El estreno de Billy Budd en el Teatro Colón destacó por su enfoque escénico que evita imponer una única visión, promoviendo la reflexión y el debate. La ópera de Benjamin Britten, estrenada en 1951, sobresale por su compleja arquitectura musical y coral, así como por la potencia emocional que impregna su historia.
El libreto de E. M. Forster y Eric Crozier explora el enfrentamiento entre la ley y la conciencia moral en un contexto cargado de tensión. La narrativa se desarrolla con una intensidad notable, característica poco frecuente en el repertorio operístico tradicional. El conflicto central se convierte en el motor de la obra, ofreciendo situaciones donde la rectitud legal y los dilemas internos se entrelazan de manera dramática.
Un ambiente sobrio aumenta la sensación de tensión y dramatismo sin recurrir a elementos visuales superfluos o interpretaciones unívocas. La forma en que el equipo creativo ha construido el espacio escénico resalta la carga emocional del argumento, y la calidad de la escritura musical exigida por Britten se ve reforzada por la forma en que los elementos visuales interactúan con la complejidad coral y orquestal.

La historia de ‘Billy Budd’
Legitimado por su posición, Claggart observa, desea, condena. Su crueldad, lejos de originarse en el poder, surge de la impotencia: de anhelar ser o poseer aquello que no comprende. Ese odio inexplicable hacia Billy Budd revela un deseo oculto, una forma distorsionada de amor que solo encuentra salida en la destrucción. Esta interpretación, que Benjamin Britten y sus libretistas no explicitan pero insinúan con intensidad, cobra una inquietante vigencia en la actualidad. En una época donde la crueldad resurge como respuesta al deseo o al rechazo de la diferencia, la ópera se reafirma como una obra imprescindible. La nueva producción del Teatro Colón la presenta con inteligencia, rigor y una profunda actualidad.
La puesta en escena, dirigida por Marcelo Lombardero y con dirección musical de Erik Nielsen, ofrece una lectura de claridad y profundidad sobre el conflicto central de la ópera, donde ley, conciencia y poder se tensan hasta el límite. El libreto, escrito por E. M. Forster y Eric Crozier a partir de la novela homónima de Herman Melville, sirve de base para una exploración escénica que aprovecha al máximo las posibilidades del espacio. El regisseur Marcelo Lombardero expande el espacio tanto vertical como horizontalmente, e incluso incorpora la propia sala al universo dramático.

La escenografía, flexible y dinámica, permite transitar entre lo colectivo y lo íntimo, articulando zonas de gran escala con espacios de cercanía. A este diseño se suma el uso de proyecciones, concebidas con un sentido simbólico y estructural. Desde el inicio, el reflejo del agua proyectado sobre el escenario —como visto desde abajo, desde la perspectiva del cuerpo sumergido de Billy Budd— marca la fatalidad y sumerge al espectador, tanto literal como metafóricamente, en el mundo de la ópera.
En el plano musical, la labor del coro destaca por su excelencia y solidez a lo largo de toda la función, aportando profundidad a la obra. La orquesta, bajo la dirección de Erik Nielsen, ofrece una interpretación rigurosa y sensible, dotando de cohesión a cada sección dramática de la partitura y articulando los momentos de tensión y las pausas necesarias para la narrativa musical.

La producción del Teatro Colón logra articular con precisión los distintos niveles de la obra, desde la escenografía hasta la interpretación musical y vocal, reafirmando la vigencia de Billy Budd como una pieza fundamental en el repertorio operístico contemporáneo.
Luego de su estreno en la noche del martes, tiene funciones previstas el miércoles 2, jueves 3, sábado 5 y martes 8 a las 20; domingo 6 a las 17; jueves 10 y sábado 12, a las 20 hs. Las localidades pueden adquirirse en la boletería de Tucumán 1171, de lunes a sábado de 09 a 20 y los domingos de 09 a 17, o a través de la página web oficial del teatro.
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