Mil veces Messi

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Lionel Messi REUTERS/Bernadett Szabo
Lionel Messi REUTERS/Bernadett Szabo

Todos corren. A unos se les advierte aquella habilidad admirable. Otros tienen fuerza, parecen de acero. Hay quienes sorprenden con la altura que logran sus saltos y sobre todo el cabezazo posterior. No faltan los que raspan, garantizando la inexpugnable defensa. Obviamente están los jugadores veloces, cuyo paso parece una exhalación. Pero solo hay uno que juega a otro juego y puede hacer todo eso en diferentes momentos de un mismo partido.

Se trata de alguien que le pone luz en la oscuridad, aire en un pozo, agua en la llanura, sombra bajo el sol y salvataje en la tempestad. Lo tenemos nosotros, se llama Lionel Messi y acaba de consumar su partido número mil, lo que implica mil prodigios, mil deleites, mil sensualidades, mil disfrutes. El fútbol por mil.

Él hace más expertos a los jóvenes, y más jóvenes a los expertos: con él todos juegan mejor y algunos, como Julián Álvarez, recordarán cuando sean estrellas del fútbol mundial y decidan retirarse que jugaron a su lado, y que a su lado crecieron, maduraron y se consagraron.

Si es cierto que había 35.000 argentinos en un aforo de 42.000 espectadores es porque viajar hasta la costosa y lejana Qatar garantiza el testimonio inmortal de poder decir mañana “yo vi a Messi en un Mundial”.

La verdad es que el suspenso y cierta incertidumbre no pueden negarse, sobre todo en esa última jugada cuando el Dibu se recibió de Fillol y le atajó lo que parecía el gol del empate al pibe Kuol. También eso había falta, porque en los partidos frente a México, Polonia y éste, con Australia, teníamos la noción de un equipo con prolija tenencia del balón, salida rápida, agresividad en el área y convicción. Pero nos faltaba saber lo que todo gran equipo debe mostrar: la solidez de su defensa y la capacidad de su arquero. En ambos casos, hemos pasado la prueba de la defensa en altura, con Romero y Otamendi, y la prueba de fuego del arquero con la atajada de Emiliano Martínez, que son aquellas circunstancias que definen si un equipo tiene con qué llegar al día final de un campeonato.

Es probable que el partido nos haya dejado algunos puntos a revisar. A qué equipo no. Tal vez el muy buen conductor que está resultando Lionel Scaloni -¿por falta de experiencia?- no tuvo en cuenta que los cambios hay que ralentizarlos al máximo posible, toda vez que habiendo empate hay alargue. Y en estos partidos físicos, el aporte de la frescura debe tener escalas muy bien pensadas. Si ellos hubieran llegado a igualarnos, nosotros tendríamos una probable falta de respuestas físicas dado el agotamiento de jugadores fundamentales como Messi, De Paul y los defensores. Pero fuera de esto, y a esta altura de la competencia mundial, Scaloni y Messi están logrando que el equipo tenga estilo y ductilidad. Estilo para llegar al arco contrario, poseer el balón y jugar corto, y ductilidad para adecuarse a la propuesta del adversario.

Nos espera un adversario sumamente difícil con quienes hemos constituido un moderno clásico del fútbol mundial. Un equipo que, con el mismo espíritu de Van Gaal nos humilló en el Mundial de 1974 y aquí de la mano de Menotti le ganamos la apasionante final de 1978. Desde entonces, hasta ahora los Holanda (Países Bajos)-Argentina, han quedado registrados en la historia como enfrentamientos de altísimo nivel.

Cuando nos ganaron ellos tenían a Johan Cruyff, cuando los vencimos nosotros teníamos a Kempes. Y ahora, que de aquella fantástica generación de los jugadores holandeses sobre quienes Van Gaal tuvo una enorme influencia ya no queda nadie, nosotros tenemos para proponer al mejor de todos: Lionel Messi.

Si los mil partidos jugados hasta ahora fueron mil goces en cualquier cancha del mundo, ojalá que inicie la próxima centena regando el campo con su genialidad, su solidaridad y su arte tan singular.

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