A Nayib Bukele se le atraganta cualquier condena a la invasión rusa de Ucrania

El presidente salvadoreño, desesperado por financiamiento alternativo al que ofrece el Fondo Monetario Internacional, ha hecho como si los bombardeos de las fuerzas de Vladimir Putin no existieran.

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El presidente de El Salvador Nayib Bukele recibe las cartas credenciales de Alexander Khokholikov como embajador concurrente de la Federación Rusa en mayo de 2021.
El presidente de El Salvador Nayib Bukele recibe las cartas credenciales de Alexander Khokholikov como embajador concurrente de la Federación Rusa en mayo de 2021.

El gobierno de Nayib Bukele en El Salvador es de los pocos en el continente americano que no se ha sumado a las condenas a la invasión de Ucrania que el presidente ruso Vladimir Putin ordenó a finales de febrero y que ya costó la vida a unos 2,000 ucranianos y ha orillado a 874,000 personas a abandonar sus hogares.

Mientras la Organización de Naciones Unidas, la de Estados Americanos y otros foros mundiales se suman a condenas multilaterales a la acción militar de Putin, un club minoritario se abstiene de hacerlo y otro, aún más pequeño, hace eco de los tambores de guerra del ruso. El Salvador de Bukele está entre los del segundo grupo.

Cuando, el pasado miércoles 2 de marzo, la Asamblea General de Naciones Unidas convocó una sesión extraordinaria para votar una resolución de condena a Moscú, El Salvador fue uno de los 35 países que se abstuvo, junto a otros como Bolivia, China, Cuba, Irán e Irak. Cinco votaron en contra, incluida Rusia misma. Y 141 naciones apoyaron con un voto a favor un texto que “deplora en los términos más enérgicos la agresión cometida por Rusia contra Ucrania”.

China, uno de los países que se abstuvo en la votación de la ONU, ha tenido una relación cercana a la Rusia de Putin en las últimas décadas. Ambas potencias tienen visiones similares sobre occidente y en especial sobre Estados Unidos. En el discurso para explicar la abstención de Beijing, el embajador Zhang Jun dijo que la resolución no tomaba en cuenta las pláticas de paz propuestas por Putin, las cuales el resto del mundo desestimó, entre otras cosas, porque el gesto llegó apenas unas horas antes de que el Kremlin enviara una columna de tanques y vehículos armados a Kiev, la capital ucrania.

Miembros del servicio de las tropas prorrusas con uniformes sin insignias encima de un tanque en Ucrania, en la región de Donetsk, Ucrania 1 de marzo de 2022.  El gobierno de El Salvador se ha abstenido de condenar la invasion rusa. REUTERS/Alexander Ermochenko
Miembros del servicio de las tropas prorrusas con uniformes sin insignias encima de un tanque en Ucrania, en la región de Donetsk, Ucrania 1 de marzo de 2022. El gobierno de El Salvador se ha abstenido de condenar la invasion rusa. REUTERS/Alexander Ermochenko

Como sea, el embajador Jun explicó. El único posicionamiento salvadoreño ha sido el silencio y un par de tuits crípticos del presidente Bukele.

Si se atiende a las comunicaciones oficiales de la diplomacia y de la casa de gobierno salvadoreñas, y a las no oficiales del presidente, abanderadas por su cuenta en Twitter, es como si la guerra en Ucrania no existiera. Es como si el gobierno de Bukele viviera en un universo paralelo.

Durante la última semana, cuando el mundo entero tiene sus ojos posados en Kiev, Odessa y el Donbás, el oficialismo salvadoreño solo ha hablado de dos cosas en materia de política internacional: el polémico viaje de un grupo de diputados de Nuevas Ideas, el partido de Bukele, a la capital estadounidense para promover el voto de salvadoreños que residen en el extranjero y la obsesión presidencial por obtener efectivo con la venta de bonos del tesoro en el mundo de las criptomonedas.

En materia de política doméstica, el presidente y sus comunicadores se mantuvieron ocupados con la inauguración de “Chivo Pets”, un hospital para mascotas que, según Bukele y los suyos, se financió con ganancias en la compra de Bitcoin que el gobierno ha hecho con fondos públicos. El oficialismo tampoco ha dado cuentas de ese dinero ni de la inversión en el hospital.

Desde la oposición política, que es minoritaria en el Congreso, han llegado reclamos por la falta de condena de El Salvador a la invasión rusa. Claudia Ortiz, diputada de la agrupación Vamos y una de las figuras opositoras más visibles, cuestionó la neutralidad: “No puede haberla. Hay una misión (del presidente Bukele) planificada para ira a Rusia. ¿Qué relación planteará este gobierno cuando el resto de los países condena la invasión”, se preguntó la legisladora en referencia a una visita oficial que Bukele tiene programada a Moscú en junio próximo.

El silencio oficial salvadoreño ante la agresión a Ucrania, al que la diputada Ortiz se refiere como neutralidad, se hizo evidente un día después de la invasión, el 25 de febrero, cuando el pleno de la Organización de Estados Americanos en Washington, DC votó por abrumadora mayoría apoyo a una resolución que califica la invasión de “ilegal, injustificada y no provocada”. Ahí El Salvador también se abstuvo de votar.

Del Kremlin a San Salvador, influencia creciente

Si hay algo que puede decirse con certeza de la política internacional promovida por el gobierno Bukele es que ha intentado cambiar su centro de gravedad desde mediados de 2021, cuando la relación bilateral con Estados Unidos, uno de los principales socios comerciales del país y hogar de varios millones de salvadoreños, quedó en pausa, según lo definió la última enviada diplomática de Washington a San Salvador.

Incómodo por sanciones del gobierno de Joe Biden a funcionarios cercanos y por posibles persecuciones penales a dos de sus colaboradores, de los que Washington sospecha fraguaron en nombre del presidente un pacto con las pandillas MS13 y Barrio 18, Bukele ha intentado echar tierra a la relación con Estados Unidos y ha buscado aliados en otras partes.

Ha hecho guiños el presidente a China y a Rusia. En el plan de viajes que por ley presentó a la Asamblea Legislativa a principios de año, Bukele listó a Moscú como uno de sus destinos en 2022.

Los problemas financieros del gobierno salvadoreño, de acuerdo con analistas y funcionarios consultados en San Salvador y Estados Unidos, están entre los motores más importantes de los cambios en política exterior.

Un analista financiero que estudia el mercado salvadoreño de bonos desde Wall Street dijo a Infobae que los viajes de Bukele a destinos no tradicionales como Turquía (donde viajó a finales de enero) o Rusia, programado para junio, tienen que ver con la búsqueda de fuentes alternativas para hacer frente al hueco financiero del país, que incluye un pago de US$800 millones en deuda en enero de 2023.

Arnoldo Bernal (izquierda) fue embajador de El Salvador en Rusia de 2018 a 2021. Bernal es esposo de Carolina Recinos, jefa de gabinete de Nayib Bukele sancionada por Estados Unidos como agente corrupta y antidemocrática.
Arnoldo Bernal (izquierda) fue embajador de El Salvador en Rusia de 2018 a 2021. Bernal es esposo de Carolina Recinos, jefa de gabinete de Nayib Bukele sancionada por Estados Unidos como agente corrupta y antidemocrática.

El horizonte crediticio de El Salvador se ha ennegrecido durante la gestión de Bukele, sobre todo por el estancamiento de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional por un crédito de US$1.2 millones. El FMI, en un informe publicado a finales de enero, sugirió a El Salvador eliminar el Bitcoin, algo que los analistas de riesgo entendieron como una advertencia y Bukele desoyó.

El presidente salvadoreño, de hecho, no cesa en su empeño de promover su política Bitcoin. En lo que va del año inauguró el hospital Chivo Pets, recibió con honores presidenciales a “influencers” inversionistas en criptomonedas y se metió en un pleito tuitero con dos influyentes senadores estadounidenses que pidieron al Departamento de Estado seguir de cerca las consecuencias de la política Bitcoin de El Salvador.

El lunes 28 de febrero, cuatro días después de iniciada la invasión rusa a Ucrania, Bukele tuiteó esto: “El valor intrínseco del Bitcoin se muestra ahora por completo en todo el mundo”. El presidente, como suele hacerlo cada vez que se refiere a la criptomoneda que su gobierno adoptó como circulante oficial en septiembre pasado, escribió su tuit en inglés.

Un exdiplomático salvadoreño de alto rango dijo a Infobae que la negativa de Bukele a condenar la invasión a Ucrania puede estar motivada, precisamente, por el cálculo de no ofender a Moscú en caso de que Rusia pueda comprar bonos salvadoreños. El analista de Wall Street considera, sin embargo, que una potencial inversión sería muy baja incluso antes del colapso financiero que pueden llevar a Rusia las sanciones impuestas por Washington y los países de la OTAN como respuesta a la invasión.

Por ahora, según confirmó a Infobae una fuente cercana a la Casa Presidencial en San Salvador, Bukele ha enviado a una delegación a Europa en busca de colocar los bonos.

“Como se está quedando sin socios solo tiene la opción de buscar a los autócratas y dictadores, pues ninguna democracia quiere ya aparecer a su lado, entonces no dice nada para dejar la puerta con Rusia”, considera el exdiplomático, quien dio su opinión bajo condición de anonimato.

Este exfuncionario también advierte que detrás de la negativa a condenar la invasión puede estar también la amargura que el Washington de Biden provocó en el presidente salvadoreño al cercar a sus funcionarios acusados de corrupción y pactar con las pandillas.

“Después de haber confrontado e insultado a Estados Unidos y otros socios históricos no quiere aparecer sumándose a una iniciativa de ellos (condenas y sanciones promovidas por Washington)”, dice el exdiplomático.

Es cierto que, sobre Ucrania y la invasión rusa, Nayib Bukele y su aparato diplomático no han dicho esta boca es mía. Para lo que sí tuvo tiempo el presidente de El Salvador, el 20 de enero, cuatro días antes de la agresión de Putin, fue para cuestionar al gobierno de Biden.

“¿Estos comandantes están recibiendo cuatro órdenes de ataque a la semana? La administración Biden está perdiendo la credibilidad que le queda… Extraña estrategia”, tuiteó Bukele, también en inglés, en respuesta a comunicaciones oficiales de la Casa Blanca que advertían de la invasión rusa basadas en información de inteligencia. La invasión ocurrió. Y Nayib Bukele calló.

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