
Muchos podrán creer, o asumir, como su nombre evoca, que el surrealismo tiene que ver con lo onírico. Y sí, eso tiene asidero con lo real, con lo que fue el surrealismo, pero no necesariamente todas las obras fueron similares. El punto en común, muchas veces, atiende al absurdo, al quiebre con la realidad y sus supuestos.
En el caso de la obra que hoy presenta Infobae Cultura se produce una ruptura con lo que se entiende por representaciones de la realidad. Lo onírico es evidente: las figuras humanas y sus posiciones y contorsiones son muestra de ello.
Estar con, de Roberto Matta, representa figuras humanas (humanoides) dentro de un laberinto de estructuras arquitectónicas realizando diferentes posturas sexuales. Sus cabezas parecieran portar sombreros u ostentar cabezas deformes. Es llamativo ver que la desnudez de los cuerpos es sublimada de modo que se observan rasgos de las anatomías de uno u otro género, pero sin que distraiga la mirada del observador.
En otro punto, tal vez por la paleta de la pieza, el clima transporta a una escena circense: los diferentes planos u escenarios, los personajes aquí y allá sin que haya un protagonista; telas –¿redes?–, escaleras... sumergen en otro clima que se escapa de lo sexual hacia otra deriva.
No es de sorprender ni el laberinto ni las figuras tan rígidas si se tiene presente que Roberto Matta –nacido en Santiago de Chile el 11 de noviembre de 1911, y fallecido en Civitavecchia, Italia, el 23 de noviembre de 2002– fue, de profesión, arquitecto. Su tesis, casualmente, fue un proyecto llamado La liga de las religiones, que consistía en bocetos de edificios con forma de mujer en diversas posturas.

Perteneciente a una clase social alta, Matta tuvo oportunidad de formarse y participar de los mejores círculos de arte, entre lo que se destaca haber asistido al taller del pintor Hernán Gazmuri . Al igual que sus hermanos, Mario y Sergio, quienes eran mueblista y diseñador de modas, respectivamente, recibió una profunda influencia estética de su abuelo materno, Víctor Echaurren, quien, por afición, era diseñador de tramoyas de obras de teatro y óperas.
En la época en que viajó a Europa en un barco mercante, Gabriela Mistral era cónsul en Portugal. En su estadía, la poetisa y él se conocieron y ella lo alojó en su casa durante tres meses. Tras eso, pasó una temporada en España, donde se relacionó con Maruja Mallo, Rafael Alberti, Federico Gras, Manuel Ángeles Ortiz, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Durante su estadía en París trabajó en el taller del arquitecto Le Corbusier, a quien conoció gracias a Roberto Dávila. En ese mismo viaje se contactaría con los principales representantes del surrealismo, André Breton y Salvador Dalí.

Fue el mismo Breton quien estimuló al artista chileno, valoró su trabajo y lo introdujo en el círculo de los principales miembros del movimiento surrealista parisino. Fue así que Matta produjo ilustraciones y artículos para el periódico surrealista Minotaure.
Un momento decisivo para la carrera artística de Matta se produjo en 1938, cuando pasó del dibujo a la pintura en óleo, por la cual es muy famoso. El uso de patrones difusos de luz y gruesas líneas encima de un fondo particular se transformó en uno de sus sellos característicos.
El trabajo de Matta agregó nuevas dimensiones a la pintura contemporánea, pese a su ruptura, por causas que se desconocen, con el movimiento surrealista en 1947. Pese a que fue readmitido en 1959, su fama ganada es exclusivamente personal. Experimentó distintas formas de expresión artísticas, incluyendo producciones de videos como Système 88, la fotografía y otros medios de expresión, tal como sucedió con otros representantes del movimiento, que supieron desarrollar su arte en diferentes disciplinas. Matta se destacó, también, como poeta.
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