Tras haber ganado diversos premios en el Festival de Cine de Lima, ‘Willaq Pirqa. El cine de mi pueblo’ ha despedido el año alzando uno de los mejores reconocimientos que existe en el cine: el cariño del público. Sin esos espectadores henchidos de emoción y movidos por la cinta que acaban de ver, las salas no estarían llenándose día tras día como viene sucediendo. Aun así, los espacios de proyección de este filme son todavía limitados.
La historia del pequeño Sistu con aquella pared que habla y proyecta emociones puede ser la de cualquiera de nosotros cuando tuvo su primer encuentro con el séptimo arte, pero la ternura, astucia y cariño con el que Víctor Acurio dota a su personaje logran que el largometraje quede grabado más allá de la retina. ‘Willaq Pirqa’, que se perfila como el siguiente clásico peruano, merece más que cinco salas en una sola cadena de cines.
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Como toda buena historia, esta puede ser vista desde diversos ángulos. Uno se ablanda al ver cómo Sistu contagia su amor por el cine a toda su comunidad, pero también uno reconoce que los adultos que rodean al pequeño protagonista pueden servir de brújula para estos días marcados por la convulsión social y la violencia. Quizás debiéramos replicar su predisposición a sentarse a conversar e incluso discutir para llegar a un acuerdo.
Se ha dicho que ‘Willaq Pirqa’ es una nueva versión de ‘Cinema Paradiso’, la recordada cinta de Giuseppe Tornatore, pero no es así. Ambas comparten esas secuencias de amor por el cine, pero la obra de César Galindo puede ser también una bofetada para quienes miramos cómodamente la cinta desde Lima. Reconocer las barreras impuestas a otros por limitar nuestra existencia a un solo idioma es el primer golpe que mueve la butaca.
La presencia de una película en quechua en la cartelera puede parecer un evento anecdótico para quienes leeremos los subtítulos, pero para quienes verán por primera vez una historia en pantalla grande narrada en su propia lengua puede llegar a ser todo un suceso. Por ello llama la atención que el filme no sea proyectado en ningún cine donde se concentre un importante número de quechuahablantes.
Existen momentos cúspides a lo largo de la cinta que se contraponen a algunos otros que pudieron estar cargados de igual emoción, pero aún así la cinta mantiene cautiva la atención por muchos otros instantes cargados de gracia. No se trata de una película para pasarla bien, sino una que acompaña al espectador más allá de la sala de cine, sobre todo luego de enfrentar esos últimos dos minutos de filme que son una verdadera estocada al alma.
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Sinopsis
Sistu, un niño que vive en una comunidad andina, escucha hablar sobre el cine, un evento en el que una pared empieza a contar historias. A pesar de la desaprobación de su padre, el pequeño hace de las suyas para sentarse frente aquel muro que termina por cautivarlo. Su emoción es tan grande que no duda en compartirla con sus compañeros de escuela. Niños y adultos se contagiarán de la emoción del pequeño Sistu, pero se toparán con un problema: todas las cintas son en español.
La dicha y los retos que afronta el personaje principal van de la mano con la pena que siente por la ausencia de su hermana. Mientras los adultos de su familia intentan por todos los medios dar con el paradero de su hija, Sistu busca robar una sonrisa a todos quienes le rodean acercándolos más aún a las historias que no han podido comprender en la sala de cine del pueblo.
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