Detalles y curiosidades de la transformación deportiva y cultural que produjo Julio Lamas en la selección japonesa de básquet

El entrenador argentino clasificó al combinado asiático al Mundial de China y aseguró la participación en los Juegos Olímpicos que lo tendrán como anfitrión el año que viene. Sus secretos para dirigirlo hacia el éxito

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Los secretos del éxito de la selección japonesa, según Julio Lamas (Foto: Agustina Klix)
Los secretos del éxito de la selección japonesa, según Julio Lamas (Foto: Agustina Klix)

Hace dos años armó sus valijas y voló. Lo único que conocía de Japón era el sushi, que degustaba de vez en cuando en Argentina, además del historial escaso en Mundiales y Juegos Olímpicos del combinado nacional de básquet.

Cuando le propusieron embarcarse en esta aventura, Julio Lamas mostró rechazo, pero la insistencia del director deportivo japonés, Tomoya Higashino, rindió frutos. El desafío de tener que ser cabeza de un proyecto deportivo y de gestión terminaron de motivarlo. "Hace tres años no hubiera imaginado estar viviendo en Japón. No era un plan, fue una sorpresa", da un anticipo de lo que relatará el entrenador que comandó a la selección argentina, Boca, Real Madrid y San Lorenzo, su último club.

En una entrevista mano a mano con Infobae, compartió detalles increíbles que reflejan la diferencia cultural entre Sudamérica y Asia, Argentina y Japón, un básquet de un mundo y el de otro. Las claves del éxito del hombre que condujo a los nipones a un Mundial después de 21 años y aseguró su participación en los Juegos Olímpicos que los tendrán como anfitriones en Tokio 2020, proyectando el Mundial 2023, objetivo superador.

La selección japonesa de básquet se clasificó a un mundial después de 21 años (Foto: FIBA)
La selección japonesa de básquet se clasificó a un mundial después de 21 años (Foto: FIBA)

¿Cómo te convenciste de ir a Japón para dirigir a una selección tan distinta en todo aspecto?
Me encantó el desafío y tener enfrente la chance de vivir una experiencia interesante, tanto en lo profesional como en lo personal. Fue una intuición, un impulso, esa sensación de tomar una apuesta diferente en mi carrera. No fue planeado, fue sorpresivo. Es el desafío más grande de mi carrera, no a nivel deportivo, sino como líder de personas o gestor de grupo.

¿Cuándo tomaste la decisión de aceptar el reto?
Yo estaba dirigiendo a San Lorenzo cuando me vino a buscar el director deportivo de la JBA (federación japonesa de básquet) y me contó de su proyecto. Ellos buscaban un relanzamiento del deporte, admiran mucho el básquet americano y querían copiarlo, pero no tienen los mismos atletas. Entonces pensaron en el Mundo FIBA y optaron entre un entrenador argentino por sobre un español o un serbio, que eran las otras opciones.

¿Por qué creés que te eligieron a vos?
El director deportivo es un gran admirador del básquet argentino, lo conocí en 2011 y años después me vino a hablar para este proyecto. Entendía que agudizando el ingenio se podía armar algo similar a lo de Argentina en básquet, aunque con menos estructura o logística que en los países desarrollados. A mí todo eso me llamó la atención. En una entrevista declaró que una de las razones de mi elección era por habérmelas rebuscado para competir a nivel mundial pese a las diferencias de talla con otros equipos.

Pero le contestaste que no…
La primera vez estuvo tres días, me contó y explicó todo, pero yo estaba enfocado en San Lorenzo. Cuando vino por segunda vez con otra propuesta, siempre con el permiso de Marcelo Tinelli (vice del Ciclón), hablamos y recién a los seis meses le di mi respuesta afirmativa. Se tomó bastante tiempo para poder convencerme.

¿Cuánto cambió tu vida desde tu llegada a Japón?
Es la primera vez que voy solo sin que mi familia se traslade, aunque mi mujer y mis hijos vinieron un par de veces y yo también viajo a Argentina. Mi familia siempre es prioridad y esto fue un crecimiento para ellos, como cuando vivimos en Madrid. Es diferente, pero nos da una oportunidad de conocer otra cultura y cosas nuevas que nos hacen mejores.

El estratega de 54 años lleva adelante su segunda experiencia en selecciones: antes tuvo dos ciclos en Argentina (Foto: Agustina Klix)
El estratega de 54 años lleva adelante su segunda experiencia en selecciones: antes tuvo dos ciclos en Argentina (Foto: Agustina Klix)

¿En lo deportivo también se nota el choque cultural?
Tuve que hacer una adaptación grande para funcionar en un lugar que es totalmente opuesto al nuestro. Las cosas que me servían con los jugadores de acá, no me servían con los de allá. Cuando iban 4 ó 5 meses y habíamos perdido los primeros cuatro partidos jugando mal, me dije '¿habré hecho bien en venir? ¿podré ayudar a esta gente?'. Entonces me di cuenta de que tenía que conocer el básquet y la cultura japonesa. Entender y hacerme entender yo. Buscar herramientas. No les pedí a ellos que se adaptaran a mí y jugaran como Argentina, más bien construí una manera japonesa de jugar, con estilo y costumbres del básquet FIBA, pero adaptada a cómo son ellos: inteligentes, trabajadores y disciplinados.

Entonces vos tuviste que adaptarte a ellos, más que ellos a vos…
No tengas dudas. Para producir cambios me adapté yo. Ojo, no quise cambiar la cultura y el deporte japonés, pero sí que los 20 que integramos el plantel y cuerpo técnico aprendamos e incorporemos algunas cosas para funcionar dentro del básquet internacional.

¿Y qué cambios produjiste?
Por ejemplo, en los contactos que se necesitan en el básquet para los rebotes, cortinas y penetraciones. Ellos no tocaban a los rivales y fue un proceso darme cuenta. Principalmente porque pensaban que era foul y ellos, cosas ilegales, no hacen. Entonces les empezamos a mostrar videos de los jugadores a los que admiran haciendo contactos legales para que los copiaran. Y en base a eso armamos ejercicios. Lleva tiempo pero ya estamos en camino.

¿A lo extrabasquetbolístico también apuntaste?
Para mí es fundamental conocer a los jugadores y se me hace fácil cuando es argentino o español porque tengo muchos puntos en común. Los japoneses se expresan de otra manera. En el lugar de trabajo ellos no rompen el hielo y no tienen confianza para decirte lo que piensan porque sos la autoridad. Me pasó de reunirme a almorzar con Makoto Hiejima, uno de los mejores. Le pregunté si quería sushi y me dijo que sí. Estábamos por comer y me llamó el jefe del equipo diciéndome que él tiene alergia al pescado. ¡Aceptó comer sushi para no rechazarme! Se manejan totalmente distinto a lo que es el jugador argentino.

¿Cómo llegaste a ganártelos para mejorar tu relación?
Debía generarles confianza. Los japoneses no se tocan para saludarse, no se dan la mano, un abrazo o un beso. Cuando yo los tocaba, porque soy argentino, soy afectivo y es mi manera de mostrar que los quiero, ellos se quedaban duros, no sabían qué hacer. Les fui explicando que esos gestos quieren decir que somos compañeros, que estamos juntos, que los quiero… Hoy, los que estuvieron desde un primer momento, se ríen. Cuando los abrazo veo sus miradas, les llama la atención pero tienen identificado que es una forma de comunicarme. Ante la dificultad del idioma, esto nos sirve para los partidos. Ya construimos un vínculo.

Llevó su tiempo, pero el entrenador argentino generó un vínculo de confianza con sus dirigidos (Foto: FIBA)
Llevó su tiempo, pero el entrenador argentino generó un vínculo de confianza con sus dirigidos (Foto: FIBA)

¿Cuán importante es el traductor para la rutina diaria y en los partidos?
Es clave, es parte de nuestra vida permanentemente. El nuestro es un argentino hijo de asiáticos que a los 25 años se fue a Japón y está allá desde hace once. Lo elegí porque él interpreta hasta mis emociones y eso me suma. Los entrenamientos se escriben en inglés y japonés, ya que algunos de los jugadores entienden ambos idiomas. También mis ayudantes, que saben japonés, traducen desde el inglés con la inmediatez necesaria durante los partidos. Eso es fundamental para nuestra comunicación.

¿Con qué plantel te encontraste y cómo evolucionó hasta hoy?
Perdimos los primeros cuatro partidos de las eliminatorias y en el quinto, ante Australia, debutaron el americano naturalizado Nicholas Fazekas y Rui Hachimura (milita para los Bulldogs de Gonzaga en el básquet universitario estadounidense). Ese día el chico hizo 25 puntos y les ganamos a los australianos por primera vez en la historia. Cambiamos la dinámica de negativa a positiva y nos sirvió el baño de confianza: si vencimos al mejor de la región, entonces podíamos con los demás. Crecieron las esperanzas y derrotamos en fila a los otros siete rivales que quedaban, con una victoria inédita como visitantes de Irán. No solamente logramos la clasificación al Mundial de China, sino que aseguramos la plaza en Tokio 2020.

Lamas cuenta que hubo un clic con el upgrade en la talla que hizo Japón el año pasado. Una vez que pudieron naturalizar al norteamericano Fazekas (2,11 m), y que sumaron al NBA de los Memphis Grizzlies, Yuta Watanabe (2,06 m), promovieron a Hachimura (2,03) y elevaron el promedio de altura. El combo incluyó también un corrimiento en las posiciones 3, 4 y 5.

Las cuentas fueron básicas: la población argentina le saca un centímetro de ventaja en promedio a la japonesa; y la selección de básquet le lleva 8 centímetros. Históricamente el vóley nipón se quedó con los deportistas más altos. Hoy su baloncesto levantó la guardia.

Otra de las curiosidades que rozaron el límite de lo cultural y lo deportivo fue la promoción de Rui Hachimura, figura que no era tenida en cuenta por tener edad de universitario. Era mejor que muchos mayores, pero desde la federación entendían que debía egresarse antes de formar parte del seleccionado superior. Allí fue cuando el entrenador hizo entender que la edad no es una jerarquía y que en el deporte no cuentan los años sino el talento. Y por fin subieron de rango al alero que tenía 19 años en ese entonces.

Lamas junto a Kazunori Kosaka, presidente del Jardín Japonés, durante su última visita a Argentina
Lamas junto a Kazunori Kosaka, presidente del Jardín Japonés, durante su última visita a Argentina

Lamas, en plena entrevista, pide un vaso de agua. Atraviesa un raid de notas que incluye a este medio y sus energías están a medio exprimirse. No obstante, el deseo de compartir sus vivencias en Japón lo entusiasman tanto que da un par de sorbos, recarga su batería corporal y retoma la charla.

La vara de Japón en los Mundiales está baja pero la expectativa por participar después de tanto tiempo es alta. ¿Cómo lidiar con esos extremos?
Veremos cómo se presenta todo cuando llegue el momento de jugar. Japón nunca jugó contra el Dream Team y nunca le ganó a un equipo europeo, apenas tiene cinco victorias en mundiales (cuatro a americanos y una a un equipo africano). Salimos de pelear en Asia con medios medianos para pelear con los pesados. Debemos llegar al duelo con Turquía -el otro adversario de la zona es República Checa-, competir todos los minutos posibles y ver si le podemos ganar. El objetivo es ese, estar a la altura e intentar ganarle.

¿La idea es foguearse en el Mundial de China para llegar con más roce a Tokio 2020?
No. Aunque es lógico lo que decís, este certamen es para competir. Está claro que el equipo buscará más cosas que el resultado. En el juego olímpico seremos cabeza de serie y no habrá la misma dificultad que en este mundial. La idea principal del proyecto de la JBA fue preparar a un equipo que tenga un papel digno en Tokio. El objetivo a corto plazo es el Mundial de China, a mediano plazo los Juegos Olímpicos y, a largo, el Mundial 2023.

¿Cuánto te lamentaste cuando a Japón le tocó Estados Unidos en la zona y cuánto te lamentarás si se cruza con Argentina?
Son distintos lamentos, dos emociones distintas. Ojalá nunca juguemos un partido oficial contra Argentina. Imagino que eso debe tener un costo emocional que me gustaría evitar. Con el Dream Team, en lo deportivo, obviamente no me alegré. Pero en lo que significa para Japón la promoción y difusión del básquet, en este momento de crecimiento, entiendo que será muy positivo.

Mundial de China 2019, Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y Mundial 2023, los objetivos de Lamas en la selección japonesa de básquet (FIBA)
Mundial de China 2019, Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y Mundial 2023, los objetivos de Lamas en la selección japonesa de básquet (FIBA)

¿En qué nivel está la liga japonesa respecto a la NBA, Europa y Argentina?
Varios escalones por detrás. Ojo, varios, en lo deportivo. La B. League está en su tercer año y es opuesto a la argentina en todo, tanto virtudes como defectos. Afuera de la cancha tienen un altísimo poder de sponsoreo, cuentan con buenos estadios y acude mucho público porque son muy consumidores del producto del entretenimiento. Van al vóley, fútbol y básquet. Respecto al show, fuera de Estados Unidos son de lo mejor: los audiovisuales son increíbles, para eso son expertos. Lo que tiene que mejorar es el producto adentro de la cancha. El básquet japonés, desde las categorías formativas, debe hacer un upgrade en la talla. Con eso y cuando pase el Mundial, creo que habrá un mejor nivel.

¿Invertirán los japoneses en el básquet como hicieron los chinos en el fútbol?
Pienso que pasará eso. El management de la organización de la liga y de cada club es profesional, copian a los americanos. Las principales marcas tienen un equipo. En este momento se están construyendo tres estadios de aproximadamente 15 mil personas. Traerán jugadores y entrenadores que aporten para este crecimiento. Hasta ahora se fijaron un 99,9% en jugadores americanos, muchos ex NBA en el último tramo de su carrera.

¿Tu llegada a Japón abrirá las puertas al básquet argentino y sudamericano?
Sí. Los entrenadores argentinos pueden tener a Japón como meta. Está claro que el objetivo superador es la Euroliga, pero Japón, Asia, China, Filipinas y Australia pueden ser opciones interesantes, son sitios emergentes para el básquet. Acá son líderes mundiales en sponsoreo, son muy consumidores del deporte y seguirá creciendo mucho en los próximos años.

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