Maradona o la razón del mito plebeyo irrepetible

Es un error pensar que el ex futbolista se convirtió en mito tras su muerte. Como en los relatos griegos, fue un héroe global, que resucitó dos veces, que tuvo enemigos poderosos y nunca se alejó del pueblo

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Maradona homenajeado en las calles de Nápoles por el artista urbano San Spiga (@San.spiga)
Maradona homenajeado en las calles de Nápoles por el artista urbano San Spiga (@San.spiga)

En un viejo libro de 1997, Formas de historia cultural, Peter Burke se preguntaba: “¿por qué los mitos se vinculan a algunos individuos (vivos o muertos) y a otros no? (...) La existencia de esquemas no explica por qué se vinculan a determinados individuos, por qué algunas personas son, por así decirlo, más ‘mitogénicas’ que otras”. Una palabra que no había aparecido hasta ahora: Maradona como mitogénico, como el individuo en torno del cual se construye un mito –reviso el diccionario y me envía a un complejo mecanismo de división celular; y sin embargo, la palabra me gusta, algo así como “el origen de un mito”. Hace más de veinte años, Burke describía algo que Maradona ya había cumplido: su transformación en mito viviente –un error repetido en estos días: no nació un mito con su muerte, porque ya llevaba treinta y cinco años de mito en vida.

Burke dice que no hay regla que explique ese hallazgo, que no hay teoría que pueda prever su aparición. Los mitos no están regulados ni previstos: agarran y aparecen. Pero pueden explicarse (no veo ningún sentido poético en invocar el milagro o la magia donde puede haber explicación: explicar la mitología de Maradona no destruye su belleza ni su eficacia, ni mucho menos su calidez y su seducción).

Y la explicación está en la compleja intersección de todos los elementos que varios señalamos desde hace mucho tiempo: su calidad deportiva excepcional, su condición heroica, el relato de origen, el contexto global de actuación, el nuevo rol de los medios de comunicación, ahora centrales y en una expansión indetenible, los flujos y reflujos de ascenso y caída; pero también las condiciones políticas de producción del mito, esa crisis radical de la sociedad argentina entre la dictadura y el menemismo, que hallaron en Maradona un “héroe en disponibilidad” (una idea de mi colega María Graciela Rodríguez) para que, en determinado momento de la historia argentina, todos estos elementos se encarnaran en él… y solamente en él.

Maradona marcando su segundo gol a los ingleses en México '86 (Reuters/Juha Tamminen)
Maradona marcando su segundo gol a los ingleses en México '86 (Reuters/Juha Tamminen)

Recapitulando en orden de aparición: fue el mejor jugador de fútbol del mundo, a tal punto que posiblemente haya sido el mejor de todos los tiempos; como dije en otro lugar, su calidad deportiva se expandía por el terreno del arte y la creatividad porque, como gran artista, tanteaba el límite del lenguaje futbolístico hasta subvertirlo –nadie había hecho lo que hizo, nadie pudo repetirlo. Fue el héroe de México 1986, pero pareció seguir con minucia todos los periplos del héroe clásico, tal como lo definieron desde los griegos hasta aquí: por ejemplo, la superación de las pruebas –las lesiones, las enfermedades, las drogas– o los enemigos poderosos –el Imperio británico, el Norte rico italiano, las instituciones futbolísticas, la CIA, el Vaticano, los gobiernos norteamericanos, algún árbitro malvado.

Cumple con los requisitos del origen: ¿quién conoce un mito pudiente, un mito cheto, para decirlo con economía? Fue además el primer héroe global, porque antes de él no existían posibilidades para que una figura circulara con esa expansión y esa eficacia –si Pelé aspiraba al mito, le faltaba transmisión por satélite y televisión codificada. Cumplió con las reglas del ascenso al cielo y del descenso al infierno –literal: resucitó por lo menos dos veces, una hazaña que, hasta donde sé, no ocurría desde que un tal Lázaro la cumplió, y sólo en una oportunidad. Y para colmo, todo eso ocurrió entre 1976 y 2001: los peores años de una historia argentina a la que le sobran peoridades.

El mito Diegó nos habla simultáneamente de la posibilidad de una nación “exitosa” –lo que quiere decir democrática, igualitaria, justa– y de sus clases populares como protagonista de sus relatos. Mejor que el peronismo porque, en vez de volver a invocar los años dorados de Perón y Evita, nombra una Arcadia más cercana, aunque se trate de una Arcadia meramente del deseo –sin pleno empleo ni redistribución del ingreso–: nombra el momento –efímero– en que pensamos que podíamos volver a ser felices.

(Adrián Escandar)
(Adrián Escandar)

Pero es centralmente un mito plebeyo: por su origen, y mucho más por la exhibición permanente de su plebeyismo, por su subalternidad en exceso, excesivamente ostentada sin pausa, orgullosamente exhibida. Eso le permite exceder, en el mismo movimiento, la trampa nacionalista: aunque su transformación en mito sea en el Mundial 86, no depende de un relato militarista y patriotero –el propio Diego hizo explícita esa explicación: no era un gesto patriótico, sino de revancha por el dolor de los muertos, que eran, para colmo, de su misma edad y de su misma clase. Se trata de una mitología del humilde, no del panteón.

El lamentable incidente de estos días del equipo argentino de rugby, esos caballeros autodenominados “pumas”, demuestra por inversión esta condición irremediable y exasperadamente clasista del mito del Diego. Mito popular, entonces, donde la palabra popular se vuelve densa y sonora. No un mito unánime, como bien lo demuestra la aparición de los quince gordos con un yaguareté en el bolsillo. O la del Yaya Sebreli, el primero en violar la regla básica de un velatorio: no hablarás mal del difunto. El mito Maradona sirve también para eso: para demostrar que el resentimiento de clase no se ejerce, únicamente, de abajo-arriba.

(Y vaya mi homenaje aquí al historiador napolitano Vittorio Dini, maradoniano confeso y fundador de la maradonología moderna, que en un lejano 1991 tituló “Un eroe, un simbolo, un mito nei rituali del calcio spettacolo”, su intervención en el Te Diegum que organizaron ese año en homenaje al héroe, pero al napolitano).

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