
La diversidad y evolución del vino argentino han permitido que hoy existan en el mercado exponentes de vinos espumosos para todos los gustos y ocasiones, en todos los segmentos de calidad.
Para los vinos más accesibles, se puede confiar en las etiquetas de siempre, ya que por algo están ahí, recordando que el Extra Brut es más seco (menos dulce) que el Brut y que el Demi-Sec, y por eso son mejores para servir en la mesa. Mientras que los otros son ideales para brindis de a muchos y tragos.
Y, en la medida que uno sube la apuesta, se puede optar por los Brut Nature y Nature, más allá de los “milesimados”, aquellos en los que el año de cosecha figura en la etiqueta o en la contra.
Se sabe que hay dos métodos muy conocidos, el Charmat y el método tradicional o Champenoise, en el que la toma de espuma se hace botella por botella. Claro que para hacer grandes volúmenes el Charmat es el elegido porque se utilizan grandes tanques presurizados. Pero también con ellos se busca para lograr vinos más frescos y apoyados en el carácter frutado.

Por su parte, el otro método se reserva para vinos más serios, en los que las variedades y su origen aporten lo suyo, más allá del tiempo sobre lías que le imprime al vino una complejidad adicional.
Pero hay más, porque cada bodega tiene su “licor de expedición”, para darle a todos sus vinos un toque diferencial, algo así como el condimento secreto del chef. Mientras los primeros poseen burbujas persistentes, en estos últimos el “perlage” es fino y consistente, respetando el equilibrio en cada trago y resaltando lo mejor de la frescura. El gusto y la ocasión determinarán cuál será el espumoso más adecuado.
Claro que las burbujas no son novedad en la Argentina, y menos a la hora de las celebraciones de fin de año. Pero estos vinos, quizás más que sus pares, han evolucionado notablemente en los últimos años. Sin embargo, la clave no está en las burbujas sino en los vinos bases, el vino que luego en la toma de espuma por segunda fermentación, se hace de las burbujas naturales.
Y si bien siempre el espejo fue el Champagne, el vino más famoso, hoy ya se lo elabora con estilo propio, pero emulando sus condiciones. Por eso, la mayoría de las bodegas que lo producen buscan en los viñedos de altura que la amplitud térmica les permita lograr una acidez más filosa y elegante en las uvas en busca de vinos que puedan evolucionar mejor y por más tiempo en la botella. Eso explica la escalada de Los Andes, hoy con viñedos plantados hasta casi los 1800 metros en Mendoza y más de 3000 en Salta.
Las variedades preferidas también son las principales de la Champagne: Chardonnay y Pinot Noir. Y si bien el método elegido para los espumosos más pretensiosos es el Champenoise (botella por botella), el método Charmat (en tanque) también permite lograr vinos de calidad. Sobre todo, si es lungo, es decir con más tiempo sobre lías (cinco meses al menos) que lo impuesto por ley (un mes).
Hoy se hacen espumantes sorprendentes en casi todas las regiones vitivinícolas del país, desde Salta hasta Patagonia, incluyendo los nuevos de Buenos Aires (Chapadmalal y Tandil). Y más allá de algunos que proponen variedades alternativas, hay que resaltar el auge de los dulces naturales. Algunos concebidos a partir del licor de expedición y otros de vinos de cosecha tardía. Estos, más que para brindar, nacieron para ser disfrutados en tragos con hielo, frutas, hierbas, vegetales y especias, ampliando así las ocasiones de consumo.
Burbujas para todos

En esta época del año los brindis se multiplican y ya todos están pensando en las fiestas, siendo el vino espumoso la bebida más elegida para dicha ocasión. Y su elección será clave para un mayor disfrute, sabiendo que hay vinos espumosos para todos los gustos y bolsillos, de gran calidad. Es por ello que los brindis, por lo que fue y por lo que vendrá, están garantizados.
Cabe recordar que el origen del brindis no está claro, y se apoya en dos teorías principales. La primera de ellas se relaciona con la palabra alemana “bring dir’s” (yo te lo ofrezco), que se popularizó en el siglo XVI entre soldados para honrar sus victorias. La segunda se remonta a la antigüedad y al miedo al envenenamiento.
Allí surgió la antigua “práctica” de chocar copas (generalmente de metales), para que el contenido se mezclara con la de los demás, asegurándose así que bebida no estuviera envenenada por el anfitrión. Lejos de esa época y gracias a la evolución, hoy brindis significa buenos deseos y esperanza.

Y así como la Argentina es un gran productor de vinos, también lo es de vinos espumosos; esto significa una cultura bien arraigada. Desde la producción del primer espumante método tradicional en 1927, hasta la creación del Extra Brut (sí es un invento argentino) en los 60’, que revolucionó la categoría.
Algunas décadas antes, el Champagne había calado hondo en la alta sociedad, cuando la Argentina era rica y se importaban muchos vinos. Hoy, después de casi un siglo, esta categoría está viviendo un gran momento, más allá de las dificultades coyunturales del mercado. Porque hoy la oferta de vinos espumosos argentinos es tan amplia y diversa, que todos pueden brindar.
Están los más sofisticados, elaborados por el método tradicional con años sobre lías, lo que los hace más complejos. Estos vienen incluso en botellas Magnum (1,5l) y Doble Magnum (3l).
También están los más económicos, generalmente elaborados por el método Charmat que, si bien es ideal para grandes volúmenes, también preserva mejor la fruta y así los vinos llegan más frescos y jóvenes al mercado. También hay cientos de etiquetas en distintos estilos, más serios apoyados en las notas de evolución o más frescos apoyados en la vivacidad.

Pero más allá de sus cualidades y virtudes, la clave de estos vinos son las burbujas, que resaltan todo, además de darle a estos vinos ese espíritu chispeante único que un famoso monje bautizó hace casi 400 años como “beber estrellas”. Y esto también lo convierte en el vino más divertido de todos, y el más elegido para brindar.
Por último, el consumo de espumantes en la Argentina está mostrando una recuperación sostenida, con un volumen que alcanzó los 5,2 millones de botellas en 2024, según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). Esto representa una señal positiva tras años de retracción y sitúa nuevamente al espumante como protagonista de celebraciones y encuentros.
A nivel internacional, el mercado sigue en expansión, impulsado por cambios en los modos de festejar. La producción mundial de espumantes supera los 3.000 millones de litros anuales, con ventas que rondan los U$S 11.000 millones. Europa mantiene el liderazgo, con Francia, Italia y España a la cabeza, pero los países del Cono Sur y Oceanía registran crecimientos importantes.
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