Luis Iribarren solía contar un relato sobre sí mismo. Mostraba, con orgullo, su título de abogado de la Universidad Nacional de La Plata en su cuenta de Tik Tok, donde publicó el video de su colación de grado en 2022. Posteaba más videos, donde hablaba de casos criminales, de homicidios. Hipotetizaba, por ejemplo, si un hombre que mató a su familia entera sería recuperable, algo un poco irónico para él, uno de los asesinos múltiples más grotescos de la historia criminal argentina: en 1995, el abogado Iribarren masacró en San Andrés de Giles a sus padres, sus dos hermanos y una tía.
A algunos los mató a tiros. A otros, a golpes en la cabeza. Luego, echó sus cadáveres a una fosa común en el campo familiar.
Así, pasó 29 años de su vida en la cárcel, con una condena a prisión perpetua. Pero el mundo a cielo abierto no se olvida tan fácil. Trece días atrás, Iribarren huyó de la Unidad N°26 de Lisandro Olmos, una cárcel de régimen semiabierto, cuando aprovechó una salida educativa.
Ayer por la noche, la División Búsqueda de Prófugos de la PFA -que depende de la Superintendencia de Investigaciones Federales- lo capturó en Villa Atamisqui, Santiago del Estero, una pequeña localidad a 1100 kilómetros de la Unidad N°26, donde había llegado hace una semana para alquilarle una cabaña a un guía de pesca. Allí, llevó a su perrita, Sari. No la encontró en el camino: la había criado desde cachorra y lo acompañaba en el penal.
Sari, precisamente, fue una de las claves para encontrarlo.
Los detectives de Búsqueda de Prófugos comenzaron tras un alerta del CUFRE del Ministerio de Seguridad con un relevo de imágenes en la propia cárcel. Allí, la perra Sari se repetía en las imágenes. Al seguir las cámaras, descubrieron que Iribarren tomó un taxi hasta Florencio Varela, luego, abordó otro taxi hasta el centro porteño, siempre con su mascota. Mientras tanto, la PFA encontraba una segunda cuenta de Tik Tok del asesino múltiple, con una foto de perfil que ilustra esta nota. Allí, también, estaba su perra.
Mientras tanto, el “Carnicero” intentaba cubrir su rastro: cambiaba las líneas con frecuencia, con teléfonos de descarte. Lo que no fue capaz de descartar, sin embargo, fue a Sari. Así, llegó con ella a Santa Fe, donde un impacto de antena telefónica alertó su presencia. Compró en esa provincia una camioneta Peugeot. Así, se dirigió a Santiago del Estero.
Su llegada a Atamisqui, creen investigadores del caso, a cargo de la UFI N°6 del fiscal Juan Menucci, fue más o menos fortuita. Iribarren habría llegado hasta la pequeña localidad a cien kilómetros al sur de la capital santiagueña sin un plan definido, con la simple idea de alejarse lo más posible.
Sin embargo, queda el principal misterio de su fuga: el de su plata. “El Carnicero” financió su fuga con dinero en efectivo. “La camioneta que compró en Santa Fe la pagó cash. Gastó, por lo menos, 80 mil pesos en taxis”, continúa otra fuente clave en el expediente: “¿De dónde la sacó?”