La chica argentina que trabaja en el campo australiano: los temores a viajar sola y el día que aprendió a usar la pala

Lola Yáñez salió de Mar del Plata hace 6 años. Estuvo en Estados Unidos y en Europa. Ahora, recaló en Oceanía. Trabaja 12 horas diarias con un franco cada 13 días. Cómo es la vida en la isla, lejos de Sidney. cuánto gana y en qué gastará la plata

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Lola Yañez muestra cómo es un día en su vida de trabajo en el campo australiano

Lola Yáñez era una clásica chica de Mar del Plata. Surfeaba y andaba en skate en sus ratos libres. Había terminado el secundario y empezó a trabajar en un local de comidas rápidas del centro de La Feliz. Como toda marplatense odiaba cuando en el verano su ciudad se colmaba de turistas. Prefería los otoños o primaveras para recorrerla con su patineta y hacer piruetas sobre las ramblas del centro.

Lola iba todos los días de casa al trabajo y del trabajo a casa. Pasaba unas 8 horas frente a la plancha de hamburguesas o algún otro puesto rotativo que le tocaba en suerte esa semana en el local de comidas rápidas. Mientras caminaba las calles de Mar del Plata, su cabeza ya viajaba por todas partes del mundo. Europa, Estados Unidos y hasta Oceanía eran los destinos que elegía para cada uno de sus trayectos rumbo al local. Enseguida, llegaba y el olor a hamburguesa mezclado con plástico la traía de nuevo a su realidad.

La chica en ese momento tenía 23 años y ya comenzaba a querer concretar los viajes que ya había hecho en su mente. “Me saqué un pasaje con una tarjeta de crédito a España. Era sólo de ida. Y lo pagué con lo que empecé a trabajar en Europa -recuerda Lola en diálogo con Infobae desde Australia, su lugar actual de residencia-. Desde ahí, me quedé un tiempo en recorriendo y viviendo en varios países”.

Lola Yáñez trabaja en el
Lola Yáñez trabaja en el campo australiano y los días libres aprovecha para disfrutar la playa

Ahora en Australia, su último destino, trabaja de una actividad que nunca había pensado hacer en su vida. Luego de unos días en Sidney, se internó en el interior del país. Se alejó de las fotos turísticas y de las playas a la que los surfers bajan con sus tablas al hombro. Lola llegó a pueblos muy chicos a trabajar en el campo. “Después de unos días de paseo, puse un mensajito en Facebook y enseguida me llegó la propuesta para convertirme en trabajadora rural - recuerda Yáñez-. Nunca antes había hecho este tipo de trabajo. Me sentía rara por toda la situación en un lugar tan alejado y exótico para mí”.

Para evitar problemas, Lola se juntó con otros dos argentinos que aceptaron la misma propuesta. “Tenía miedo de llegar sola y de que el lugar no era lo que nos prometían y se pueda generar alguna situación violenta -explica la chica-. Me paso que recibo muchas propuestas por Facebook, algunas sospechosas. Por ejemplo, un hombre quería que vaya le limpie la casa y le haga la comida. Me ofrecía un dormitorio y pagarme bastantes dólares por ese trabajo. Ni siquiera le contesté porque me pareció muy turbio y peligroso”.

La chica cuenta que el miedo no se puede evitar. “Es parte de la vida”, afirma. Y aconseja viajar y conocer el mundo en cada video que sube a sus redes sociales. Lola lleva el mismo apellido que un personaje de la novela Los piratas de Mompracem, de Emilio Salgari. Yañez, el mejor amigo del pirata era un portugués aventurero que había llegado hasta los dominios de Sandokan y nunca más se fue. En este caso, lao joven de Mar del Plata se hizo fuerte en otro archipiélago de Oceanía.

Lola obtuvo una visa para trabajo temporario. Como tiene pasaporte italiano no le pidieron que sepa hablar inglés. De hecho la joven argentina apenas se logra comunicar en ese idioma. “Me ayudan muchos mis amigos y compañeros de trabajo. Igual, en lo básico puedo pedir productos en el supermercado o llevar adelante un diálogo cotidiano”.

Lola Yáñez durante su etapa
Lola Yáñez durante su etapa de viaje por Estados Unidos

A todos lados donde se mueve, Lola lleva su mate y su termo. La chica tiene un franco cada 13 días y las jornadas son de 12 horas. “Se suman las extras y se puede ganar hasta 60 dólares diarios. Además te dan lugar para alojarte -explica Lola, entusiasmada-. En general muchos jóvenes extranjeros y australianos lo hacen con un solo objetivo que es juntar dinero durante 3 meses para irse de vacaciones a Tailandia que está acá cerca en Oceanía y es muy barato”.

Yáñez vivió primero en un trailer de chapa sin ventanas cerca de los graneros en los que trabajaba. Ahora la mudaron a un motel de ruta, muy parecido a los que aparecen en las series de Estados Unidos. “A veces ando por el pasillo y veo la máquina de gaseosa, el lobby o el estacionamiento y creo estoy viviendo adentro de una película”, explica Lola.

La chica tiene una cuenta de Instagram, @lolaa.yanez, en la que cuenta sus experiencias y cómo aplicar para la visa de trabajo temporario en Australia, en este caso. Por ejemplo en uno de sus tiktoks más populares, se la ve de ropa de trabajo con un buzo naranja y abriendo una compuerta para el paso de granos. “Llevás trabajando 14 horas. Pero ganás un sueldo mínimo de tu país (por Argentina”. El clip llegó casi a los 3 millones de reproducciones. “La mayoría de los trabajos son muy rutinarios, pero no tan pesados. Desde subir y bajar una palanca o controlar que no se apague una máquina”, admite Lola.

Lola se dio el lujo
Lola se dio el lujo de surfear en las playas de Hawaii

Lo que nunca pensó esta chica es que literalmente iba a tener que agarrar la pala. “Tuve que hacerlo en una de las jornadas acá en Australia. La verdad que no es fácil. Al otro día me dolía todo el cuerpo. Hasta partes que no sabía que existían”, cuenta, mientras lanza una carcajada. Antes, había hecho un trabajo rural, pero mucho más liviano en Oregon, Estados Unidos. “Estuve en una temporada de cosecha de marihuana. No tenía ni idea y metía todas las flores en la misma bolsa. Todo el tiempo me lo corregía el capataz”, recuerda la viajera.

Antes de llegar al interior de Australia, Yáñez había estado empleada en una empresa de mudanzas en Sidney. “Acá la contrata todo el mundo, no sólo los que tienen mucho dinero. Es raro, pero parece que a nadie le gusta embalar sus objetos - afirma Lola-. Ganaba bastante bien por pocas horas de trabajo”.

Del otro lado del mundo, en Mar del Plata, su mamá se preocupa por su hija. “Ve los videos y me dice que me cuide del sol y que trate de comer bien para no estar tan cansada”, cuenta Lola. Una vez por año, la joven vuelve a su ciudad natal. Allí se encuentra con sus afectos y se carga de nuevas fuerzas para viajar. “Aunque no parezca soy muy familiera. Me veo dentro de 3 años, a los 32, en una casa en Mar del Plata. Creo que ya para ese momento llegará la etapa de echar raíces”.

Sobre los amores en el camino, Lola cuenta que en todos lados conoce personas con las que se lleva muy bien y comparte esos momentos. “No llegó el momento para enamorarme aún, creo -admite la chica-. Siento que todavía tengo mucho mundo por conocer”. Entonces, Lola se ceba un mate y enfoca el celular. En minutos subirá un nuevo video a su Instagram. Desde su posteo, mostrará otro día en su vida. “Nunca hay dos jornadas iguales. De lo único que tenemos certeza en la vida es que vamos a morir. Por eso, viajen”, dice de frente a la cámara de su teléfono.

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