Pensar antes de actuar: cómo lograrlo para evitar conflictos innecesarios

La mejor manera de lograrlo es desarrollando la virtud de la prudencia, la combinación perfecta de sentido común y la palabra justa en el momento indicado. Cómo evitar dejarse llevar por los impulsos

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Posiblemente existen miles de anécdotas en las que, por dejarte llevar por los impulsos, el resultado de la situación fue negativo, y no lograste tu objetivo (Getty)
Posiblemente existen miles de anécdotas en las que, por dejarte llevar por los impulsos, el resultado de la situación fue negativo, y no lograste tu objetivo (Getty)

¿Cuántos conflictos te podrías haber evitado? ¿Por qué no pudiste evitar lastimar a esa persona que tanto querés? ¿Cuántas veces te arrepentiste de eso que dijiste o hiciste fuera de lugar?

Posiblemente existen miles de anécdotas en las que, por dejarte llevar por los impulsos, el resultado de la situación fue negativo, y no lograste tu objetivo. Pero no te preocupes, todos tenemos un costado prudente, solo hace falta alimentarlo y ejercitarlo para que nos domine en situaciones extremas.

Es que la prudencia es el arte de decidir bien, y también implica el dominio de las emociones y reacciones. El poder desarrollar esta virtud, nos va a permitir tomar decisiones correctas y, sobre todo, tener el dominio de nosotros mismos.

Para ejercitar

Intentá poner en práctica estas actitudes que te ayudarán a potenciar al máximo tu capacidad de reflexión:

No todos pensamos antes de actuar, a veces nos puede resultar difícil si tendemos a dejarnos llevar por los impulsos
No todos pensamos antes de actuar, a veces nos puede resultar difícil si tendemos a dejarnos llevar por los impulsos

-Recordá tus experiencias pasadas y aprendé de ellas. Tomalas como una lección de aprendizaje y que no queden en la nada.

-No te frustres por tus errores. Aprovechalos para superarlos y avanzar, porque vivir quejándote no sirve de nada, solo hace que te olvides en qué te equivocaste y, por eso, es posible que vuelvas a repetirlos.

-Reflexioná sobre las situaciones que fueron negativas. Si te sucede algo similar, procurá cambiar tu postura y, de esta manera, no tropezarás con la misma piedra.

-Discerní. Confrontá los hechos y buscá en cada uno sus pros y los contras, para tomar la decisión más acertada. Analizar las circunstancias hace que actuemos precavida e inteligentemente.

-Escuchá a los demás. Prestá atención a las nuevas ideas que aportan y recomendaciones. Si bien no tenés que dejarte influenciar por otros, a veces un punto de vista diferente te puede ayudar a ver las cosas con más claridad.

-Tené en cuenta las adversidades que se te pueden presentar. Planificar puede ser útil.

-No seas impulsivo ni te apures. Calmá tu ansiedad y pensá que todo llega a su tiempo.

Tengamos en cuenta que el pensar antes de reaccionar nos permite ser más tolerantes (iStock)
Tengamos en cuenta que el pensar antes de reaccionar nos permite ser más tolerantes (iStock)

-Proponete objetivos reales. Respetando tus límtes, planteá metas que puedas alcanzar y luchá por ellas.

-Dedicá tiempo para analizar las decisiones que tengas que tomar en tu vida. No pienses de forma apurada. Una vez que hayas logrado desarrollar la prudencia, vas a poder lograr mejores relaciones con los demás, sean laborales, de amistad, y hasta de pareja. Esta virtud no solo consiste en abstenerse de actuar, también es saber proceder cuando así se requiere, en la medida justa.

Tengamos en cuenta que el pensar antes de reaccionar nos permite ser más tolerantes, sensatos, cautelosos, sabios y maduros. Y todas estas cualidades nos facilitan el desarrollo personal y la interacción con los demás.

¿Y si soy imprudente? No todos pensamos antes de actuar, a veces nos puede resultar difícil si tendemos a dejarnos llevar por los impulsos. Cuando nos enfrentamos a situaciones que nos generen sentimientos de ira, enojo y tristeza; o cuando nos lastiman y nos sentimos víctimas de injusticias, es probable que actuemos con la primera reacción que nos invada, en vez de tomar decisiones previamente analizadas. Lo importante es que tengamos la iniciativa de cambiar esta actitud ya que, de lo contrario, nos puede traer consecuencias no deseadas.

Si nos ponemos a pensar, la mayoría de las veces que nos peleamos con alguien, que tomamos alguna decisión incorrecta, que nos sentimos mal o terminamos de mal humor, fue por haber actuado sin pensar. La falta de prudencia siempre repercutirá en todos los aspectos de la vida, tanto sea personal, como colectivo.

El valor de la prudencia, nos hace tener un trato justo con los demás y con nosotros mismos, y esto permite crear relaciones de confianza con uno mismo y con los demás. Que podamos desarrollar esta virtud no quiere decir que no vayamos a cometer a errores. La persona que es prudente, tiene la cualidad de reconocer en qué falló, cuáles son sus límites, sabe disculparse y recibir consejos.

Por eso, si sentís que la irreflexión te interfiere, proponete como prioridad desarrollar la prudencia a través de momentos de análisis, sensatez y cautela. Cuando ya sea parte de tu forma se ser, te vas a dar cuenta de los beneficios que vos mismo lograste.

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