
A nadie le gusta sentir celos; mucho menos, reconocerlo. Pese a que son un sentimiento universal que todos hemos experimentado o experimentaremos en algún momento, cargan con cierto tabú. Los celos se asocian primordialmente a las relaciones románticas, pero también pueden aparecer en las amistades o en entornos laborales. Sentirlos no es negativo ni nos convierte en peores personas, pues lo determinante es lo que hacemos con ellos.
Aunque son naturales, gestionarlos de manera inadecuada puede provocar conflictos, inseguridades y malestar emocional. Aprender a controlar los celos implica desarrollar habilidades de autorreflexión, comunicación y autorregulación emocional. La psicóloga Iratxe López Fuentes explica que los celos se convierten en un problema cuando no sabemos controlarlos y terminamos haciendo daño a las personas que queremos. Para evitarlo, ofrece cinco trucos.
Responsabilidad sobre las propias emociones
El primer paso es asumir la responsabilidad de lo que sentimos. Aunque las circunstancias externas o las acciones de otras personas puedan desencadenar esta emoción, los celos son una respuesta interna basada en nuestras percepciones, inseguridades o experiencias pasadas. Reconocer esto nos permite recuperar el control sobre nuestras emociones en lugar de culpar a los demás. Asumir esta responsabilidad implica aceptar que los celos son parte de nuestra experiencia emocional, y que tenemos la capacidad de decidir cómo responder a ellos.
Reflexionar sobre qué hay bajo esos celos
Los celos suelen ser una emoción superficial que oculta otras necesidades, miedos o creencias más profundas. Reflexionar sobre lo que realmente los genera nos ayuda a comprendernos mejor y a abordar la causa raíz. Por ejemplo, los celos pueden estar relacionados con inseguridades sobre nuestra autoestima, miedo al abandono, una sensación de insuficiencia o creencias limitantes sobre lo que merecemos.
Tomarse un momento para analizar estos sentimientos nos permite identificar patrones que podemos trabajar. Preguntas como “¿qué es exactamente lo que temo perder?”, “¿esto tiene que ver con la otra persona o conmigo?” o “¿qué necesidad estoy intentando proteger?” pueden ser útiles para explorar el origen de los celos.
No evitar el sentimiento
Un error común al gestionar los celos es intentar reprimirlos o ignorarlos, pues esto no solo es poco efectivo, sino que también puede intensificar la emoción a largo plazo. Los celos, como cualquier otra emoción, necesitan ser reconocidos y validados, explica la psicóloga. Permitirse sentirlos, sin juzgarse ni castigarse por ello, es un paso esencial para procesarlos de forma saludable.
Aceptar los celos no significa que debamos regodearnos en ellos o permitir que dominen nuestra vida, sino que debemos darles un espacio para ser reconocidos. Esto puede implicar observar la emoción con curiosidad en lugar de resistencia, practicando la autoempatía.
No actuar sobre ellos
Uno de los aspectos más difíciles de gestionar los celos es resistir el impulso de actuar impulsivamente. Los celos pueden desencadenar comportamientos reactivos como confrontaciones innecesarias, actitudes controladoras o decisiones precipitadas, que con bastante frecuencia empeoran la situación y crean conflictos con la otra persona. Gestionarlos implica aprender a parar antes de actuar, dando tiempo a que la emoción se asiente y podamos tomar decisiones más racionales.
Cuando los celos surgen, una buena práctica es alejarnos de la situación por un momento, respirar profundamente y centrarnos en nuestras emociones antes de responder. Esto no solo nos protege de reacciones impulsivas, sino que también mejora nuestras relaciones, ya que permite abordar el tema desde un lugar de calma y claridad.
Hablar sobre los celos
Expresar los celos de manera honesta y respetuosa puede ser una herramienta poderosa para gestionarlos, explica la psicóloga López Fuentes, algo con lo que concuerda la psicóloga Brenda Ruano, de Avance Psicólogos. Hablar sobre lo que sentimos con la persona involucrada (solo si corresponde) permite crear un espacio de comprensión mutua y evitar malentendidos. Sin embargo, es crucial hacerlo desde un lugar de vulnerabilidad en vez de culpa o acusación.
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