
Con la nueva escalada de ayer, el dólar libre ya subió 33% en lo que va del año y ahora supera la inflación acumulada en los primeros cuatro meses del 2023, que rozaría el 30%. La aceleración de los últimos días refleja que no fueron solo las internas palaciegas las que presionaron sobre el tipo de cambio, sino especialmente los desequilibrios cada vez más marcados que acumula la economía argentina.
La pregunta del millón es, como sucede en estos casos, dónde va a parar. Puesto de otro modo: ¿se trata “simplemente” del ajuste de la cotización para no perderle pisada a la inflación o es apenas el inicio de una crisis cambiaria cuando se aproximan las PASO?
Es posible que se trate de una mezcla de ambos factores. Por un lado, no tenía mucha explicación que el tipo de cambio permaneciera planchado, mientras la inflación ya corre a más del 7% mensual. Pero a esto se agrega la incertidumbre típica de los períodos preelectorales, siempre acompañados por una fuerte demanda de divisas.
La brecha cambiaria saltó ahora al 110%, tomando en cuenta el cierre del dólar libre a $ 462 y el oficial a $ 220. De esta forma, se aproxima al peligroso nivel de 120% que ya tocó dos veces durante el gobierno de Alberto Fernández.
En ambas ocasiones hubo reacción para llevar cierta tranquilidad. La primera vez en octubre de 2020, en medio de la fuerte emisión monetaria generada por la pandemia. En ese momento Martín Guzmán anunció un fuerte programa de control del gasto y achicamiento del déficit que tuvo efecto rápido: el dólar pasó en pocas semanas de $ 195 a menos de $ 140.
La segunda oportunidad fue durante la breve gestión de Silvina Batakis, reemplazante de Guzmán en medio de una fuerte crisis política. La llegada de Sergio Massa también sirvió para aquietar las aguas, en ese momento también con un discurso vinculado al control de las cuentas públicas y el fortalecimiento de las reservas.
El ministro de Economía fue consiguiendo nuevos “conejos de la galera”, por ejemplo con el dólar soja, la renegociación de metas con el FMI y la recompra de deuda. Pero hoy no está claro si podrá convencer al mercado para frenar la escalada del tipo de cambio.

El objetivo de Massa por estas horas es mostrar que está en condiciones de conseguir dólares frescos para mejorar el nivel de reservas y ayudar a estabilizar el mercado. Por ahora son algunos desembolsos a cuentagotas de organismos, fondos chinos para construir las represas en Santa Cruz, alguna promesa de inversión como la de Chevron en Vaca Muerta y la posibilidad de volver a negociar con el FMI para acelerar el cronograma de desembolsos.
En cambio, parece mucho más difícil a esta altura prometer lo que en las otras ocasiones sí dio resultado, que es un achicamiento del déficit fiscal y un mayor control del gasto público. El primer trimestre mostró un fuerte deterioro fiscal y los analistas revisaron sus pronósticos: de un déficit fiscal de 1,9% del PBI comprometido ante el FMI se pasaría a uno de casi 3,5%.
Semejante agujero en las cuentas públicas solo puede significar una cosa: mayor emisión y posiblemente también más endeudamiento. No es sorpresivo que los inversores hayan reaccionado en consecuencia ante la evidencia de una expansión monetaria que no para de crecer.
El deterioro fiscal no se explica, al menos en mayor medida, en un aumento irresponsable del gasto, sino en los efectos que ya está provocando la histórica sequía que enfrenta la Argentina. Los números muestran un deterioro en los ingresos por retenciones, ante la caída de las exportaciones del sector agropecuario.
Un aumento adicional del tipo de cambio para llegar a la brecha del 120% implicaría un aumento del dólar por arriba de los $ 500. Economistas como Fernando Marull señalan que el actual nivel ya de crisis, comparable con otros momentos dramáticos de la Argentina, como los $ 4 de la salida de la Convertibilidad. Sin embargo, para volver a los niveles equivalentes a julio de 2022 tendría que subir a $ 540. Siempre se puede estar peor.
La suba de los dólares financieros y de la brecha en los últimos días le echará más leña al fuego de la inflación. Muchas empresas remarcarán sus precios haciendo las cuentas a un tipo de cambio de $ 450 o directamente de $ 500 para tener un colchón en los próximos meses.
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