Cómo fue la despedida íntima de María Eugenia a su hija Geñi

Una de las Trillizas de Oro estaba con su hermana María Emilia. Y las dos permanecieron con ella hasta el último instante, en su habitación del Hospital Alemán

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"La vi nacer. Y la vi irse". La frase le pertenece a María Emilia Fernández Rousse, tía y madrina de Eugenia Laprida. Y se la dijo a sus íntimos, desconsolada tras la partida de Geñi, como la conocían sus familiares y amigos.

Geñi con su mamá, María Eugenia
Geñi con su mamá, María Eugenia

Pintora y docente de artes plásticas, Geñi murió este lunes a los 34 años. Hija de Maria Eugenia -una de las queridas Trillizas de Oro-, estaba casada con el arquitecto César Bustos, con quien tuvo dos hijos, Cesarito (11 años) y Cala (cinco).

Cuando sus hijos eran pequeños, Eugenia cumplió lo que es toda una tradición familiar: cantarles un tema que su mamá (María Eugenia) compuso con sus dos tías (María Emilia y María Laura) para las Trillizas de Oro. Y que desde entonces las tres adoptaron como una canción de cuna. Se llama "Amanece".

"La cantamos desde que estábamos embarazadas, y fue una canción de cuna para nuestras niñas. Y después ellas se las cantaban a sus hijos", contaron una vez las Trillizas de Oro sobre esta costumbre tan arraigada en el seno familiar.

En 2015 a Geñi –hermana de la actriz Laura Laprida– le diagnosticaron cáncer de mama, que tras una operación enfrentó con quimioterapia. Pero hace tres meses su salud empeoró: le detectaron tres tumores cerebrales y debió ser internada en el Hospital Alemán.

Este lunes -según contó Fernando, prensa de las Trillizas de Oro, en el programa Nosotros a la mañana– la mamá y la madrina de Geñi entraron a su habitación en el sanatorio porteño. Y entonces María Emilia y María Eugenia le cantaron aquella vieja canción de cuna, una vez más:

Amanece, y el día contento despierta,
La mañana se asoma a su puerta,
Amanece.

Amanece, y mi sol es un niño que crece,
En la copa de un árbol aparece,
Amanece, amanece…

Segundos después de escuchar las mismas estrofas que le cantaban cuando era una beba, Geñi partió. Y a María Emilia le quedó entonces aquel consuelo: "La vi nacer. Y la vi irse".

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