Tropicario de Bogotá: así es el invernadero de cristal que esconde la biodiversidad de Colombia en el corazón de la ciudad

Desde cactus y orquídeas miniatura hasta plantas de café y algodón, este circuito alberga 460 especies vegetales de todo el país. Descúbralo aquí

Compartir
Compartir articulo
Imagen aérea del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá. Cortesía Jardín Botánico de Bogotá
Imagen aérea del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá. Cortesía Jardín Botánico de Bogotá

Justo en el corazón del Jardín Botánico de Bogotá, entre palmas de cera y una vasta y frondosa colección de sietecueros —uno de los árboles más representativos de la ciudad— se alza lo que a primera vista se asemeja a un palacio de cristal. Por la transparencia del complejo, que está conformado por seis domos, se asoman algunos de los tesoros naturales de Colombia que allí se conservan. Conocido popularmente como un circuito de invernaderos, este ha sido bautizado bajo el nombre de Tropicario.

Diseñadas para simular estar “flotando” sobre los pilotes de concreto que las sostienen, unas modernas y geométricas cúpulas de cristal que se elevan entre los 7 y 20 metros de altura nos dan la bienvenida.

Los “ecosistemas” –como han sido nombrados los domos- custodian en su interior una exuberante colección de plantas provenientes de los hábitats más representativos del país. Como resultado, en los 3.800 metros cuadrados del Jardín que el recinto acapara, conviven climas propios del Amazonas, las zonas áridas del territorio nacional e incluso de las nieves perpetuas que adornan algunas de las cumbres más altas y frías de Colombia.

Bajo tierra, a un costado del complejo, el circuito comienza. Una corriente de viento y un gélido frío nos reciben mientras que, con el sonido de fondo de un arroyo fluyendo, nos adentramos en la representación de un hábitat inhóspito y al que muy pocos llegan: el superpáramo.

Ubicado aproximadamente a 4.000 metros sobre el nivel del mar y alcanzando periodos de glaciación, este ecosistema se caracteriza por los ambientes rocosos y escasa vegetación que lo conforman. De allí que en ese primer hábitat los caminos de piedra sean los protagonistas.

Al ser áreas casi inaccesibles, la flora y vastos paisajes que los superpáramos albergan son retratados en una exposición fotográfica. A lo largo del sendero, las instantáneas del fotógrafo de naturaleza Cesar David Martínez retratan, entre otras formaciones rocosas, la Sierra Nevada de Santa Marta, el Nevado del Cocuy y hasta el páramo del Almorzadero, hogar algunos de los cóndores que aún viven en el país.

Mientras la marcha continúa, acompañada de la fría sensación que penetra los huesos, el breve recorrido le recuerda a la directora del Jardín Botánico, Martha Liliana Perdomo, el por qué el Tropicario se ha convertido en un espacio de interés nacional e internacional donde, ciencia, ambiente y cultura convergen juntas.

“Es una gran aula ambiental que le muestra a nuestros visitantes la riqueza ecosistémica, la megabiodiversidad que tiene Colombia y la multiculturalidad. Cuando nosotros entramos al Tropicario, en términos culturales, nosotros le informamos a la gente sobre cuál es la comunidad que vive ahí, qué es lo que pasa con ella y eso es muy importante”, subraya la funcionaria, mencionando que, en el caso del superpáramo, se aprende, entre otras cosas, sobre el ciclo del agua y cómo se conformaron las cordilleras que, hoy, atraviesan de sur a norte el territorio nacional.

Bosque Húmedo Tropical: de especies exóticas del Amazonas a plantas en honor a la paz

Imagen del interior del Bosque Húmedo Tropical, el ecosistema del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá, que alberga especies vegetales del Amazonas y las selvas chocoanas. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
Imagen del interior del Bosque Húmedo Tropical, el ecosistema del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá, que alberga especies vegetales del Amazonas y las selvas chocoanas. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

Dejando atrás el superpáramo, una de las cúpulas de cristal nos recibe para transportarnos al Bosque Húmedo Tropical, un ecosistema donde las selvas chocoanas y amazónicas conviven juntas.

Observando hacia el horizonte, en pleno corazón de esta selva húmeda tropical, un imponente y colosal árbol es el primero en entrar en escena: se trata de la ceiba amazónica, especie que se alza sobre lo que simula ser un manglar. Sus casi 60 metros de altura y su recto y espeso tronco la hacen sobresalir entre las demás plantas que adornan el lugar. Su tamaño, a primera vista, explica el por qué este domo es el más grande del recorrido.

Antes de iniciar la marcha por el sendero, en una pequeña esquina de él, se asoma otra de las joyas del lugar: la Begonia pax Jara & Zabala, una especie cuyo ciclo de vida es de tan solo un año. Pero su característica insignia no es su periodo de subsistencia. Adolfo Jara, el biólogo que la descubrió la nombró en memoria a su padre y en honor a los Acuerdos de Paz con las Farc.

“El papá de Adolfo Jara fue asesinado por las Farc. Él era militante de la Unión Patriótica (UP)”, nos cuenta Boris Villanueva, el biólogo del Jardín, como una anécdota de la diminuta planta.
imagen de la Begonia pax Jara & Zabala, especie que se encuentra al interior del ecosistema Bosque Húmedo Tropical, y que fue nombrada en honor a la paz. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
imagen de la Begonia pax Jara & Zabala, especie que se encuentra al interior del ecosistema Bosque Húmedo Tropical, y que fue nombrada en honor a la paz. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

Avanzando unos pasos, entre la frondosa vegetación que es contenida por las barandillas del sendero, aparecen otras de las reliquias del Amazonas: a un costado, una representación de las pinturas rupestres prehistóricas que reposan en algunas de las paredes que conforman la Serranía de la Lindosa, en el Guaviare. Metros más adelante, flotando en el estanque de agua, se observa un ejemplar de la Victoria regia, una planta acuática propia de las aguas poco profundas del Amazonas.

Este nenúfar de color blanco puro y hojas radiantes es, en palabras de la directora del Jardín, “la reina” del Tropicario pues, explica, “no es fácil tener florecida una planta del Amazonas a 2.600 metros sobre el nivel del mar”.

Imagen de la Victoria regia, planta acuática propia del Amazonas y que logró ser florecida al interior del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá. Daniela Gallo-Infobae Colombia
Imagen de la Victoria regia, planta acuática propia del Amazonas y que logró ser florecida al interior del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá. Daniela Gallo-Infobae Colombia

Mientras el sendero continúa, sorprenden los sonidos de aves y primates que de forma continua envuelven el ambiente del lugar. Da la impresión que, de un momento a otro un pájaro o un mono cruzarán, de manera apenas perceptible al ojo humano, de un árbol a otro. La realidad es que se trata de una ambientación sonora cortesía del Instituto Humboldt, centro de investigación que cuenta con una colección de grabaciones propias de dichos hábitats.

El ambiente de selva lo completan las representaciones de cascadas y la sensación de humedad que envuelven el ecosistema. Esta última se logró gracias a la convergencia entre el diseño del circuito de invernaderos y cada una de las plantas que allí se conservan.

“Si ves que hay unas zonas qué se abren (en el domo), eso es automatizado. Todo el número de ventanas se calculó de acuerdo a esa temperatura que se quería lograr y, cuándo esas temperaturas se superan, se abren, se ventila y baja (la temperatura)”, explica el arquitecto Jorge Buitrago, socio fundador del estudio DARP (De Arquitectura y Paisaje), la organización que se encargó de la construcción del Tropicario.
En el domo del Bosque Húmedo Tropical los visitantes pueden encontrar representaciones de cascadas. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
En el domo del Bosque Húmedo Tropical los visitantes pueden encontrar representaciones de cascadas. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

De ahí la razón por la que el superpáramo es el único espacio con ventilación mecánica del complejo, debido a las bajas temperaturas que allí se deben simular.

Mientras el camino continúa, es inevitable notar los agujeros que se posan sobre la cabeza de cada uno de los domos. El arquitecto Jorge explica que, como parte del control térmico de cada una de las cúpulas, se incluyeron estos óculos que, además, sirven para captar el agua de lluvia que, en línea con el concepto sostenible del invernadero de cristal, permite recircular el agua y usarla para los sistemas de riego de cada uno de los hábitats. De hecho, si tiene suerte, podrá presenciar uno de los riegos que lo transportarán a una lluviosa selva Amazónica.

Imagen de uno de los óculos del circuito de invernaderos, diseñados para regular la temperatura de las cúpulas. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
Imagen de uno de los óculos del circuito de invernaderos, diseñados para regular la temperatura de las cúpulas. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

Así lo confirma Emilse Castro, una mujer oriunda del Valle del Cauca pero que durante los últimos años ha vivido en el departamento del Caquetá y que, por primera vez, visita el Tropicario de Bogotá. “Se parece bastante a todo lo que es el Caquetá, y ya adentrándose un poco a lo que es la Amazonía. Cuando estamos dentro de la selva esto es más o menos lo que se vive, asegura la colombiana mientras observa cómo “llueve” a su alrededor.

La construcción del circuito de invernaderos fue tan bien planificada que es gracias a su diseño, control de temperatura y cuidados que, hoy, alberga 460 especies vegetales pertenecientes a 313 géneros y 98 familias.

Un templo a la naturaleza

Imagen del exterior del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
Imagen del exterior del Tropicario del Jardín Botánico de Bogotá. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

La construcción del Tropicario tomó casi cinco años. Su edificación se hizo sobre los vestigios del antiguo circuito de invernaderos que erigió el fundador del Jardín Botánico, el sacerdote jesuita Enrique Pérez Arbeláez y quien, durante años, veló por la recolección y conservación de especies vegetales andinas y de páramo, así lo recuerda el arquitecto Jaime Cabal mientras avanzamos por el Bosque Seco Tropical que nos da la bienvenida.

En medio del calor que expide el recinto y que hace transpirar a cualquiera, Cabal rememora como él y su socio Jorge Buitrago se inspiraron en las “glass houses” del siglo XIX y aprovecharon el concepto natural de los humedales —muy comunes en Bogotá—, para diseñar esa innovadora serie de invernaderos geométricos.

Como parte de la propuesta para lograr integrarlo al entorno de Bogotá, propusimos un humedal que es parte del paisaje de esta ciudad. Ese fue uno de los elementos más importantes”, indicó Cabal.

“Lo otro que hablamos fue siempre de un espacio de transición (…) no solo se concibió como un lugar de ciencia, sino que, también, sabíamos y habíamos entendido qué era un espacio que tenía una vocación educativa muy importante”, agregó el arquitecto recordando que el proyecto comenzó a materializarse en 2014, luego de que él y su socio ganaran una convocatoria pública de la Sociedad Colombiana de Arquitectos.

El ecosistema del Bosque Seco Tropical se destaca por exhibir algunas de las plantas propias de las zonas áridas de Colombia. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
El ecosistema del Bosque Seco Tropical se destaca por exhibir algunas de las plantas propias de las zonas áridas de Colombia. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

Además de los cactus, las ceibas barrigonas y el macondo que poco a poco se asoman por el sendero, unos pequeños puntos blancos que adornan las cúpulas de vidrio se van robando la atención de los observadores.

La directora del Jardín cuenta que, tras la inauguración del Tropicario, en los alrededores del complejo un preocupante escenario se presentó: algunos pájaros que sobrevolaban el lugar no percibían el cristal del domo por lo que, en su intento de acercarse a las plantas, terminaban estrellándose contra las cúpulas.

Como solución, casi de manera imperceptible y muy simétricamente, se colocaron una serie de puntos blancos a lo largo de la estructura de cristal para advertir a las aves sobre la presencia de la cúpula. “No volvimos a encontrar pájaros chocados”, aseguró Perdomo.

Imagen de algunos de los cactus que se pueden encontrar al interior del domo del Bosque Seco Tropical. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
Imagen de algunos de los cactus que se pueden encontrar al interior del domo del Bosque Seco Tropical. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

Previo a finalizar el recorrido por el Bosque Seco Tropical, un sistema de “esclusas” de vidrio recibe a los visitantes y los resguarda momentáneamente. Aunque en ellas los invitados se aclimatan, su objetivo real es impedir que las condiciones de temperatura propias de cada domo se vean alteradas.

Pensando en el tiempo en el que las personas permanecen allí, estos pequeños espacios fueron adaptados para explicar cada una de las costumbres, tradiciones y riqueza natural que rodean a las comunidades indígenas que habitan en cada uno de los ecosistemas.

“Es un espacio entre ecosistema y otro donde los educadores ambientales aprovechan para contarle a la gente qué es lo que van a encontrar en el espacio y las características. No solamente de biodiversidad y ecosistémica, sino culturales”, cuenta la directora del Jardín Botánico de Bogotá, mientras enseña algunas de las fotografías y artefactos indígenas que se exhiben en las paredes de la zona de “transición”.

Entre marihuana, cacao y orquídeas miniatura: las plantas útiles y amenazadas que esconde el Tropicario

Imagen de una de las plantas carnívoras que reposan en la sección de Colecciones Especializadas para la Conservación del Tropicario. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
Imagen de una de las plantas carnívoras que reposan en la sección de Colecciones Especializadas para la Conservación del Tropicario. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

El final del complejo de invernaderos comienza con olor a orégano. Esta hierba que usualmente se usa como condimento, hace parte de la colección del ecosistema de Plantas Útiles del Tropicario.

En este pequeño domo de 7.5 metros de alto se puede encontrar desde algodón, cacao y ají, hasta las llamadas plantas de poder –conocidas así por el uso que le dan las comunidades indígenas para entrar en comunión con sus dioses y creencias– como la coca, la marihuana y el yagé.

Su exhibición, de acuerdo con la directora del Jardín, recae en la necesidad de que los visitantes conozcan el uso ancestral de cada una de estas plantas, incluso de las más cuestionadas.

En la sección de Plantas Útiles del Tropicario, los visitantes pueden encontrar plantas de cacao (como en la imagen), café, ají, entre otros. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
En la sección de Plantas Útiles del Tropicario, los visitantes pueden encontrar plantas de cacao (como en la imagen), café, ají, entre otros. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
“Es mostrar que independientemente a cualquier prejuicio estás son plantas ancestrales que para nuestros pueblos indígenas tienen una importancia. Es desmitificar el delito porque no hay la mata que mata, es el mal uso que se le da, asevera Perdomo a la vez continúa su camino por el sendero que, poco a poco, se acerca a su fin.

En el domo contiguo se alza la zona de Colecciones Especializadas para la Conservación, un sector donde se reúnen 100 de las 460 especies que acoge el Tropicario y que tienen algún grado de amenaza.

Aunque el camino avanza entre aráceas, bromelias y heliconias, quienes se roban la escena son la colección de orquídeas miniatura y plantas carnívoras que allí reposan. Estas últimas son consideradas como una especie insólita pues, su nutrición, se resume en tres pasos: atraer a su presa, atraparla y luego digerirla.

Imagen de una de las bromelias que se exhiben en el ecosistema de Colecciones Especializadas para la Conservación del Tropicario. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia
Imagen de una de las bromelias que se exhiben en el ecosistema de Colecciones Especializadas para la Conservación del Tropicario. Daniela Gallo Hidalgo-Infobae Colombia

Aún cuando la pasarela por la fauna colombiana termina allí, el circuito concluye a un par de metros de esta última cúpula de cristal. Siendo más discreto en tamaño a comparación de sus vecinos, el domo final alberga exposiciones itinerantes, de allí que se le conozca como ‘Biodiversario’.

Una vez fuera de él, el circuito de invernaderos que, a primera vista parece un palacio de cristal, luce pequeño a comparación del mundo vegetal que alberga en su interior. Catalogado como único en su tipo, el Tropicario resulta ser un viaje por Colombia en pleno corazón de la caótica Bogotá.