El argentino detrás de las misiones a Marte ahora sueña con Júpiter

De estudiante en un colegio técnico de Almagro a ingeniero jefe en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, esta es la historia de Miguel San Martín y de su camino para alcanzar el sueño de ser parte de los desarrollos más importantes en la carrera de la humanidad para explorar el espacio. Por Nadia Nasanovsky.

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Miguel San Martín, fellow del JPL de la NASA.
Miguel San Martín, fellow del JPL de la NASA.

Sin saber mucho inglés y sin conocer nada de los pasos a seguir para inscribirse en una universidad, Miguel San Martín viajó a EE. UU. un par de meses después de haber terminado el secundario. Con un alto nivel de conocimientos de electrónica y mucha perseverancia, tras algunos tropiezos propios de la edad y falta de experiencia, encontró su lugar en una carrera que lo llevaría, casi sin escalas, a lo más alto de la ingeniería aeroespacial del mundo.

En diálogo telefónico con DEF, San Martín hizo un recorrido por su biografía, desde sus comienzos como "un adolescente bacán" de Buenos Aires, pasando por sus años de liderazgo en las distintas misiones de la NASA a Marte, hasta su presente como fellow del Jet Propulsion Laboratory. También dio detalles de sus esfuerzos para enviar un vehículo a la superficie de Europa, una de las lunas de Júpiter, donde esperan encontrar formas de vida superiores a la microbiana.

-¿A qué está abocado actualmente dentro de la NASA?
-Actualmente, dedico la mayor parte de mi tiempo a un estudio en el que estamos trabajando, a la espera de su aprobación para que se transforme en una misión: mandar un vehículo a la superficie de Europa, una de las lunas de Júpiter, que tiene más agua líquida de la que hay en la Tierra. Tiene todos los elementos necesarios para la vida, así que puede ser que haya vida, y uno se puede imaginar que es una vida más avanzada que la de los microbios. Hay muchos científicos que piensan que es un lugar más interesante que Marte desde el punto de vista de la Astrobiología.

-¿En qué estado se encuentra esta iniciativa?
-Tenemos muchas esperanzas. Hay un congresista republicano de Texas que es fanático de la astrobiología y de la vida en Europa. Él ha sido el gran promotor de esta misión. Pero esto es algo a largo plazo, que me está agarrando al fin de la carrera, sería la última misión.

-¿Cuánto tiempo llevaría esta misión, en caso de aprobarse?
Estamos apuntando a 2025-2026 para el despegue, para llegar a Júpiter en 2030 y aterrizar en 2031-2032. Algunas de estas misiones son así. He tenido la suerte de trabajar en misiones a Marte, que son relativamente rápidas. La más rápida fue Pathfinder, que llevó 4 años más o menos, luego Spirit y Opportunity, que fueron 4 años; Curiosity iba a llevar 6 años y resultaron ser 8.

San Martín fue responsable del desarrollo del software de la misión Curiosity, que llegó a Marte en 2012. Foto: NASA.
San Martín fue responsable del desarrollo del software de la misión Curiosity, que llegó a Marte en 2012. Foto: NASA.

-¿Cuándo empezó a trabajar en la NASA?
-Hace 32 años. Es el único trabajo que tuve. Terminé la universidad y me contrataron directamente desde el MIT.

-¿Cuál fue su primer puesto allí y cómo evolucionó su carrera?
-A mí me contrataron para trabajar en el Proyecto Magallanes, una misión muy exitosa que se puso en órbita alrededor de Venus. El planeta está cubierto de una atmósfera muy espesa, con cámaras no se ve nada, así que hubo que llevar un radar que pudiera penetrarla para poder realmente estudiar el suelo de Venus. Esa era la misión. Me contrataron en el departamento de navegación. Fue una historia medio traumática porque yo toda mi vida había apuntado a entrar al JPL (Jet Propulsion Laboratory), desde que salí del colegio, y había logrado mi objetivo…. ¡Pero odiaba a mi jefe! Era buen tipo, pero técnicamente me parecía bastante flojo, y al año de estar ahí, me cambié de departamento, pasé al de Guiado y Control, donde estoy ahora.

-¿Cómo logró hacer realidad el sueño de trabajar allí?
Es importante tener persistencia, no dejarse derrotar, y esperar a que llegue el momento exacto. En ese caso, yo podría haber mandado todo al diablo e irme a trabajar a otro lado, pero persistí. En mi nuevo lugar dentro de JPL, respetaba más a la gente en el aspecto técnico, pero tampoco fue el trabajo soñado, ninguno lo es. Apareció la misión a Saturno, Cassiny, muy grande, que era perfecta para aprender, pero era una misión muy compartimentalizada, hacías lo tuyo, lo documentabas, lo mandabas a otro y listo. Estaba bueno, pero yo pensaba que iba a ser más divertido.
Yo naturalmente soy una persona curiosa, entonces cuando iba a reuniones de otros proyectos y escuchaba problemas, me metía, y por suerte la gente era bastante flexible, me permitían contribuir. Así, por meterme, fui avanzando, me fui haciendo una cierta reputación, y cuando apareció la oportunidad, ‒porque hay que tener suerte, y que la oportunidad exista‒, la reputación que me había hecho hizo que, cuando llegó la misión de mis sueños, yo estuviera en el lugar correcto. Yo me movía siempre impulsado por la curiosidad y para entretenerme, porque para mí, mi trabajo es mi entretenimiento, es un hobby, me pagan pero es un hobby. En resumen: hay que seguir lo que a uno le gusta y estar atento a agarrar las oportunidades en cuanto surgen.

-¿Cual fue la misión de sus sueños a la que se refiere?
-Pathfinder. Había trabajado en la misión Cassiny, la estaba terminando, había aprendido mis primeras herramientas con ella, pero era un ensamblado en serie, no podía ver más allá, y a mí me gusta hacer todo, no solo escribir los algoritmos matemáticos y probarlos, sino también seguir ese producto a través de todas las etapas hasta que llegar a la nave espacial. Por eso es que digo que no me divertía mi trabajo en Cassiny.
Pathfinder fue la primera misión en aterrizar en Marte después de Viking, que fue una misión que a mí me había inspirado mucho de chico. No teníamos plata para hacer esta misión, había que buscar una forma más económica para hacerla, con equipos más reducidos… Se buscaba gente que supiera darse vuelta. Así aparecieron con el concepto de "craddle to grave" (de la cuna a la tumba), iba a haber un núcleo de ingenieros que iban a estar desde el principio hasta el final, es decir, hacer el diseño inicial, hacer las pruebas y después volar la nave, desde el centro de control. El proyecto me calzaba perfecto, el problema era que la gente era escasa, muchos estaban trabajando en Cassiny. Cuando llegó el momento de buscar quién iba a estar a cargo del guiado y control, que era mi tema, me llamaron a mí. Me pusieron a cargo de la parte técnica de la misión. Eso me dio mucha visibilidad y me permitió hacer carrera. Fue un gran éxito. Me hice de mucho renombre y a la vez me di cuenta de que uno se podía divertir y al mismo tiempo contribuir a la misión.

San Martín entró a trabajar en la NASA recién recibido del prestigioso MIT.
San Martín entró a trabajar en la NASA recién recibido del prestigioso MIT.

-¿Cuáles eran sus responsabilidades?
-A Pathfinder la seguí "hasta su tumba" en el centro de control. Fue mi primer aterrizaje en Marte y seguí la nave los tres meses que estuvo en la superficie del planeta. Estaba diseñada para durar un mes y ¡duró tres! Fui responsable de Pathfinder desde el momento cero. Hay tres fases: la etapa crucero, que es la ida a Marte, que implica controlar la nave, corregir la trayectoria, lleva bastante software; después viene la fase de EDL (Entry,Descent, and Landing), como le decimos, que son los 7 minutos de terror de aterrizaje, que es bien riesgoso, una sola oportunidad, donde no hay lugar para el error; y después, la última etapa, que es el desarrollo de toda la misión científica en Marte. Yo tenía responsabilidad en las tres fases.

-¿Cómo era la rutina de trabajo?
-Trabajé como bestia. Mi mujer siempre me bancó mucho. Teníamos hijas pequeñas… Yo trabajaba hasta las 2 de la mañana, sábados y domingos, fue igual durante toda mi carrera. En la misión Curiosity, por ejemplo, trabajé 3 meses seguidos sin un break.

-¿Estudió toda su carrera en EE. UU.?
-Terminé el secundario en diciembre y en enero siguiente me estaba yendo a EE. UU., primero a cursar inglés para poder ingresar a la universidad. Yo estudié en el Industrial Pio IX en Almagro. Mi primer amor fue la electrónica, desde que estaba en segundo grado, tenía casi una obsesión con la ingeniería y particularmente con la electrónica, era poco sano lo mío. Venía con una muy buena formación del secundario, pero yo la quería aplicar en algo relacionado con lo aeroespacial. No sabía bien cuáles eran las ramas…. Mi idea era entrar a la Universidad Cornell, simplemente porque mi papá tenía amigos que habían ido ahí, no tenía más idea que esa. Yo era un bacán, tuve que aprender todo, a sobrevivir. No sabía ni que tenía que rendir el examen SAT para entrar a la universidad en EE. UU. Me presenté a rendirlo sin estudiar nada. Quedé dentro del 10 % de los mejores resultados del país, pero no era suficiente para Cornell. Entonces, me tomé un ómnibus y me fui con todas mis cartas de recomendación a la Universidad de Siracusa, que quedaba cerca. Allí me aceptaron en la carrera de ingeniero eléctrico.

En la misión Curiosity, por ejemplo, trabajé 3 meses seguidos sin un break

-¿Cómo logró orientarse hacia el sector aeroespacial?
-Siracusa tenía esta orientación, pero era todo sobre aerodinámica, la parte mecánica. Y no era lo que yo buscaba. Pero pude tomar clases sobre sistemas de control, que puede aplicarse a naves espaciales. Luego, cuando seguí mi carrera en el MIT, pude enfocarme en lo aeroespacial. Mi idea original era entrar a Siracusa, sacarme buenas notas y volver a Cornell, pero una vez allí ya tenía amigos, conocí a la que ahora es mi esposa, y ya no quise hacer experimentos raros. Estando allí, me enteré sobre el MIT y me quedé tranquilo. Ya cuando estuve más cerca de recibirme, me enteré de que ahí enseñaban guiado, navegación y control, y de que el MIT había diseñado esto para las naves Apollo; ahí supe que era el lugar para mí. Allí encontré exactamente lo que quería hacer, estaba en el lugar perfecto. Pero me llevó años encontrarlo.

El robot Curiosity en Marte, durante la etapa de estudios científicos sobre el terreno.
El robot Curiosity en Marte, durante la etapa de estudios científicos sobre el terreno.

-¿Qué lo inspiró a dedicarse a la ingeniería aeroespacial?
-Nací así. A mí me dabas un juguete, y si no tenía pilas, no me gustaba. Tenía una curiosidad insaciable. Crecí en medio del proyecto Apollo, de la carrera espacial. Mientras hoy la alta tecnología está abocada a los autos y a los teléfonos celulares, en aquella época estaba puesta en lo espacial. Seguí el proyecto Apollo muy de cerca, pero fue el programa Viking el que más me marcó, viví su aterrizaje desde la chacra de mi familia en Villa Regina, desde donde escuchaba la radio todas las noches para enterarme de cómo iba la misión.

-¿El ser argentino le aportó algo en particular en esta carrera tan competitiva?
-A veces me pregunto si de haber nacido en EE. UU. hubiera tenido el éxito que tuve. Fui a un colegio secundario en Argentina que me dio herramientas fabulosas, que me permitió hacer con mucha facilidad la carrera de ingeniería electrónica. Pero además, la forma que tenemos los argentinos de buscarle la vuelta a todo también me ayudó, el saber darme maña. Por otro lado, esta característica tan argentina de no respetar las reglas, si se hace en la medida correcta, y en una sociedad en donde la mayoría respeta las reglas, también sirve, creo que es un secreto para entender por qué tantos argentinos triunfan en el mundo. Cuando vas a una ciudad organizada, si hay que romper un poco una regla, lo hacés, y combinás lo mejor de ambos mundos. Tengo otros compañeros argentinos en JPL y somos iguales en ese sentido. La Argentina es un país excelente, con todas sus falencias. Yo siempre digo que me gané la lotería, por tener la familia que tuve y por nacer en Argentina. Siempre he tenido mucho cariño y agradecimiento hacia mi país.

-¿Mantiene vínculos con el país?
-Tengo toda mi familia en Argentina, pero profesionalmente, no muchos, porque yo me fui muy temprano, nunca hice vínculos profesionales. Cuando fue lo de Pathfinder, y viajaba a la Argentina de vacaciones, me contactaron para dar charlas en los colegios. Para mí, es un placer, es algo que mi mujer y yo disfrutamos mucho. Más tarde, empecé a tener más conexión con el INVAP, donde también fui a dar charlas. Luego mi mujer me dijo: "Tenés que tener Twitter", y me metió, hizo todo, me llamó @MigOnMars y de a poco me fui dando cuenta de que se podía usar como una herramienta útil para comunicarse con la gente a la que le gusta este tipo de cosas. Le dedico bastante tiempo, cuando la gente me pregunta, trato siempre de responder. Esto me conectó mucho con la Argentina y me abrió oportunidades, por ejemplo, nos permitió viajar por el mundo y difundir la historia del Curiosity.

A veces me pregunto si de haber nacido en EE. UU. hubiera tenido el éxito que tuve

-¿Cómo se ve, profesionalmente, en el futuro cercano?
-Es raro para mí, estoy en una transición extraña. Hasta ahora, parte de mi trabajo fue buscar formas de detectar dónde estaban los errores para corregirlos. Me tenía que meter en los detalles, no podía delegar. Nunca desarrollé la capacidad para poder delegar demasiado, algo que se necesita para seguir subiendo, para ser jefe de proyecto. Pero, por otro lado, estoy cansado, esto es algo que lleva muchísimo tiempo y esfuerzo. Así que ahora estoy buscando el equilibrio para poder aprender a delegar un poco más. Hace varios años me nombraron fellow de JPL. Somos 35 fellows en un equipo de 6000, es la categoría más alta. Parte de mi trabajo como tal es ir a paneles de revisión, me tienen de experto en el resto de la NASA y dentro del JPL. Me llama constantemente la gente joven y me gusta poder ayudarlos.

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*Esta nota es un adelanto de la que será publicada en la revista DEF N. 121