No fue un día de sorpresas en la UBA. Ayer sucedió lo que se esperaba. Alberto Barbieri logró la reelección como rector con holgura –con el 75% de los votos– y renovó su mandato por cuatro años más.
En diálogo con Infobae, tras haber logrado extender su gestión, Barbieri expresó: "Este es el resultado de un trabajo, de una construcción colectiva de un espacio de docentes, investigadores, graduados y alumnos que la comunidad universitaria percibió y, por eso, nos respaldó con su voto en todos los claustros. Nos llena de orgullo y responsabilidad".
Durante su primer mandato, la UBA reflejó un crecimiento marcado en los rankings internacionales. Por caso, el QS la ubicó en el puesto 75 del mundo y como primera de toda Iberoamérica.
—¿Cómo toma el crecimiento de la UBA en los rankings internacionales?
—Yo siempre relativizo bastante los rankings. El público, en general, evalúa a veces la gestión con un número. Yo siempre digo que la complejidad de una universidad es muy difícil medirla en un guarismo. Los rankings, desde el punto de vista metodológico, tienen bastantes problemas para mostrar la realidad. No obstante, en el mundo globalizado en que vivimos, me parece muy importante que la visión que tengan de nosotros sea tan buena como es.
—¿A qué atribuye ese crecimiento?
—Trabajamos fuertemente muchos aspectos. Uno de ellos, la internacionalización, la conexión con las principales universidades en el mundo a través del tránsito de estudiantes, docentes, investigadores en programas que intensificamos en los últimos años. La UBA, con su bagaje histórico, se reforzó con esta visión de los últimos años y hoy estamos considerados de otra manera a nivel internacional.
—¿Hay proyección de mejora?
—Tiene que ver con las posibilidades de desarrollo. Uno de los puntos fundamentales tiene que ver con la inversión en educación. Posicionamos a la UBA como pionera en Iberoamérica, pero estamos siendo evaluados con universidades que tienen 5, 6 veces más inversión por alumno de la que tenemos nosotros. Un ejemplo concreto: San Pablo para 60 mil estudiantes de grado tiene 4 mil millones de dólares de presupuesto. Nosotros, para 300 mil estudiantes, tenemos 800 millones de dólares. Por más buenos que seamos, necesitamos más inversión para seguir en estos niveles.

Alberto Barbieri, de tradición peronista, era el designado por Daniel Scioli para comandar el ministerio de Educación en caso de que lograra la elección en 2015. Por eso, cuando Mauricio Macri asumió el poder, se especuló con que el diálogo sería dificultoso.
—¿Fue así?
—No, para nada. Yo en la UBA tengo más de 40 años de trayectoria y si me eligen no es por lo que decidí individualmente, lo hacen por mi carrera. Tengo una relación excelente con el Gobierno desde la óptica de cada uno. Nosotros siempre defendiendo los intereses de la universidad, con la autonomía que tenemos, pero podemos sentarnos a discutir más allá de que no siempre conseguimos un consenso. El diálogo está abierto.
—¿Qué opina sobre el anuncio de la carrera de formación docente en la Ciudad?
—Todo lo que sea para fomentar la calidad de los docentes, que logre que sea reconocido en su trayectoria académica y en su remuneración, nos parece positivo. Tendríamos que ver cómo se implementa, cómo se articula con lo que actualmente está vigente. Nos pusimos a disposición del Gobierno de la Ciudad para ayudar desde nuestro ámbito porque necesitamos tener los mejores docentes para lograr los mejores alumnos en el futuro.
—¿Le preocupa que Argentina tenga una de las tasas de graduación más bajas del mundo?
—Yo sería muy cuidadoso porque muchos estudios tratan el tema con demasiada ligereza. Las evaluaciones netamente aritméticas no tienen sentido, se deja de lado el factor de la calidad del egreso. No es lo mismo recibirse en la UBA que en una universidad X. Cuando comparamos tasa de graduación tenemos que considerar también la calidad de esa graduación porque, en el mundo en que vivimos, es fundamental.

—¿Cómo está la UBA con respecto a otras casas de estudio en graduación?
—Nosotros tenemos una tasa de graduación muy importante, cerca del 62, 63% de los que ingresan en la carrera se reciben. Estamos a nivel internacional. Lo que dificulta esa ecuación es que toman el ingreso al CBC que, en ese caso, cae el porcentaje de egresos a un 40%. Pero la verdad es que el CBC es un ciclo integrador que no debería considerarse en la tasa de graduación.
—¿Cómo se incentiva a que los jóvenes estudien las carreras más demandadas, como ingeniería?
—Cuando uno elige una carrera universitaria, lo hace con una perspectiva de una determinada cantidad de años. En la Argentina de los 90, las ingenierías estaban fuera del ámbito de pensamiento de muchos de los jóvenes. De golpe, nuestra matriz productiva necesita ingenieros, pero no es como ir al supermercado y conseguir uno. No se hacen de la noche a la mañana. Hay que lograr que las nuevas generaciones capten esa necesidad, empiecen a estudiarlo y necesitamos 10 o 15 años para conseguir la cantidad de ingenieros necesarios.
—¿En este tiempo creció la cantidad de estudiantes?
—No en cantidad, pero sí en crecimiento porcentual con respecto a los alumnos que había, las ingenierías están en la punta. Si había 10, ahora ingresaron un 30% más, o sea, 3. Proporcionalmente están ingresando más que en otras carreras.

—¿Por qué consideran necesario reformar el estatuto de la universidad?
—Estamos muy orgullosos, pero es de 1958 y evidentemente hay que aggiornarse a los tiempos que corren. Por ejemplo, en modificar la reelección indefinida del rector. Y a pesar de tener el 75% de la asamblea universitaria, respondimos al pedido de la minoría de postergar la votación.
—¿Cuáles serán los ejes de la próxima gestión?
—Seguiremos fortaleciendo los ejes que comenzamos en 2014 porque los objetivos en la universidad son de mediano plazo, validando y actualizando nuestros lineamientos de acuerdo a los requerimientos del siglo XXI. Vamos a trabajar en que haya cada vez más presencia de las TICs (las tecnologías de información y comunicación). Queremos más virtualidad, más semipresenciales y fortalecer la investigación y la generación del conocimiento. Y, sobre todo, trabajar en la inserción social. Tenemos que lograr que los académicos puedan ir a los sectores más vulnerables de la población.
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