Hace 42 años moría Juan D´Arienzo, "El rey del compás"

Dirigió una de las orquestas más destacadas y fue parte de la época de oro del tango. Fue muy critico de la importancia que se le brindaba a los cantores. ¿Por qué su aporte marcó una bisagra en el género?

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Juan D´Arienzo y su orquesta típica.
Juan D´Arienzo y su orquesta típica.

Logró lo que solo los bendecidos con el don de la música pudieron lograr:  ser  reconocido al frente de una orquesta apenas suenan los primeros acordes. Impuso su estilo retornando a los primeros sonidos del género y agregándole su impronta moderna. Se dice por ahí que detrás de bambalinas, producto de la rivalidad, no tenía buena relación con su colega Carlos Di Sarli. Actualmente, cuando en las milongas suena su música, los bailarines más avezados y los improvisados caminan como hipnotizados al compás del 2×4 (que marcó como ninguno) y mientras lo bailan en pistas que pierden el color de este siglo para volver al de los años 40.  Cómo fue la vida de uno de los directores de orquestas más aclamados por los amantes del tango.

"Ríete si lo harás, pero sin él todos estaríamos sin trabajo", resumió Anibal Troilo al referirise a la importancia que tuvo la influencia de Juan D´Arienzo en el tango y de su inclusión en la sociedad. El hombre, nacido en el barrio porteño de Balvanera el 14 de diciembre de 1900, hizo bailar a todas las clases sociales de Argentina y Uruguay durante la considerada "época de oro" del tango y de esa manera derribó muchas fronteras.

D’Arienzo, Troilo y Razzano en un festejo de Radio El Mundo.
D’Arienzo, Troilo y Razzano en un festejo de Radio El Mundo.

Su historia

"Para comprender el fenómeno D'Arienzo habría que haberlo vivido en vivo y en directo", escribió el historiador de tango José María Otero en su artículo "Juan D'Arienzo en TV" que sigue: "Con esa orquesta y ese ritmo milonguero te dejaba sin aliento, pero con un sabor en el cuerpo, que te ibas a casa con la felicidad latiendo en el cuore…". Aún hoy lo genera y no hace falta verlo. Basta escucharlo para imaginarlo frente a sus músicos, cintura quebrada, y animando esos instrumentos a vivir solo con el movimiento de sus manos, cual mago.

Juan D´Arienzo: “A mi modo de ver, el tango es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y carácter. El tango antiguo, el de la guardia vieja, tenía todo eso, y debemos procurar que no lo pierda nunca”.

El amor entre D´Arienzo y el tango se inició cuando era un niño cuyo padre, de origen italiano, esperaba para el mayor de sus tres hijos una carrera alejada los sonidos de la música que lo escandalizaba. Las leyes y un puesto al frente de la planta de producción agrícola familiar eran para Don Alberto D´Arienzo los caminos que el muchacho debía seguir.

Pese a los deseos de su padre, todos los niños D´Arienzo nacieron amantes de la música: a los 12 años Juan ya era un as con el violín; Ernani era baterista y pianista, y su hermana Josephine, pianista y soprano. En oposición a la rigidez del hombre, su madre los alentaba y decidió enviarlos al Conservatorio Mascagni, donde Juan arrancó, sin saberlo, su carrera cuando tenía apenas 8 años.

D´Arienzo en acción.
D´Arienzo en acción.

Nunca dejó sus estudios: terminó la primaria en la escuela Cornelio Saavedra y luego la secundaria en el Nacional Mariano Moreno. Más tarde trabajó para su padre como vendedor sin dejar la música de lado. Tanto es así que cuando adolescente conoció a un joven de su edad y maravilloso pianista que se convirtió en su entrañable amigo de vida, Ángel Domingo D'Agostino.

Juntos comenzaron a practicar música y se postularon para tocar de manera profesional. Lograron un contrato en el Zoológico por $4 por domingo y allí fueron a debutar como trío: Juan al violín, Ángel al piano y un tercer amigo, Carlos Bianchi, en la flauta. Esa tarde nacieron como "Ases del Tango". Como primera experiencia musical les sirvió, pero no a sus bolsillos ya que nunca recibieron el pago prometido.

Pasado el mal trago, en 1917, conoció a Carlos Posadas, un reconocido compositor, violinista y director de orquesta que representaba a una de las destacadas personalidades de la "Vieja Guardia". No es de soprender lo que sucedió: D'Arienzo comenzó a trabajar para la orquesta del Teatro Avenida y recibió los conocimientos e influencias de Posadas, con quien compartió su pasión tanguera y una amistad que duró poco: al año de conocerse, con 33 años, Posadas muere y el futuro genio se vio tristemente afectado.

Pintín Castellanos, D’Arienzo y Biagi en Montevideo tomando un guindado
Pintín Castellanos, D’Arienzo y Biagi en Montevideo tomando un guindado

Pese a ello, no dejó que la tristeza afectara su carrera y en 1919 fue invitado para tocar en el Teatro Nacional. Allí debutó el 25 de junio. Recordó ese momento en una entrevista en 1949: "Nosotros, D'Agostino y yo al violín, asistimos a la noche de apertura de la obra de Alberto Novión, El Cabaret Montmartre… Tocamos en una pequeña orquesta de tango, dirigida por nosotros, que acompañó a Los Undarias, un famoso número de baile formado por los socios y El Morocho Portuguesa, dos estrellas de tango canyengue".

Ampliando horizontes

Pasados varios meses de aquella noche, Juan D´Arienzo comenzó a incursionar en otros ritmos, siempre con la idea de nutrirse y aportar más al tango. El jazz generó en él algo particular y decidió tocar en una de las orquestas del momento, "La Jazz Select Lavalle" y en la aclamada "Orquesta de Nicolás Verona". No se detuvo allí: actuó en orquestas de teatros, en películas mudas e incluso encabezó la inauguración del Cine Hindú (1927). Durante estos años ganó su primer (y poco feliz) apodo: "El grillo" (por el sonido de su violín). Ello no lo perjudicó y el infortunio pasó al olvido y mientras se aferraba a su don tanguero llegó a radio El Mundo, donde ganó fama.

Afianzado en el tango para siempre, en 1926 sacó a relucir su violín en La Orquesta Típica Paramount —a modo de revancha, quizás— y dos años más tarde formó su primera orquesta con Alfredo Mazzeo, Luis Cuervo y él en violines; Ciriaco Ortiz, Nicolás Premian y Florentino Octaviano en bandoneón; Vicente Gorrese al piano; Juan Carlos Puglisi en el bajo y Carlos Dante en la voz.

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Buena parte de los amantes del tango aseguran que la figura de D´Arienzo está ligada a la "Era Dorada" del ritmo ya que a partir de 1935 recuperó las pistas a través de su intervención.

D`Arienzo tenía 35 años cuando apareció en su repertorio "La puñalada", de la mano del compositor Pintin Castellanos. Entonces, la orquesta que dirigía contrató a un nuevo pianista, Rodolfo Biagi, quien le sugirió cambiar el ritmo de 4/8 al de una milonga en 2/4 (2×4).  Dicen los que saben que el Maestro no habría estado en un principio de acuerdo, pero que gracias a que Juan llegó tarde a un concierto, el flamante miembro de la orquesta se atrevió a ese cambio. Lo que pasó fue sorprendente: fue un éxito.

Y así lo contaron: "El 9 de julio, el público bailó con tal entusiasmo que cuando la multitud, gritando y aplaudiendo, le pidió a D'Arienzo que continuara con ese nuevo estilo, el director no tuvo otra opción que tocarlo toda la noche". Por eso se dice que fue él quien devolvió el tango a los bailarines de tango y generó gran interés en los jóvenes que consideraban aburridos los tangos como sonaban entonces, ya que anteponían el cantor a la orquesta.

La segunda versión de La puñalada (más rápida) fue grabada en 1950 y se convirtió en la primera grabación del genero en vender millones de singles.

El ritmo que aportó está en perfecta armonía con los bailarines de la época y con los de hoy.

El éxito de D`Arienzo y su orquesta típica

Siendo ya reconocido, la orquesta llegó a radio El Mundo y por su intermedio a todo el país y aún cuando en 1938 Biagi crea su propia orquesta y es reemplazado por Fulvio Salamanca el éxito continuó. Sin margen de duda, D´Arienzo es definitivamente aclamado como el rey la noche porteña. Él mismo dijo: "Conmigo florecieron cien mil orquestas de tango y clubes de barrio". Para la década del ´40 era el indiscutido y conocedor de lo que generaba en la nueva generació, él mismo aseguró: "A los jóvenes les gustan mis tangos porque son rítmicos y nerviosos. La juventud es después de eso: felicidad, movimiento. Si tocas para ellos un tango melódico y fuera de ritmo, seguramente no les gustará. Eso es lo que sucede. Ahora hay buenos músicos y grandes orquestas que piensan que lo que tocan es tango, pero no es así. Si no tienen tiempo, no hay tango. Piensan que pueden hacer popular un nuevo estilo y tal vez puedan tener suerte, pero sigo pensando que si no hay ritmo no hay tango. Como profesionales los respeto a todos pero lo que tocan no es tango".

La orquesta tipica de D'Arienzo estaba basada en cinco violines, bases, cinco bandoneones, cantores y el piano, y alguna que otra vez jugaba con una orquesta más pequeña y a menudo se presentaba con una más grande.

Luis Adolfo Sierra en The Evolution of Instrumental Tango (1966) lo describe así: "El fenómeno de la resurrección de la danza del tango fue el resultado de un personaje principal que creó un modo de interpretación de un estilo: Juan D'Arienzo".

Pero el sonido y la pasión que generaba en los bailarines iba más allá: la propia figura del director dejaba de lado la seriedad al marcar. No lo hacía solo con las manos, D´Arienzo marcaba con todo su cuerpo y lo disfrutaba, reia y sonreia mientras inclinaba el torso sobre los músicos que lo miraban hasta con enamoramiento.

 
 

Algunas definiciones sobre su estilo

(Nicolás Stulberg)
(Nicolás Stulberg)

"Desde mi punto de vista, el tango es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y ​​carácter. El tango temprano, el de la guardia vieja, tenía todo eso y debemos tratar de nunca perderlo porque el tango argentino entró en crisis hace algunos años. Dejando de lado la modestia, hice todo lo posible para que renaciera y, en mi opinión, una buena parte de la culpa del declive del tango está en los cantantes. Hubo un tiempo en que una orquesta de tango no era más que un mero pretexto para presentar al cantante".

"El tango es esencialmente música. En consecuencia, la orquesta que la toca no puede ser relegada al segundo plano para destacar solo al cantante. Por el contrario, es para las orquestas y no para los cantantes".

"La voz humana no es, y no debería ser, otra cosa que un instrumento en la orquesta. Sacrificar todo por el bien del cantante, por la estrella, es un error.  Mi mayor orgullo es haber contribuido a ese renacimiento de nuestra música popular".

"Si los músicos vuelven a la pureza de 2×4 revivirá el entusiasmo por nuestra música y gracias a los medios modernos de difusión alcanzaremos una importancia mundial".

En una entrevista en una revista de 1975, dijo: "La mía siempre fue una orquesta difícil, con un ritmo nervioso y vibrante. Y fue así porque el tango para mí tiene tres cosas: ritmo, impacto y matices. Una orquesta debe tener, sobre todo, vida. Es por eso que el mío duró más de cincuenta años. Y cuando el Príncipe me dio ese título, pensé que estaba bien, que tenía razón".

Murió un mes después de esa cita, y está enterrado en el Cementerio de la Chacarita.

Sus interpretaciones más destacadas

La cumparsita, composición del uruguayo Matos Rodriguez, es el tango más representativo de su orquesta típica y que se relacionan directamente a D´Arienzo. Esto también se debe a que a esa eximia grabación original de 1928 junto a Carlos Dante le siguieron otras siete, entre 1929 y 1971.

La milonga La Puñalada fue la segunda interpretación más aclamada de las orquestas que tuvo al excelente músico al frente y fue grabada en cuatro oportunidades con nuevos arreglos que le introdujo entre 1937 y 1963.

Ambos temas fueron interpretados por un sinfín de orquestas y también conjuntos.

Otras interpretaciones instrumentales que valen destacar: "El Huracán",
"Comme il Faut", "Canaro en París" y "Quejas de bandoneón".

Juan D´Arienzo fue aclamado tanto en Argentina como en Uruguay. En 1971 realizó junto a su orquesta típica una presentación memorable en el programa "Sábado de tango", en Canal 4 de Montevideo. Allí tocó sus grandes interpretaciones, entre ellas, la ultima versión de "La cumparsita", que se reproduce a continuación:

D´Arienzo en el cine

Su relación con el arte no fue solamente desde la música sino que también participó de películas como Una ventana al éxito (1966), La voz de mi ciudad (1953), El cantor del pueblo (1948), Yo quiero ser bataclana (1941), Melodías porteñas (1937) y ¡Tango!, en 1933.

 

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