
Cada cuatro años hay un paréntesis en el calendario. Se abre el 14 de junio de 2018 y se cierra 32 días después, el 15 de julio. En ese período, un agujero negro del tiempo, ocurre un Mundial de fútbol. De su profundidad cultural y de su penetración social se han escrito páginas enteras. El interés reside en saber qué pasa en el fútbol como propiedad espiritual de las personas y en el Mundial como punto de ebullición de la exaltación popular.
Las victorias y las derrotas son cosas sabidas, o información de fácil acceso. Lo que pasa detrás de escena son relatos ocultos, cubiertos por recelo, por la acumulación de los años, por la tela prohibitiva de la cábala. Y en Argentina, donde el fútbol, las anécdotas y las historias mínimas conforman el patrimonio cultural de la nación, sobran reseñas sobre curiosidades y cuentos insólitos que sucedieron en el marco de una Copa del Mundo.
Luciano Wernicke investigó y rescató acontecimientos inverosímiles. Descartó las cronologías y las estadísticas de Argentina en Mundiales, prefirió contar actos menores que constituyen el tamiz, el temple de lo que sucedió cuando la selección se embarcó en un sueño mundialista. Escribió "Historias insólitas de la Selección argentina" y cuando una perdida vez se usó una camiseta amarilla, cuando Bilardo eligió al primer convocado para Italia 1990, cuando el Matador se afeitó los bigotes.
El IFK Malmö

La tarde del domingo 8 de junio Argentina debutaba con Alemania Occidental en el Mundial de Suecia de 1958. Cuando los equipos salieron al campo de juego del estadio del FF Malmö, el árbitro inglés Reginald Leafe advirtió que las franjas blancas y celeste claro de la camiseta argentina podían confundirse con el blanco limpio de las casacas alemanas.
El juez convocó a los capitanes y por medio de un sorteo se determinó que Argentina debía buscar una indumentaria alternativa. La delegación no tenía una camiseta suplente, por lo que debió aceptar un préstamo que le ofreció un dirigente del club IFK Malmö, un equipo modesto de la ciudad y tradicional rival del club anfitrión.

Argentina lució ese partido una camiseta amarilla. Sólo ese partido, nunca más la volvió a usar. Tal vez la historia hubiese sido otra si Alemania no le hubiese ganado al combinado argentino por 3 a 1. A los dos minutos, Omar Oreste Corbatta había puesto en ventaja al equipo dirigido por Guillermo Stabile, goleador del Mundial del 30 y por entonces entrenador de la selección. Un doblete de Helmut Rahn y un gol de Uwe Seeler convirtieron a la camiseta amarilla del IFK Malmö en un mal recuerdo.
"Déjenme pasar"
Argentina jugó un amistoso con Escocia en Glasgow el 28 de marzo de 1990, tres meses antes del inicio de la Copa del Mundo de Italia. En la derrota 1 a 0, Carlos Bilardo sacó algunas conclusiones. El técnico había volado hacia Londres con algunos pocos futbolistas del medio local: Pedro Monzón de Independiente, Sergio Batista de River y Néstor Fabbri de Racing. Allí se reuniría con otros jugadores que competían en equipos europeos: José Basualdo llegó desde Alemania, Oscar Ruggeri, Jorge Valdano y Nery Pumpido lo hicieron desde España, Gabriel Calderón y Jorge Burruchaga arribaron desde Francia.

Pedro Troglio, Claudio Caniggia, Gustavo Dezotti y Néstor Lorenzo jugaban a la liga italiana. Se encontraron en el aeropuerto de Roma para viajar con destino a la capital británica. Durante el vuelo -cuenta Wernicke en el libro "Historias insólitas de la Selección argentina"- Lorenzo le preguntó a Troglio qué era ese timbrado extraño que tenía en el pasaporte. El ex mediocampista de River le explicó que se trataba de la visa que, en ese tiempo, se exigía a los argentinos para ingresar al Reino Unido. El defensor no había realizado ese trámite, fundamental para superar los controles migratorios. Troglio, Caniggia y Dezotti ingresaron al país sin inconvenientes. A Lorenzo le negaron la entrada. "Somos de la selección argentina, déjenme pasar", vociferó desesperado y con lágrimas en los ojos. Los agentes, conmovidos, analizaron la situación del supuesto futbolista: en los sellos del pasaporte y en el pasaje de regreso, dos días más tarde, comprobaron que era un jugador argentino que se dirigía a enfrentar a Escocia. Lo dejaron pasar.
Néstor Lorenzo no jugó ese amistoso, pero sí vistió la camiseta argentina número 13 tres meses después en el Mundial de Italia 1990. El acontecimiento en Londres fue suficiente para convencer a Bilardo, quien antes de abordar el avión rumbo a Glasgow, convocó a todos los integrantes del grupo para comunicar su decisión: "En la lista del Mundial de Italia, el número uno es Néstor Lorenzo. Este tipo es vivo, está preparado para cualquier cosa, hizo lo imposible para jugar con la Selección. ¡Es un fenómeno!".
La maldición del bigote

Mundial de 1978: Argentina salió campeón del mundo por primera vez en la historia y Mario Alberto Kempes se consagró goleador del torneo por haber convertido seis tantos. Pero en los primeros tres partidos del grupo inicial su contribución en concepto de goles había sido nula. El delantero cordobés era el único futbolista que no jugaba en el campeonato local. Se desempeñaba en el Valencia de España, donde se había coronado por dos años consecutivos el Pichichi, máximo goleador de la Liga en las temporadas 1976/77 y 1977/78.
Llegaba con pergaminos de goleador y un pronunciado bigote. Frustrado, una mañana escuchó con atención las sugerencias de César Menotti: "Mario, ¿por qué no se los afeita, a ver si le cambia la suerte?". Su ex compañero en Rosario Central Daniel Killer fue menos diplomático y más temperamental: entre insultos le recordó que en Central y Valencia se había cansado de marcar "porque estabas afeitado".

Dos horas antes del partido contra Polonia, Kempes se rasuró los bigotes, marcó los dos goles de la victoria por 2 a 0 e incluso salvó la caída de su arco con un manotazo, suceso que derivó en un penal que Ubaldo Fillol le atajó al capitán rival Kazimierz Deyna. El Matador repitió el ritual de afeitarse antes de cada partido. El desenlace es recordado: máximo goleador del torneo y dos gritos vitales para que Argentina le ganara la final a Holanda por 3 a 1 en el Estadio Monumental.
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