Calixto de Jesús Ojeda se bajó corriendo del colectivo de la Línea 506 cuando todavía estaba en movimiento. Había llevado una gorra azul y un barbijo para que la cámara de seguridad del transporte público no captara su rostro. Además, se puso guantes de látex para evitar dejar sus huellas en los pasamanos y envolvió el cuchillo en un buzo tipo rompevientos para que nadie lo advirtiera y, al mismo tiempo, tenerlo a mano. Una campera roja completó el outfit que había pensado para atacar a Leonardo Sebastián Figueroa, detrás del volante del interno 101. A la altura de Pereyra, entre Presa y Rojas, en la localidad bonaerense de Glew, le dio dos puñaladas mortales y escapó.
Pero su plan de fuga no funcionó tan bien como su plan criminal. Los pasajeros y vecinos, desconcertados, creyeron que se trataba de un robo y pidieron auxilio para atrapar al ladrón. Los gritos llegaron hasta un hombre de 37 años que vio pasar corriendo al presunto delincuente, lo siguió hasta derribarlo y atrapó su cuerpo contra la vereda en Rojas y Cabo Cañas.
La Policía Bonaerense llegó poco después al lugar y le puso las esposas. Ojeda, que al parecer creyó que sería todo más sencillo, en el traslado a la comisaría comenzó a golpearse contra las paredes del patrullero y se abrió el cuero cabelludo.
Lo derivaron a un centro de salud, donde lo curaron bajo la atenta custodia de los agentes.

Al mismo tiempo, el colectivero se desangraba en la unidad. Llegó a ser trasladado al Hospital Zonal General de Agudos Cecilia Grierson de Guernica. Sin embargo, no resistió a las heridas provocadas por los puntazos y los médicos constataron su muerte poco después.
Los compañeros de la víctima, al igual que los pasajeros, en las primeras horas pensaron que se había tratado de un caso de inseguridad, aunque el autor del crimen no se había llevado ningún elemento de valor.
Esa es la secuencia que pudieron reconstruir los investigadores, a través de testigos y las imágenes de la cámara de seguridad del colectivo que recorre la zona de Glew. Sin embargo, quedaba en el aire una pregunta que no define una condena, pero que ayuda a entender la motivación de un crimen. Y esa es la pregunta más básica: ¿Por qué?

¿Por qué un hombre con un oficio, estabilidad y una familia se lanza sobre otro y lo mata a sangre fría, con el riesgo de una pena a prisión perpetua? La respuesta la dio la esposa del presunto homicida. La mujer, identificada como J.M. y de 30 años, reveló en su declaración que el móvil del crimen fueron los celos, debido a que ella tenía un affaire con la víctima, de 43 años.
Este martes, Ojeda cumplió 57 años. Horas antes del asesinato, J.M. le había dedicado por la ocasión un amoroso mensaje en Facebook que, a la vez, revelaba la crisis en la pareja. “Que sea una tormenta pasajera y volvamos a estar más fuertes que nunca”, posteó.
De acuerdo a las redes sociales de la esposa del acusado, estaban juntos desde, al menos, 2016, cuando ella tenía 22 años y él 49.

Aunque tenía hijos, a diferencia de Ojeda, “Gamuza” Figueroa era soltero. Nunca se había casado. Había nacido en La Plata y este 24 de octubre también cumplía años.
El fletero fue detenido e imputado por el titular de la UFI N°3 Descentralizada de Almirante Brown, Juan Manuel Baloira, por el delito de homicidio calificado por alevosía.
Para el fiscal, Figueroa no tuvo oportunidad de defenderse frente a un hombre armado y decidido a lastimarlo. En las imágenes que se viralizaron por diferentes medios y redes sociales, apenas se lo ve levantar el brazo tras la segunda estocada del asesino.
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