Fui, vi y escribí: Lo que no se olvida

“Aftersun”, de Charlotte Wells, es una película tan triste como hermosa. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

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Una imagen de "Aftersun", la conmovedora película de Charlotte Wells.
Una imagen de "Aftersun", la conmovedora película de Charlotte Wells.

Hola, ahí.

Estamos justo en esos días en los que nos preparamos para cruzar un océano de tiempo; cuando miramos hacia atrás para no olvidarnos de nada importante pero también cuando buscamos persuadirnos de que lo que viene será mejor, que aún nos quedan muchas cosas buenas por vivir y que, seguro, el año que viene podremos cumplir con los que nos proponemos y cambiar todo aquello que sabemos que está mal. Un momento de ilusión, digamos, de deseo de felicidad aferrado a una fecha.

Es un clima general pero también interno, que nos hace recordar a cuando ordenábamos la cartuchera prometiéndonos no desordenarla o cuando arrancábamos un cuaderno nuevo con buena letra y con la firme intención de conservarla. Termina un año y es el final de un capítulo al que solo vamos a volver con el recuerdo; termina un año y nos aferramos a un futuro mientras pretendemos seguir fijados en la alegría que nos unió en celeste y blanco y que nos hizo tanto bien como comunidad.

Nadie quiere dejar de ver videos, de celebrar el triunfo, de seguir hablando del Mundial. Nadie está preparado para un posparto y por eso nos proponemos extender la dicha mientras cruzamos ese océano que nos va a depositar en la orilla de 2023.

Trailer de "Aftersun". Sophie (Frankie Corio) y su padre, Calum (Paul Mescal), pasan unos días de vacaciones en un resort de playa turco, a fines de la década de 1990. (Mubi)

Mejor, las fotos

¿Alguna vez pensaste en cómo van a recordarte tus hijos?

¿Alguna vez reflexionaste acerca de cuántas más herramientas tienen ahora tus hijos para recordarte que las que tuvimos nosotros para recordar a nuestros viejos?

¿Pensás que van a cambiar radicalmente las formas de la memoria ahora que todo, absolutamente todo, queda documentado por todo el mundo?

La verdad es que me resistí a las filmaciones todo lo que pude. No fui entusiasta de filmar cada segundo de mi vida y la de mi familia. Siempre pensé que con las fotos alcanzaba, que esas imágenes podían ser registro de la memoria familiar de una manera virtuosa y menos angustiante, por llamarlo de algún modo, que los videos.

Verlos otra vez en movimiento, escuchar las voces y las risas de los que ya no están puede resultar devastador. Y no hablo solo de los muertos, hablo de nosotros, los que ya no somos los mismos. La imagen fija, en cambio, aunque convoque a la melancolía, al menos no provoca desesperación.

Días atrás mi hija, la gran archivista de la familia, envió por whatsapp algunos videos de cuando ella y su hermano menor todavía eran chicos, al borde de la pubertad, en ese momento único de explosión de la belleza humana.

En uno de los videítos nos estamos filmando los cuatro mientras cerramos la casa en la que pasamos las vacaciones, buscamos detener el tiempo un rato antes de subirnos al auto para emprender el regreso a la ciudad. Se nos ve divertidos y torpes mientras posamos, confundiendo por momentos lo que debería ser una foto con un video, pasándonos la cámara de mano en mano y matándonos de risa, tratando de aparecer lindos para quién sabe qué futuro. Estamos lindos. Se nos ve dorados por el sol, felices, jóvenes.

No conozco receta para suavizar la nostalgia.

Sophie no vive con su padre. Él parece una persona tranquila, serena. Se obliga a ocultar su depresión.
Sophie no vive con su padre. Él parece una persona tranquila, serena. Se obliga a ocultar su depresión.

Siete días en la vida

Sophie tiene 11 años, Callum, su padre, tiene 30. Están pasando unos días de vacaciones en un resort en Turquía, a fines de los 90; no viven juntos, no queda claro si alguna vez lo hicieron. Sophie (una deliciosa Frankie Corio, seleccionada en audición entre 800 postulantes) es pícara, inteligente, curiosa; usa la cámara para registrar los movimientos de su padre pero también para documentar las respuestas de él a sus preguntas.

Hablan con confianza, ella está cómoda, relajada; aunque podría haber una distancia física importante por no tener una vida cotidiana en común, se advierte un vínculo estrecho. Los unen las ganas de divertirse, el amor y el cuidado. No actúan como un papá y una hija convencionales; es más, en algún momento alguien piensa que son hermanos. Pero él es un padre, él quiere ser un padre. Quiere, sobre todo, darle a ella lo que él no tuvo.

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Callum (Paul Mescal, el talentoso actor de Normal People y La hija oscura) es un padre joven, presente y cariñoso pero es, también, un hombre roto que se obliga a enmascarar su depresión delante de su hija, a quien ama más que a nada en el mundo. Parece un hombre sereno y, aunque por momentos tiende a la euforia, solo se permite llorar con desesperación esos demonios que lo atormentan cuando está solo.

Sophie transita esa edad en la que se comienza a abandonar la infancia y, mientras experimenta los primeros pasos en la independencia y en cómo es mirar el mundo sin mediadores, parece entender que algo no está bien pese a la aparente calma, de modo que se esfuerza en enmendar lo imposible: la trágica infelicidad de su papá.

En su opera prima, Charlotte Wells cuenta una historia que tiene muchos puntos de contacto con su biografía.
En su opera prima, Charlotte Wells cuenta una historia que tiene muchos puntos de contacto con su biografía.

El presente de la historia muestra a Sophie recomponiendo las piezas de su vida, o mejor, las piezas de la vida de su padre que no pudo conocer. La película se llama Aftersun y es la opera prima de la escocesa Charlotte Wells, que resultó una sorpresa para la crítica y para los espectadores, elegida por The Guardian como el mejor filme del año.

Narrada con un lenguaje visual que combina diversos efectos y texturas entre videos, fotografías y luces estroboscópicas (esto último en el sueño de una Sophie adulta que, unos veinte años después, parece ir al rescate de su padre, perdido dentro de un local de baile nocturno), Aftersun es una película tristísima y hermosa, en la que deliberadamente no se cuenta todo y que en virtud de la cercanía que propone consigue que los blancos de la historia sean amorosamente completados por los espectadores con sus propios recuerdos. Todos vemos algo propio en esa historia.

La película —que está en cines y podrá verse en Mubi a partir del 6 de enero— está basada en la historia de Wells aunque se trata de una ficción que toma fragmentos clave de su biografía. Para prueba está el texto que la directora escribió cuando Aftersun estaba por estrenarse en Los Angeles, Estados Unidos (país donde ella vive desde hace diez años), en el que habla de su obra y exhibe fotos de fines de los 90, cuando ella tenía 11 años, su padre 30 y estaban pasando unos días juntos en un resort de… Turquía.

La cineasta Charlotte Wells y su padre, en un resort de Turquía, a fines de los 90. "Aftersun" está basada en su vida.
La cineasta Charlotte Wells y su padre, en un resort de Turquía, a fines de los 90. "Aftersun" está basada en su vida.

“Puse todos mis sueños, mi pasado y presente, mis deseos, miedos y ambiciones” en la película, dijo Wells, durante el estreno en Cannes. “La aflicción no existe sin la alegría”, dijo meses más tarde en una entrevista en la que explicaba que si hay pena o duelo por una pérdida es, justamente, porque eso que ya no está alguna vez te hizo feliz.

Una semana en la vida de alguien puede condensar la relación con un ser querido. Padre e hija bucean, hacen juegos acuáticos, juegan al billar, ven los globos aerostáticos en el aire, disfrutan del baño de barro y del spa y se ríen viendo espectáculos con artistas mediocres. Falta dinero pero Callum intenta que no se note. “Creo que es lindo que compartamos el mismo cielo”, le dice desde una reposera al borde de la pileta Sophie a Callum, quien está recostado en otra reposera a su lado. Si compartimos el mismo cielo podemos estar juntos aunque no lo estemos, le dirá luego, palabras más, palabras menos.

La película arranca con estos días excepcionales en los que hay tiempo para detenerse en lo más chiquito: un papá que pone protector solar en los hombros de una hija, una hija que se avergüenza de los movimientos de tai chi de su papá. Un papá que duerme incómodo en un colchoncito en el piso para que la hija tenga toda la comodidad (e intimidad) en la única cama grande que hay en la habitación. Una hija que le pregunta a su padre cómo fue su cumpleaños número 11. Un padre que le responde que nadie en la familia recordó ese día que era su cumpleaños.

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Si la historia de Aftersun es de aquellas que reverberan en la conciencia por varias horas luego de verla, el soundtrack es un golpe al corazón porque hay música y letras que complementan las imágenes y los diálogos con una belleza inusual. Como Tender, de Blur, que termina escuchándose distorsionada, como si la voz imitara las luces estroboscópicas o Losing My Religion, de REM, con Sophie cantando karaoke solita frente a la modesta multitud del hotel porque su padre se negó a subir a cantar con ella y a su regreso en lugar de disculparse la recibe con frases hirientes.

Padre joven, Callum busca darle a su hija lo que no tuvo en su infancia.
Padre joven, Callum busca darle a su hija lo que no tuvo en su infancia.

Esto canta Sophie:

I thought that I heard you laughing

I thought that I heard you sing

I think I thought I saw you try

But that was just a dream

That was just a dream

que en castellano sería algo así:

Me pareció que te había escuchado reír

Creí que te había escuchado cantar

Creo que pensé que te vi intentarlo

Pero fue solo un sueño

Eso fue solo un sueño

En una escena clave, cuando asoma el final de las vacaciones, Callum se enciende en el impulso de bailar. Suena Under Pressure, el tema de David Bowie y Queen. Callum se mueve, agita sus brazos, la invita a Sophie y ella dice que no, que no, que no quiere bailar con él. Lo mira y no entiende qué pasa, o sí. El pudor puede más que las ganas.

(Tenía siete años cuando mi papá me invitó a bailar un tema de Sinatra en el medio de la pista. Estábamos en una fiesta. Era un momento de alegría familiar pero a mí me dio vergüenza y le dije que no. Le dije que no a mi papá, te das cuenta, no acepté bailar con él. Creo que es una de las cosas de las que más me arrepiento en mi vida).

Una imagen del documental "El silencio es un cuerpo que cae", de Agustina Comedi.
Una imagen del documental "El silencio es un cuerpo que cae", de Agustina Comedi.

Un documental argentino

Fascinada con la película, leí algunas entrevistas con Charlotte Wells en las que habla de su historia y de su trabajo con el filme. Me sorprendió gratamente saber que una de las películas que menciona como influencia es El silencio es un cuerpo que cae (2017), un documental fuerte y bellísimo de la argentina Agustina Comedi que puede verse en Mubi —y que me conmovió muchísimo en el momento que lo vi— en el que la directora se propone recuperar la historia de su papá a partir de filmaciones hechas por él y halladas luego de su muerte, provocada por un accidente.

En esas filmaciones que la protagonista va descubriendo se despliega a través de la cámara su militancia política, lo que fue la dictadura, su homosexualidad y su vida secreta, que también se revela por medio de los relatos de los amigos que callaron entonces porque en ese tiempo callaban todos. Y es que el silencio podía salvar tu vida.

Se trata de una obra extraordinaria en la que mientras una hija dibuja la biografía de su padre, también se cuenta la historia de una generación.

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"Aftersun" es una película tristísima y hermosa al mismo tiempo
"Aftersun" es una película tristísima y hermosa al mismo tiempo

Me puse melancólica una vez más; en lo personal tuve un año duro y aunque voy saliendo de la tristeza estas fechas movilizan mucho, se hace difícil abstraerse de las ausencias. Pero ahí vamos, buscando belleza para compartir. Semana a semana recibo mensajes llenos de afecto y sorpresas: ya no sé cómo agradecer tantas palabras e historias hermosas, verdaderos regalos, te aseguro. Lecturas que tienen eco, anécdotas de viajes y comidas exóticas y hasta un excel alucinante con el contenido de la biblioteca de un lector llegaron por estos días. El ida y vuelta de Fui, vi y escribí va cobrando una dimensión inesperada y, me atrevo a decir, fabulosa.

Termina el 2022 y me despido una vez más, esta vez con un brindis: mi deseo es que pases un fin de año pleno de risas y amor, y que arranques el 2023 con el pie derecho, como decía mi mamá. Y si no hay risas ni amor, quiero que igual te sientas acompañado por mi deseo de que el año próximo sea un gran año para vos.

Te dejo mi correo: hpomeraniec@infobae.com; ahí me encontrás siempre.

Hasta la próxima.

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