La explotación de los guionistas de Hollywood es un síntoma más del feudalismo digital

En la llamada “edad de oro” de la televisión empujada por Netflix, HBO y Amazon en esta décadas, los escritores padecen bajos salarios y la inestabilidad propia de contratos de corta duración

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Más de 11.000 guionistas de cine y televisión de Hollywood están de huelga en reclamo de mejoras de salarios y condiciones de trabajo (Foto: Valerie Macon/ AFP)
Más de 11.000 guionistas de cine y televisión de Hollywood están de huelga en reclamo de mejoras de salarios y condiciones de trabajo (Foto: Valerie Macon/ AFP)

La actual huelga de guionistas de Hollywood ha atraído la atención internacional sobre la difícil situación de los guionistas de cine y televisión en la era del streaming.

Se ha hablado mucho de la edad de oro de la televisión, durante la cual las plataformas de streaming han ofrecido al público abundantes programas de televisión bien escritos y muy producidos, a menudo denominados “de prestigio”.

Mientras que los antiguos programas de televisión solían ser comedias de situación o dramas policíacos, los más recientes imitan más de cerca las novelas por entregas del siglo XIX, con finales abruptos que fomentan el atracón televisivo.

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Pero no todo el mundo en la industria ha cosechado los mismos frutos. Aunque es cierto que hay más puestos de trabajo para escribir, éstos suelen estar peor pagados y los escritores tienen contratos de corta duración.

Además, la incesante demanda de contenidos, a medida que más y más plataformas compiten por las suscripciones, ha atrapado a los escritores en lo que yo llamo “feudalismo digital”.

Guionistas en huelga protestan frente a los estudios Paramount, esta semana en Los Ángeles, California (Foto: Valerie Macon/ AFP)
Guionistas en huelga protestan frente a los estudios Paramount, esta semana en Los Ángeles, California (Foto: Valerie Macon/ AFP)

Ecos de la Europa medieval

Utilizo la expresión feudalismo digital porque la versión actual del capitalismo refleja cada vez más la transición del feudalismo al capitalismo en la Inglaterra del siglo XVI.

A partir del siglo XVI, el Parlamento inglés aprobó una serie de leyes de cercamiento, que abolían la tierra común y la definían como propiedad privada que el Gobierno reasignaba a las élites.

Estas leyes expulsaron a los campesinos, conocidos como siervos, de las tierras donde habían vivido y trabajado durante generaciones. Muchos de ellos acabaron marchándose a las ciudades en busca de trabajo. El consiguiente exceso de oferta de trabajadores hizo bajar los salarios y muchos ex siervos no pudieron encontrar trabajo ni vivienda, convirtiéndose en vagabundos.

En otras palabras, los siervos perdieron estabilidad en su vida cotidiana al verse abocados a un nuevo sistema económico.

La precariedad, el endeudamiento y la falta de estabilidad vuelven a ser los temas dominantes en la economía digital actual.

Gran parte de la culpa la tiene la economía colaborativa, en la que la gente hace malabarismos con dos o tres trabajos a tiempo parcial para llegar a fin de mes. Estos empleos no suelen ofrecer prestaciones a tiempo completo, salarios dignos o seguridad laboral. Las funciones –ya sea trabajar como conductor de Uber, repartir comida para DoorDash o limpiar casas a través de Task Rabbit– se gestionan a menudo a través de plataformas digitales, propiedad de grandes corporaciones que dan a sus trabajadores una miseria a cambio de su labor.

Las series de televisión y las películas cuyo estreno está previsto para finales de este año podrían sufrir importantes retrasos (Foto: Valerie Macon/ AFP)
Las series de televisión y las películas cuyo estreno está previsto para finales de este año podrían sufrir importantes retrasos (Foto: Valerie Macon/ AFP)

La burbuja de Hollywood

Entonces, ¿por qué los guionistas de televisión están sintiendo el pellizco del feudalismo digital si esta es la edad de oro de la televisión? Netflix, Hulu y HBO Max propiciaron la edad de oro. Pero la búsqueda de oro se ha ralentizado, ya que el número de programas de televisión de prestigio parece haber llegado a un punto de saturación.

A partir de la década de 2010, las plataformas de streaming empezaron a contratar cada vez más guionistas. Para atraer a los clientes, las plataformas necesitaban contenidos de calidad; de lo contrario, los espectadores no seguirían pagando el coste mensual de una suscripción.

Las plataformas no podían comercializar sus contenidos como las comedias de situación de las cadenas generalistas, así que tenían que desarrollar constantemente nuevas ideas para sus programas. Los grandes grupos de guionistas creativos acabaron constituyendo el núcleo de la estrategia de los estudios.

Manifestación del Sindicato de Escritores de Estados Unidos, a las puertas de los estudios Sunset Bronson (Foto: REUTERS/Mario Anzuoni)
Manifestación del Sindicato de Escritores de Estados Unidos, a las puertas de los estudios Sunset Bronson (Foto: REUTERS/Mario Anzuoni)

Sin embargo, a medida que los guionistas de televisión acudían en masa a Los Ángeles y a Nueva York, las empresas de entretenimiento tomaron ejemplo de la economía colaborativa de un modo que perjudicó el sustento de los guionistas.

Los contratos eran cortos y los salarios más bajos. Los formatos de los programas de streaming –más miniseries puntuales que comedias que podían durar hasta una década– rara vez garantizaban trabajo durante mucho tiempo.

Además, los programas en las plataformas suelen tener menos episodios por temporada, con mayores intervalos entre temporadas, lo que se conoce como “petición corta (short order)”. Una temporada de ocho episodios de un programa popular con intervalos de dos años entre temporadas deja a los guionistas de televisión luchando por encontrar la manera de pagar las facturas entre medias.

Protesta en las afueras de las oficinas de Netflix, en Los Ángeles (Foto: REUTERS/Aude Guerrucci)
Protesta en las afueras de las oficinas de Netflix, en Los Ángeles (Foto: REUTERS/Aude Guerrucci)

Entonces llegó la covid-19. Mientras la gente se quedaba en casa viendo la tele, se hizo difícil producir televisión. Se produjo un importante retraso en la producción debido a las dificultades para rodar en estudios y cumplir al mismo tiempo la normativa sanitaria covid-19.

Esto provocó una importante ralentización de la producción televisiva. En el punto álgido de la pandemia, los estudios de televisión cerraron para limitar el número de personas en su interior. Con la ralentización de la producción, no había demanda de guionistas. Como resultado, muchos de los guionistas de televisión que se habían trasladado recientemente a Los Ángeles y a otras grandes ciudades con altos costes de vida tuvieron dificultades para encontrar trabajo.

La huelga supone la paralización inmediata de los programas nocturnos (Foto: Valerie Macon/ AFP)
La huelga supone la paralización inmediata de los programas nocturnos (Foto: Valerie Macon/ AFP)

Razones de la huela de guionistas

Los guionistas quieren solucionar este problema incrementando el salario mínimo; quieren que los guionistas de las plataformas de streaming reciban los mismos derechos de autor que los guionistas de cine; y quieren acabar con la práctica de las minisalas, donde pequeños grupos de guionistas elaboran guiones pero a menudo reciben menos compensación por una serie que puede que ni siquiera llegue a encargarse.

Otra reivindicación clave es limitar el uso de la inteligencia artificial en la producción televisiva.

Los guionistas temen que los estudios utilicen la IA para contratar trabajadores, seleccionar qué series producir y, en el peor de los casos, sustituir a los guionistas por completo. Curiosamente, los límites a la IA han sido el único punto de discordia que los estudios no han querido ni siquiera discutir.

Será interesante ver si los guionistas son capaces de recuperar parte de la seguridad financiera que ha desaparecido en muchas industrias, o si las grandes fuerzas económicas que han impulsado la economía del trabajo por encargo favorecerán a los ejecutivos de los estudios.

* Profesor asociado de Sociología, University of Texas Arlington.

Publicado originalmente en The Conversation.

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