Cenas virtuales con su novio en Miami, cinco llamados diarios a su abuelo de 90 años y horas de estudio al pie de la bañera: Barbie Simons, en cuarentena

“Esta cuarentena me sirvió para darme cuenta de que la cocina no es lo mío...”, dice Barbie Simons. La periodista, que se reconoce como una freak del orden y amante de la limpieza, asume que ni las influencers gastronómicas ni las recetas que, en estos tiempos de quedarse en casa, proliferaron en las redes sociales lograron despertar su costado culinario: “¡Traté! y lo máximo que logré hacer fue un avocado toast”, reconoce la conductora de C5N, que hace su aislamiento en Buenos Aires junto a su perra Mila. Solo sale de su casa para ir a trabajar al canal de noticias y a El Nueve, donde integra el panel de Hay que ver. Y recibe a Teleshow virtualmente con una copa de vino en la mano.

—¿Cómo estás haciendo con las entrevistas a figuras en el exterior?

—También en forma virtual. Es rarísimo. Todos los estrenos de películas han sido postergados y los tanques, retrasados, porque no sabemos cuándo van a volver a abrir los cines.

—Se están reinventando las formas de vincularnos.

—Sí, ni hablar. Con colegas de otras partes del mundo con los que suelo encontrarme en Ciudad de México, Los Ángeles, Nueva York, Berlín, Londres, donde se hacen todos los estrenos de cine, nos preguntamos: “¿Será que de ahora en más ya no nos vamos a ver? ¿Nuestras entrevistas con los talentos de Hollywood pasarán a ser virtuales?”. Este año prácticamente no habrá cine y, por ende, no habrá recaudación. El presupuesto de los estudios será mucho menor, y llevar a un periodista de cualquier punto del mundo tiene un costo. Además, es exponer tanto a la figura como a los periodistas a que se suban a un avión, eventualmente cuando se abran las fronteras, con el riesgo que eso implica. El mundo va a cambiar, es así.

—¿Cómo están tus vínculos familiares? ¿Cómo te manejás en este momento tan particular?

—Es lo que más me cuesta. Va a ser un mes y pico que no veo a mi abuelo. Hablo de él y lloro. Por suerte, hace un tiempo le di mi teléfono anterior y aprendió a usar WhatsApp, videollamada, y ahora es re activo. Me escribe todos los días, me manda audios, hacemos camarita, y tengo la posibilidad de verle la cara.

—¿Es el papá de tu mamá?

—Sí. Mi abuelo León, que tiene 90 años y está atravesando un momento difícil de salud. Le diagnosticaron cáncer hace un mes y está haciendo quimioterapia, con lo que implica a su edad tener que ir al sanatorio una vez por semana.

—¿Hablás todos los días?

—Sí, cinco veces por día. Si me ve en la tele me manda mensajes: si hablé mucho, si estoy linda, si el maquillaje está fuerte, si la ropa le gusta. Está pendiente de todo y siempre me dice que soy su motor de vida, y él es el mío. Me alimenta y me llena de positivismo. Es muy loco pensar que una persona de 90 años es la que te inyecta esas ganas de vivir. Tengo a mi novio lejos, vive en Miami, y hay días que son duros...

—Hace más de un mes que no lo ves. ¿Cómo está esa relación a distancia?

—Está intacta. Todas las noches cenamos juntos. Pongo el telefonito, nos preparamos la comida, me pongo la mesa, el vinito... Compartimos media horita, mientras él come en soledad y yo también. Nos acompañamos virtualmente. Es una manera de sentirnos cerca.

—Estados Unidos está pasando un momento muy complicado y tu novio está allá, ¿Cómo lo llevás?

—Viví 12 años de mi vida ahí, tengo un montón de gente querida que son como familia también. Es duro, pareciera que no son tan conscientes como lo estamos siendo acá en materia de cuidados. Estoy muy contenta con las medidas que tomó el Gobierno desde el primer momento. Entiendo que fueron muy difíciles para la economía pero había que preservar las vidas y la salud, y se están cumpliendo los objetivos. En Estados Unidos salen a caminar, a andar en bicicleta... Hacen una vida relativamente normal. Me asusta bastante.

—¿Tu novio también?

—No, mi novio no sale de la casa.

—¿Cómo te organizás con la cuarentena? Las compras, la comida, tu casa...

—No salgo mucho. A la mañana voy al noticiero con barbijo, guantes y todos los recaudos. Estoy dos horas, vuelvo y veo un poco de tele, me pongo al día con cosas, leo. Estoy haciendo mucho tutorial, mucha clase, mucho todo.

—¿Te enganchás con todo eso?

—Tutorial, clases, series, películas: me vi todo. Es mi laburo, me encanta, y por fin tengo tiempo para hacerlo. Con un ritmo de vida tan ajetreado, viajes y mis tres trabajos (un programa a la mañana, otro a la tarde y uno más los sábados) no paraba un segundo, sumado a mis salidas, mi familia y mis amigos. Me vino bien para ver muchas series, películas y compartir con mi perra. Es la primera vez que llevo un mes de corrido con ella. No me puede ni ver a esta altura del partido (risas).

—¿Tarea doméstica a la que le estás huyendo en este mes, en el que te estás ocupando sola de tu casa?

—Amo limpiar y ordenar. Tengo un espíritu muy “mariekondiano”. Me di cuenta de que me encanta lavar la vajilla y me lavo mucho las manos. Me gusta barrer, pasar la aspiradora, limpiar el baño. Lo que intenté y le huyo es el tema de la cocina. Esta cuarentena me sirvió para terminar de darme cuenta de que la cocina no es lo mío. El chef en mi familia es mi abuelo. También mi hermana, que tiene su restaurante. No me gusta, ¿qué voy a hacer?

—¿Cómo llevás la situación a nivel emocional? ¿Te angustias por momentos? ¿Te asusta?

—Estoy haciendo terapia con mi psicóloga a través de Skype y el otro le decía que tengo una sensación de bipolaridad que nunca antes había experimentado. Paso de la angustia a la felicidad en cuestión de segundos y me pregunto cómo saldremos de esta. Hay tantas cosas que aprender como sociedad, como seres humanos... Agradezco tener salud, que es lo más importante, un lugar para vivir, comida y a mi familia.

—¿Cuál es tu lugar preferido en tu casa, tu refugio?

—Depende para qué. Para estudiar, el baño.

—¿El baño?

—Sí, pero no sentada en el inodoro, aclaro.

—Explicame eso.

—Desde que tengo uso de razón, tengo la modalidad de ir al baño para concentrarme: me siento en la bañadera, afuera, en el piso, y apoyo la espalda sobre la bañadera. Si puedo me hago un baño de inmersión. Esta cuarentena me hice muchos; he llegado a bañarme tres veces por día.

—¿Te agarró el fanatismo fit? ¿Te pusiste a hacer gimnasia?

—Me coparía que me hubiese pasado. Lo único que estoy haciendo son clases online con mi profe de yoga, pero más que nada porque es terapéutico y me ayuda a relajar no desde lo físico sino desde el interior. Hago clases privadas todas las semanas y sigo con mi psicóloga. Son sostenes muy importantes para atravesar este momento extraño, y más aún estando en soledad.

—¿Qué es lo primero que vas a hacer cuando termine este aislamiento?

—Encontrarme con mi novio en algún lugar del mundo, compartir tiempo con mi abuelo, sacarlo a comer; ver a mis amigas. Una costumbre que mantuve toda esta cuarentena es hacer mucho Zoom con amigas y conectarnos todas las noches con un vinito, con un traguito, y charlar un rato, ponernos al día, reírnos, hablar de la vida y el chisme. Lo que fuese para olvidarnos del coronavirus. Volver a abrazar a mis seres queridos.

—Te veo un anillo, pero en la mano derecha. ¿Se viene casamiento el año que viene?

—Parece de compromiso, ¿no? Este anillo es un compromiso conmigo misma y no me lo saco ni para fotos ni para bañarme ni para nada.

—¿Te gustaría que venga, entonces, el de la otra mano?

—Estoy abierta a la posibilidad, antes estaba más cerrada pero todo esto te hace dar ganas de celebrar la vida, el amor, tener una persona buena a tu lado. Es una prueba de fuego. Entre nosotros, con mi novio, jodemos mucho y decimos: “Si superamos el coronavirus, superamos cualquier cosa”. La distancia, el tiempo, el dolor, atravesar un montón de cosas angustiantes y no poder estar físicamente el uno con el otro. Así que, ¿quién dice? En una de esas...

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