
Es un poco raro, sí, celebrar el cumpleaños de alguien que hace mucho que no está. Más si ese alguien es uno de los desaparecidos de la última dictadura argentina. Pero menos si era escritor, si su obra está presente, si sus palabras siguen provocando sentido en otros. Por eso, este lunes frío en la ciudad de Buenos Aires, escritores, libreros, influencers, lectores al fin se reunieron en la librería Clásica y Moderna a celebrar los 100 años del nacimiento de Haroldo Conti, un 25 de mayo de 1925. Estaba, también, su hija Alejandra, que acercó al personaje en sus aspectos más cotidiano.
La idea es una ronda de recuerdos y miradas sobre el autor de Mascaró, el cazador americano o La balada del álamo Carolina. Así que viene bien cuando, a poco de empezar, el escritor Guillermo Martínez lee una contratapa que escribió para los Cuentos Completos de Conti, donde dice: "En la simplificación cruel que es toda muerte, el nombre de Haroldo Conti quedó sonando por años como víctima emblemática de la última dictadura militar y no tanto como el escritor complejo y formidable que es, de múltiples caras y necesarias relecturas, irreductible a etiquetas rápidas".
Un escritor, un desaparecido, un padre. Un poco de todo eso se hablará esta noche.
El conductor, Maxi Legnani, invita a Alejandra Conti a hablar del vínculo de ella, su padre y la naturaleza. La mujer piensa en el Tigre, donde desde 1955 el escritor tenía una casa que hoy se puede visitar. Y cuenta: “Al Tigre lo vivíamos como una cosa natural. Siempre nos íbamos, lloviera o tronara. Así que era natural estar en la naturaleza, mira qué redundancia. Pero los de afuera nos veían como raros. Porque juntábamos palitos, porque nos hacíamos cosas con ramitas... Mi viejo a veces me llevaba a pescar. Que me acuerdo que fue una experiencia espantosa. Porque saqué un pescado y me asusté y lo volví a tirar. Y mi viejo se reía. Una vez, en una casa que había adelante, un viejo estaba cocinando algo en una sartén. Y me dijo: ‘Pero ¿te animás?’. Y cortaba algo, lo pelaba y lo tiraba en la sartén. ‘Sí, me animo’. ‘Ah, ¿te animás a comer anguila?’ El viejo vivía de eso. Sacaba de los huecos, cuando bajaba el agua, eh, veías agujeros y era donde las anguilas se protegían y se metían. Una carne blanca bárbara, riquísima. Pero bueno, esas experiencias vivíamos".

Martínez habla de la obra de Conti y señala: “De un lirismo sobrio, siempre atento a las nervaduras y vibraciones de lo real, a los quehaceres y oficios terrestres, a la lucha ríspida y amorosa con la naturaleza, la escritura de Conti tiene algo de pincelada paciente en busca del color diferencial y preciso. Pavese, Conrad, Hemingway, Horacio Quiroga, son nombres que se unen fácilmente a su nombre”.
Legnani invita a la periodista Cristina Mucci, quien a su vez dice que el que tendría que estar ahí -estaba invitado- era Jorge Asís, que “habló muchísimo de Haroldo Conti, a quien quería profundamente”. La periodista señala que “hay poca gente que pidió por Haroldo Conti en la dictadura”, y que unos fue Asís. Y recuerda el famoso almuerzo de Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato con el dictador Jorge Rafael Videla, en el que estaba también el sacerdote Leonardo Castellani. En ese lugar se pidió por Conti, secuestrado en mayo de 1976. En algunas versiones lo hizo Ernesto Sabato y en otras, Castellani.
Otro de los presentes interviene, tiene algo que decir sobre esto: “Yo conocí a una persona, que en esa época era joven, que era como una especie de discípulo de Castellani, porque Castellani era filósofo. Y cuando él comenta que había pedido a Videla por Haroldo Conti -Castellani era del nacionalismo católico, que en un primer momento apoyaban la dictadura-, este hombre y le dice: ‘¿Cómo vas a pedir por ese comunista?’ Y él les dice: ‘Yo no pedí por un comunista, pedí por un alma’“.

Alejandra Conti recuerda que habló personalmente con Sabato, con quien organizó una conferencia de prensa, que la vio a María Elena Walsh, que la apoyó, que habló por teléfono con Borges: “Me dijo que él valoraba tenía respeto por la obra de Haroldo, pero que lo disculpara porque no compartía las mismas ideas”.
La editora Mercedes Güiraldes explica que era difícil leer a Conti sin que se sobreimprimiera la figura del desaparecido. Pero que hacía treinta años que se lo reeditaba y seguía funcionando. “He visto a otros escritores muy buenos que después de muertos nadie lee. Y no es el caso de Conti, dice.
“Me parece que hay escritores y escritoras que uno quiere, más allá de que los admires, que los disfrutes, los querés”, dice el escritor Enzo Maqueira. “No sabés muy bien por qué a veces. A mí me pasa con Cortázar, que le pasa a mucha gente. Pasa con Manuel Puig, con Sara Gallardo también y con Haroldo Conti”. Y señala la ausencia: “En estos tiempos estoy pensando mucho en toda esa generación de escritores y escritoras que deberían estar acá. O sea, sería grande, ¿no? Pero... tendrían que estar acá y no están y están faltando".

Recuerdos, cariños, miradas. Güiraldes lee parte de un cuento. Y quedan resonando las palabras de Guillermo Martínez: “Haroldo Conti fue secuestrado y asesinado cuando tenía 51 años. Para uno de sus cuentos más famosos –“La balada del álamo Carolina”- había elegido, como epígrafe o premonición, esta estrofa anónima: Ciruelo de mi puerta/ si no volviese yo/ la primavera siempre volverá./ Tú florece. Sus cuentos, obedientes, siguen floreciendo hoy.
(Fotos: Cortesía Editorial Planeta)
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