En el anuncio de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL sus siglas en inglés) de septiembre de 2024 donde se desvelaba que Kendrick Lamar sería el artista que actuaría en el descanso de la Super Bowl 59 –este domingo–, el rapero de 37 años aparecía ante una colosal bandera estadounidense, introduciendo pelotas de fútbol en una máquina que las lanzaba hacia la cámara.
“¿Vas a venir? Eso espero”, decía, promocionando su próxima aparición en uno de los escenarios más grandes del mundo, donde los intereses culturales pueden ser tan altos como los deportivos. “Ponte también tu mejor vestido, aunque estés viendo el partido desde casa”.
La escena, informal pero evocadora, es típica de Kendrick Lamar.
Como artista de fama mundial ganador de varios Premios Grammy y del Premio Pulitzer, Lamar juega en una liga propia. Sus críticas inquebrantables a la injusticia racial, la desigualdad sistémica y la explotación de la cultura negra lo han convertido en un artista que traspasa fronteras y es un visionario cultural.

El camino del rap: del barrio al Pulitzer
Mi trabajo examina cómo la raza y el racismo se construyen, representan y desafían en los medios de comunicación de masas, en particular en los programas informativos, la música y los deportes. Creo que la complicada historia de la NFL con la justicia social hace que la participación del rapero sea aún más significativa.
Con una discografía lo suficientemente extensa como para eclipsar las limitaciones de tiempo del partido de este domingo, estoy deseando ver si Kendrick Lamar entrelaza sus líricas maestras en una actuación que entretenga, eduque y desafíe a los espectadores.
Deportes, política y reacciones
Los deportes siempre han sido políticos, a pesar de los continuos llamamientos por mantener la política fuera de los deportes. La tradición de tocar el himno nacional de Estados Unidos antes de los eventos deportivos es solo un ejemplo: la canción tiene sus raíces en el dolor de la guerra y sirve como una llamada al patriotismo.

Luego están los actos de protesta no autorizados por parte de jugadores y aficionados. Cada vez que los atletas profesionales se declaran en huelga, es político. Cuando los aficionados despliegan pancartas en apoyo a los palestinos, es político.
Desde el puño en alto de Tommie Smith y John Carlos en los Juegos Olímpicos de 1968 en solidaridad con las comunidades negras durante el Movimiento por los Derechos Civiles, hasta la negativa de Muhammad Ali a luchar en la guerra de Vietnam, pasando por Colin Kaepernick arrodillándose para protestar contra la brutalidad policial, los atletas llevan mucho tiempo utilizando esa plataforma para hacer frente a la injusticia y desafiar las normas.
Sin embargo, los actos de protesta a menudo provocan reacciones violentas, y la NFL ha intentado controlar el discurso político de forma desordenada.
Las protestas de Kaepernick desencadenaron un debate nacional sobre la idea de patriotismo y la conveniencia de protestar en el campo de juego. Al mismo tiempo, los propietarios de la NFL parecían haber incluido al jugador en una lista negra de la liga.

Nick Bosa, un ala defensivo del equipo de fútbol americano San Francisco 49ers, fue multado por violar una regla que prohíbe a los jugadores vestir ropa que transmita “mensajes personales” cuando llevaba una gorra de MAGA (Make America Great Again, el slogan de Donald Trump) durante una entrevista posterior al partido en 2024. Mientras tanto, los propietarios de la NFL han donado millones a campañas presidenciales, y la mayoría de esas contribuciones se han destinado a candidatos republicanos.
El presidente y director ejecutivo de los Kansas City Chiefs, Clark Hunt, ha hecho donaciones a políticos y causas republicanas, incluso cuando la liga intenta silenciar el discurso político de los jugadores.
Un artista y activista
El espectáculo del descanso de la Super Bowl ha sido durante mucho tiempo algo más que un interludio musical. Es un escenario donde convergen las corrientes culturales y políticas.
Durante su aparición en 2016 junto al cabeza de cartel Bruno Mars, Beyoncé rindió homenaje a los Panteras Negras, Malcolm X y el movimiento Black Lives Matter. La actuación de U2 durante el Super Bowl de 2002 proporcionó un momento de duelo colectivo y esperanza para un país que aún se estaba recuperando de los atentados terroristas del 11-S. Más recientemente, la actuación de Dr. Dre en 2022 celebró el éxito del hip-hop, pasando de ser un género marginal a una fuerza cultural dominante. Eminem, que también participó en esa actuación, se arrodilló en el escenario para criticar el trato de la NFL a los atletas y activistas negros.

Para mí, la aparición de Kendrick Lamar en el Super Bowl simboliza un reconocimiento más amplio de cómo la NFL maneja la tensión entre la política y el entretenimiento corporativo. Esto se debe a que el arte de Kendrick Lamar es algo más que música. Es activismo.
Desde su álbum ganador de un Grammy, To Pimp a Butterfly, hasta el crudo e introspectivo ganador del Premio Pulitzer, DAMN., Lamar ha abordado constantemente temas de opresión sistémica, injusticia racial y la vida de los negros en Estados Unidos.
Canciones como “DNA.” son celebraciones sin complejos de la negritud y la resiliencia generacional:
I got loyalty, got royalty inside my DNA
Quarter piece, got war and peace inside my DNA
I got power, poison, pain and joy inside my DNA
I got hustle, though, ambition flow inside my DNA
(Tengo lealtad, tengo realeza en mi ADN / Tengo guerra y paz en mi ADN / Tengo poder, veneno, dolor y alegría en mi ADN / Tengo prisa, aunque la ambición fluye dentro de mi ADN).
“The Blacker the Berry” profundiza en las complejidades de la identidad negra y en la confrontación con el racismo sistémico:
I said they treat me like a slave, cah me Black
Woi, we feel whole heap of pain cah we Black
And man a say they put me inna chains cah we Black
(Dije que me tratan como a un esclavo, porque soy negro / Vaya, sentimos un montón de dolor porque somos negros / Y el hombre dice que me encadenan porque somos negros).
Y en “XXX.” se enfrenta a la codicia, la violencia y la hipocresía en el núcleo de la vida estadounidense:
Hail Mary, Jesus and Joseph
The great American flag
Is wrapped and dragged with explosives
Compulsive disorder, sons and daughters
Barricaded blocks and borders, look what you taught us
It’s murder on my street
Your street, back streets, Wall Street
(Ave María, Jesús y José / La gran bandera estadounidense / Está envuelta y arrastrada con explosivos / Trastorno compulsivo, hijos e hijas / Bloques y fronteras atrincherados, mira lo que nos enseñaste / Es un asesinato en mi calle / Tu calle, calles secundarias, Wall Street).

A diferencia de muchos artistas convencionales, Kendrick Lamar parece haber dominado el delicado equilibrio entre el éxito comercial y el contenido con carga política. Su genialidad radica en su capacidad para escribir canciones que trascienden la raza, el género y la clase.
En un momento en el que Estados Unidos lucha contra los efectos de la desmantelación de las prácticas de diversidad, equidad e inclusión, y mientras el poder corporativo sigue sin controlarse, las conversaciones sobre raza y desigualdad siguen en primer plano.
Kendrick Lamar nunca ha dudado en afrontar verdades incómodas a través de su música. Tiene una oportunidad única de fusionar el arte, el activismo y la crítica a la nación. Espero que este momento no sea una excepción.
Entonces, ¿irá a verlo? Yo sí.
* Profesora adjunta de Periodismo, Michigan State University.
[Fotos: archivo AP; REUTERS/Mike Segar; Mark J. Rebilas-USA TODAY Sports; Kirby Lee-Imagn Images
Publicado originalmente por The Conversation.
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