El país que debe decidir en una elección su cambio de nombre

Una nación de la península de los Balcanes, que quiere sumarse a la Unión Europea, mantiene desde su independencia una disputa con Grecia por la apropiación de un pasado glorioso

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Macedonia, en días decisivos para su futuro político y cultural
Macedonia, en días decisivos para su futuro político y cultural

Su historia como país independiente es corta y traumática. Desde 1991, cuando se separó de Yugoslavia, todos sus esfuerzos estuvieron puestos en resolver tres problemas a los que no le encuentra solución: consolidar su identidad nacional, desarrollar su economía y asegurar sus fronteras en una de las regiones más inestables del mundo.

La República de Macedonia nunca pudo usar en los foros internacionales su propio nombre oficial. La causa es la resistencia de Grecia, su vecino del sur, que tiene en el norte una importante región que se llama de la misma manera.

Atenas sostiene que es un intento de apropiarse de una identidad y de un pasado que le pertenece. No es cualquier pasado. Se trata del legado de Alejandro Magno, probablemente el monarca más destacado de la Antigüedad, que en sólo 13 años convirtió al Imperio Macedonio en uno de los más grandes de la historia. Pero no es sólo un enfrentamiento identitario. Por detrás hay tensiones territoriales y étnicas que se remontan varias décadas en el pasado.

Tras un acuerdo alcanzado entre ambos países en 1995, obtuvo reconocimiento mundial y pudo ingresar a la ONU adoptando, provisionalmente, el nombre de Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM). Pero está claro que no es una solución definitiva. ¿Qué nación podría sentirse satisfecha teniendo que llamarse con una fórmula que hace alusión a lo que ya no es?

Zoran Zaev y Alexis Tsipras
Zoran Zaev y Alexis Tsipras

Por otro lado, de poco sirvió ese arreglo para atenuar la fragilidad política y económica en la que viven los 2 millones de macedonios. Sin recursos naturales ni una industria desarrollada, tiene un PIB per cápita de 5.000 dólares, uno de los más bajos del continente. Sin un Ejército fuerte, y con un reconocimiento internacional que no llega a ser pleno, no es fácil sobrevivir en medio de países que desde hace años se trenzan en conflictos étnicos y de soberanía.

La mayor apuesta de la dirigencia política para hacer frente a estos desafíos es entrar a la Unión Europea y a la OTAN. Muchos consideran que de esa manera sus fronteras estarían mejor protegidas y tendría oportunidades de crecimiento de las que hoy carecen. El inconveniente es que Grecia, que es miembro de ambos organismos, se opone a su ingreso.

"Desde la aparición de la República de Macedonia en la escena internacional, Grecia objetó su nombre constitucional y reivindicó derechos de autor para usarlo en las relaciones internacionales. Siendo un estado más pequeño, y económica y políticamente inferior, Macedonia ha sufrido mucho", contó a Infobae Biljana Vankovska, profesora de estudios de paz y seguridad en la Universidad Santos Cirilio y Metodio de Skopie.

Un osado y polémico plan, que pretende dar una respuesta a estos retos, comenzó a gestarse en 2017, con la asunción de Zoran Zaev como primer ministro. Tras varios meses de negociaciones, el 17 de junio de 2018 firmó con Alexis Tsipras, su par griego, un acuerdo por el cual el país pasaría a denominarse Macedonia del Norte. A cambio, Atenas aceptaría su ingreso a la UE y a la OTAN.

"En el pasado, sacrificamos nuestra realidad por la mitología. Ahora estamos sacrificando la mitología por la realidad, que es lo que verdaderamente importa", sintetizó Nikola Dimitrov, ministro de Relaciones Exteriores de Macedonia, en en una entrevista reciente con The Guardian.

El próximo 30 de septiembre se realizará un referéndum no vinculante para que la ciudadanía exprese su opinión. Pase lo que pase, el acuerdo tendría que ser aprobado por el parlamento macedonio y ratificado por el griego. El resultado del proceso es incierto, y lo más probable es que la discusión continúe abierta.

El mapa del Imperio Macedonio
El mapa del Imperio Macedonio

Una disputa por la herencia de un pasado glorioso

Alejandro Magno nació en 356 a. C. en la ciudad de Pela, en la Macedonia griega. Su padre, el rey Filipo II, lo preparó desde chico para el trono. Además de ser instruido en estrategia política y militar, aprendió filosofía con Aristóteles.

Llegó a la corona a los 20 años, luego de que Filipo fuera asesinado. Tras asegurar el dominio sobre todas las polis griegas, se propuso conquistar el Imperio Persa. En su expansión hacia Oriente, fundó decenas de ciudades y extendió la cultura helena como nunca antes, incorporando a la vez muchos elementos de los pueblos que invadía.

Alejandro murió en 323 a. C. en Babilonia. No dejó herederos. Tras su deceso, el imperio experimentó una rápida decadencia. Con su disolución, concluyó el dominio griego sobre la región, que siglos más tarde pasaría a estar bajo la égida de Roma.

La relación de la Macedonia actual con la de Alejandro es problemática. Buena parte del territorio del país no pertenecía a su reino, que se extendió principalmente hacia el sur y hacia el este. El tiempo fue ampliando las diferencias, sobre todo a partir del siglo VI, cuando sucesiva oleadas de migraciones eslavas convertirían a ese grupo étnico en el mayoritario en lugar de los griegos y los tracios.

Protestas en Macedonia contra el referéndum
Protestas en Macedonia contra el referéndum

Empezó a adquirir sus contornos culturales actuales cuando fue invadida por Bulgaria. El idioma macedonio, por ejemplo, tiene muchos elementos comunes con el búlgaro. Después de un período en el que estuvo bajo dominio otomano, a principios del siglo XX pasó a estar en poder de Serbia. Concluida la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en la República Socialista de Macedonia, dentro de Yugoslavia.

A pesar de este recorrido tan particular, desde su independencia en 1991 hubo un intento de recuperar algo de ese glorioso legado alejandrino, que incluyó la construcción de monumentos dedicados al emperador en las principales plazas del país. De hecho, Grecia no sólo le cuestionaba el nombre. También le reclamó que modificara la bandera, que en su versión original tenía un sol casi idéntico al de la Macedonia griega —aunque con un fondo rojo en lugar de azul—, y la Constitución, porque había artículos que sugerían pretensiones territoriales hacia el sur.

"La objeción de Grecia al uso del término Macedonia proviene del temor a que eso pudiera desatar reclamos irredentistas sobre la provincia griega que comparte el mismo nombre. También han argumentado que el hecho de que sus vecinos eslavos se apropien de esa identidad socava la de la Macedonia griega", dijo a Infobae Christopher K. Lamont, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Internacional de Tokio.

La dimensión étnica del conflicto es insoslayable. Basta revisar la historia de los Balcanes. Grecia tiene un antecedente muy traumático, que es la guerra civil que se desarrolló entre 1946 y 1949, cuando se enfrentó el Ejército regular, controlado por el gobierno, y el Ejército Democrático de Grecia, que respondía al Partido Comunista griego. Estados Unidos y Reino Unido respaldaban al primero, que terminaría ganando, y la Unión Soviética y Yugoslavia promovían al segundo.

Protestas en Grecia contra el acuerdo
Protestas en Grecia contra el acuerdo

"El Ejército Democrático recibió un masivo apoyo de las poblaciones eslavas del norte del país. En ese momento, Grecia no las reconocía como un grupo minoritario, y eso sigue siendo así en el presente. La guerra civil fue sangrienta y divisiva. Gran parte de la población eslava fue desarraigada y desplazada, en lo que constituyó una limpieza étnica. En la Macedonia actual, los refugiados de ese conflicto y sus descendientes son conocidos como macedonios egeos. Muchas de las tensiones entre los dos países provienen de esa historia profunda y se proyectan en la cuestión del nombre", explicó Andrew Graan, profesor de antropología social y cultural en la Universidad de Helsinki, consultado por Infobae.

El enfrentamiento quedó en stand by con el acuerdo de 1995, al que se llegó luego de un bloqueo económico por parte de Atenas. El pacto implicó la adopción de ARYM como nombre provisorio, la confección de una nueva bandera nacional y la modificación de los artículos constitucionales más discutidos. Los nacionalistas de ambos países lo consideraron una afrenta.

"El acuerdo por el cual Macedonia pasaría a ser Macedonia del Norte, tanto a nivel doméstico como internacional, tendría un impacto profundo —dijo Lamont—. A diferencia del de 1995, se modificaría el nombre constitucional. Eso ha generado mucha oposición en el país, porque hay quienes creen que el Gobierno ha comprometido demasiado la identidad. Esos opositores quieren boicotear el referéndum y esperan conseguir suficientes adherentes como para que un porcentaje significativo del electorado no vaya a votar".

Comparativo de la primera y la segunda bandera de la Macedonia independiente
Comparativo de la primera y la segunda bandera de la Macedonia independiente

Entre el anhelo de progreso y la identidad nacional

"¿Está a favor de la incorporación a la OTAN y a la UE, y de aceptar el entendimiento sobre el nombre alcanzado entre Macedonia y Grecia?". Esa es la pregunta que deberán responder los macedonios en dos semanas. Para algunos, la redacción es engañosa. Ni siquiera dice que la nueva denominación sería Macedonia del Norte, y pone el acento en la adhesión a los bloques multilaterales.

"Hasta 2018, desde el óptica de Macedonia, había un derecho legítimo a usar su nombre por muchos argumentos legales, morales e históricos, así como por ideas liberal democráticas como el principio de autodeterminación. No son dos estados reclamando la misma nacionalidad. No puede haber confusión entre un país y una región. Por eso, para muchos macedonios, esta transacción es inaceptable, una suerte de prostitución en la que uno ofrece su alma a cambio de incorporarse a un club de ricos", dijo a Infobae Zhidas Daskalovski, investigador del Centro de Investigación y Diseño de Políticas en Skopie.

La respuesta del gobierno a estas críticas es que el cambio de nombre es una concesión puramente instrumental para conseguir el objetivo que se persigue: integrarse a organismos que permitirían mejorar la seguridad de la población y ampliar sus posibilidades de desarrollo. Pero no todos están de acuerdo con que esos serían los beneficios.

"Hay una disputa en la comunidad académica en relación a si la membresía en la OTAN y en la UE valen la pena lo suficiente como para renunciar al nombre del país. Los profesores que creen que conservarlo es vital sostienen que Macedonia ya cuenta de facto con el la protección de la OTAN, y que la incorporación a la UE no puede hacer mucho por la economía. Los que consideran que ingresar a esas organizaciones es más importante que el nombre plantean que Macedonia será más fuerte diplomática y económicamente", resumió Sabrina Petra Ramet, profesora del Departamento de Sociología y Ciencia Política de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, en diálogo con Infobae.

Ilustración de Alejandro Magno y Aristóteles
Ilustración de Alejandro Magno y Aristóteles

De todas maneras, aunque gane el sí, el pacto será de difícil implementación. Primero porque el gobierno necesitaría del apoyo de parte de la oposición, que se manifestó en contra. Y segundo, porque la misma dificultad encontrará Tsipras en Grecia, donde también hay mucha resistencia.

"Este es un caso sin precedentes de una presión externa a una nación soberana para que cambie literalmente todos los documentos legales, institucionales, administrativos, educativos, culturales y deportivos. La polarización en el país está provocando un aumento de tensiones interétnicas y de otros tipos, así que, en lugar de cerrar una disputa, ahora enfrentamos una caja de Pandora de múltiples problemas nuevos que no le harán bien a nadie", sostuvo Vankovska.

Otros analistas, en cambio, creen que la situación puede ser menos dramática de lo que se está planteando. Sobre todo, porque no se puede subsumir toda la identidad en el nombre de la República.

"Para los que se oponen al referéndum, el acuerdo con Grecia es una negación de la identidad nacional. Hay quienes afirman que sería como un genocidio simbólico. Pero los que lo apoyan señalan que el pacto protege al macedonio como nombre de la lengua y de la nacionalidad. Aunque el país pase a denominarse Macedonia del Norte, la lengua y la identidad seguirán siendo macedonias", concluyó Graan.

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