
La Argentina es el lugar donde los gobiernos tropiezan cada cuatro años con la misma piedra: el dilema de enfrentar la crisis con dos caminos posibles de salida. El primero, ensayar un gradualismo que les ahorre costos políticos de entrada pero les estire la agonía. El segundo, implementar un shock económico de éxito igualmente incierto que en el camino anterior que les reste apoyos políticos y gobernabilidad, también de entrada.
Es la primera gran conclusión a la que llegan empresarios, banqueros y también los agentes del mercado financiero cuando analizan el panorama post electoral. Todo dependerá, claro está, de que el shock no se produzca por sí solo y del estado en que llegue la economía al 21 de noviembre, en caso de que el ministro de Economía, Sergio Massa, sea quien resulte ganador. O, caso contrario, cuál es el estado de situación al 10 de diciembre si el que triunfa es Javier Milei.
Bajo el segundo escenario, la incógnita luce más resuelta ya que si bien su plan de dolarización parece haber perdido fuerza, nadie descarta un intento de unificación y liberalización de los controles de cambios más agresivo que el que se presume tiene en carpeta su contrincante.
De ahí que, si bien el mercado cambiario volvió a entrar esta semana en una nueva suerte de calma chicha, el diagnóstico generalizado es que el dólar es igual de volátil que los votos y la tensión reaparecerá en la medida que avance el calendario electoral hacia el balotaje.
A tal punto el mercado sigue preparado para cualquier eventualidad que las entidades financieras no sólo siguen bien provistos de divisas -hay bancos que tienen en sus tesoros el equivalente de hasta 60% de las colocaciones- por si les toca enfrentar un retiro repentino de sus depósitos en dólares sino que incluso mantienen en curso el trabajo en los sistemas informáticos para estar preparados por si lo que toca es un veloz proceso de dolarización o bimonetarismo.
Aunque en las entidades hacen sus apuestas y repasan una y otra vez los diferentes escenarios con sus respectivas chances de ocurrencia, no hay proyección ni análisis ni mucho menos encuesta que brinde previsibilidad.
Paradójicamente, las mayores dudas surgen cuando se analiza el caso, que entre empresas y bancos consideran en general más probable, de Sergio Massa como el próximo presidente. ¿Aprovechará el envión de un resultado favorable pese a los pésimos datos de la economía o, por el contrario, medirá milimétricamente los equilibrios políticos entre las fuerzas que colaboraron en su triunfo?

El foco es clarísimo y no son pocos los que creen que, otra vez, prevalecerá el gradualismo si existe lugar a ello. “Si uno mira los resultados de la elección general, el aporte de votos desde la provincia de Buenos Aires es determinante. Prácticamente es la elección que hizo Axel Kicillof la que le permitió a Massa salir primero. Cuesta creer que se decida por un ajuste y plan de estabilización ortodoxo clásico”, aseguró por estos días en una charla privada el presidente de uno de los mayores bancos de la Argentina.
“En todo lo que tenga espacio, nos inclinamos a creer que va a ensayar un mix de políticas ortodoxas con mucha heterodoxia”, admitió.
Ese diagnóstico coincide con el que se repite en el sinnúmero de informes financieros que circularon entre inversores y analistas durante toda la semana. Uno de los más leídos, el de la consultora 1816, tituló el viernes “La encrucijada de Massa”. El razonamiento es sencillo: más allá de las dudas respecto a su implementación, el plan de Milei parece más claro. El del ministro de Economía, en cambio, no tanto. El corazón de las dudas, más allá del frente fiscal, es cómo resolvería el flamante presidente el intríngulis cambiario.
Otra vez, se pregunta el informe, si el hoy funcionario sería proclive a una acelerada liberalización que acomode precios relativos, con fuerte impacto en la inflación y pobreza que le esmerilaría el apoyo político pero le permitiría ilusionarse con “brotes verdes” en el segundo semestre o, tal vez, se incline por profundizar desdoblamientos, lo que conllevaría menor costo social pero también la amenaza de terminar en una continuidad del escenario actual, con el agravante de una deuda cada vez más difícil de administrar.
Para algunos analistas, como el caso del equipo de Delphos Investments, la incógnita está más resuelta: “En caso de que el oficialismo triunfe en el balotaje se abre un abanico de medidas económicas que podríamos englobar en una continuidad con los cambios necesarios”.
Resulta claro, opinaron que el próximo gobierno deberá hacer frente a algunas decisiones difíciles en materia cambiaria, de precios regulados y de gasto público, exacerbado por las medidas de campaña.
“La velocidad del ajuste estará condicionada tanto por el equilibrio político interno luego del 19 de noviembre como las condiciones externas que enfrente la Argentina”, advirtieron los economistas de Delphos.
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