“Me duele todo, pero tuve suerte de que no me rompieran nada. Lo importante es que estoy vivo”, reconoce Aleg Goyda, el comerciante de 36 años que esta semana fue víctima de una salvaje golpiza en su local de venta mayorista de golosinas en el partido de Merlo. El video de la paliza que le dio una patota, que presuntamente agrupa a los vendedores ambulantes de la zona, y que se conoció el miércoles, es tremendo.
Aleg es argentino pero nació en Ucrania, de donde es originaria su familia. En el barrio donde vive y trabaja todo el mundo lo conoce como “Alejandro”, que es la castellanización de su nombre o, directamente, como “El Ruso”. Él también reconoce, por su cara y nombre, a muchos de los clientes que lo frecuentan.
Su negocio, ubicado en Jujuy al 1.000, en el Oeste del Conurbano Bonaerense, está ubicado apenas a una cuadra de la estación de Merlo del Tren Sarmiento. Una gran parte de su clientela está compuesta por vendedores ambulantes que adquieren los productos por caja y los ofrecen en las formaciones o en los andenes.
El lunes pasado, cerca de las 13.30, cuando Alejandro escuchó el estruendo de la puerta de vidrio de su local que se estrellaba en pedazos, lo primero que vio fueron caras conocidas: un grupo de entre seis y ocho hombres, clientes habituales, junto a algunos menores de edad, que ingresaban a los gritos en el negocio, lo insultaban y lo amenazaban. Los propios agresores filmaban el ataque.
En esas imágenes, difundidas por los mismos agresores en redes sociales, como una nueva forma de intimidación; se observa durante unos segundos lo que, en realidad, se extendió por, al menos, 15 largos minutos. Hoy, ese video, es una prueba clave en la investigación a cargo del fiscal Fernando Capello de la UFI N°2 de Morón.
“Andate de Merlo, no te queremos acá”, se escuchaba que decían mientras uno de ellos le asestaba golpes de puño a Alejandro en el rostro. “Cerrá el negocio, acá manejamos nosotros. Te vamos a matar”, continuaban. La violencia escaló y las amenazas de muerte se repitieron: “Matalo, matalo”, arengaban los agresores.
Con la representación del abogado Javier Baños, ex fiscal de Morón, Alejandro hizo la denuncia por el ataque. En el escrito que presentó en la fiscalía, Alejandro individualizó a seis de los atacantes con nombre y apellido, cuyas identidades se preservan por el momento para no entorpecer la investigación del fiscal Capello, abocado en la recolección de pruebas para adoptar nuevas medidas en el corto plazo.
“Son todos clientes míos. Los conozco porque trabajan en el tren. A mí nunca me habían intimidado, pero sí a conocidos. La verdad es que nunca imaginé que fueran a hacerme algo, pero cuando los vi entrar así, me paralicé y se me pasaban mil cosas por segundo en la cabeza”, cuenta Alejandro, del otro lado del teléfono y en diálogo con Infobae. “Lo que se ve en el video fue solo un ratito. Después siguieron, me agarraron entre ocho y me pegaron muy fuerte”.
Antes de irse, según consta en la denuncia, los agresores robaron cerca de 350 mil pesos en efectivo y otros 300 mil en mercadería. “Me rompieron todo el local también. Tenía tanta bronca que no me dolía nada pero al otro día no podía más”, admite “El Ruso”, que por el momento mantiene el negocio cerrado.
Según su presentación ante la Justicia, no es la primera vez que se produce un hecho de estas características. Los agresores se manejan, de acuerdo al documento, a través de una “fachada de mutual” que agrupa a los vendedores ambulantes que trabajan en la zona y en los vagones del Sarmiento. “Son una verdadera asociación ilícita”, sostiene el abogado Baños, que dejó asentada esa acusación en la denuncia. “Son los que manejan todo ese negocio. Algunos de ellos son los propios vendedores ambulantes, pero a muchos los usan de carne de cañón, como fuerza de choque”, remarca Baños.
Alejandro volvió esta mañana a la fiscalía, donde ratificó la denuncia y amplió su declaración. También declaró ante el fiscal Capello una comerciante de Morón que fue agredida por la misma patota el lunes. En ese local de Uruguay al 70, sin embargo, la agresión no escaló porque había Policía en el lugar, que intervino rápidamente.
Mientras tanto, a la espera de novedades que podrían llegar en las próximas horas, Alejandro se recupera de los golpes y se prepara para volver al ruedo. También teme por su pareja, que viaja todos los días en el Tren Sarmiento y que trabajó un tiempo en local. “Tengo miedo de volver a trabajar, pero lo tengo que hacer. La semana que viene o la otra tengo que abrir. Hay que seguir adelante”.
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