las productoras de moda para cantar o bailar sobre la pasarela. Me divertí, hasta que supe que necesitaba un representante; así llegué a los castings. Ahí logré un rol en el film Déficit, protagonizado por Gael García Bernal.
–Después volviste a Buenos Aires y no paraste más.
–Quedé para hacer Herencia de amor (2010), de Quique Estevanez. Fue una escuela. Era la primera en llegar y la última en irme. La novela duró un año y medio; súper intenso, pero gratificante. Después llegaron propuestas de productos en los que pude cantar y bailar. Hasta trabajé para el público infantil en Reinas magas. Te diría que es lo que más me llena el alma. Es de las mejores experiencias que viví. Hoy doy clases de comedia musical para nenitas, por el simple hecho del disfrute.
–¿Te queda tiempo para el amor?
–¡Siempre hay tiempo para el amor! Pero no estoy en pareja. Hoy dedico mucho a mi trabajo, a mis amigos… Hay gente de mi edad no sabe lo que quiere, y yo siempre lo tuve claro. Sólo me resta estar agradecida y disfrutar de la vida que me toca vivir en este momento.
–¿Qué asignaturas quedan?
–Tengo muchas ganas de sacar un disco y hacer un musical. Ya me siento segura para poder hacerlo.
–¿Y a nivel personal?
–Me gustaría ser madre: tengo un instinto bastante desarrollado. Pero siento que lo haría sólo si tengo la oportunidad de formar una familia.
Por Pablo Procopio. Fotos: Diego García
Producción: Audrey Liceaga. Make up: Luli de la Vega – Instagram: @delavegamakeup. Pelo: Lula Alac para De la Vega. Agradecemos a L'Abito (@labito.vestuario.alquila), Cipitria y Las Pepas