Sequía, falta de agua potable y el recuerdo de la peor inundación: cómo se vive hoy en el paraje donde murieron 13 niños wichí

Infobae visitó las comunidades de Santa Victoria Este, al noreste de Salta, donde en el 2018 una crecida del río causó estragos y en el 2020 fallecieron varios chicos. Una zona golpeada por la pobreza, la ausencia del Estado y la deshidratación. Cruz Roja instaló un campamento en la zona y pelea contra la desigualdad

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Infobae junto a la Cruz Roja en Salta recorriendo una comunidad wichí.

-Ahicito.

Laquín señala unos arbustos sobre la tierra seca. Ahí atrás, entre los senderos, hay un pozo de unos catorce metros de profundidad de dónde sacan el agua. Pero no siempre hay. O más bien, no siempre había.

-En el principio hubo muertos. Chicos y grandes -dice.

Tiene una gorra marrón clarito de una marca norteamericana. El pelo corto, tirando al gris. La cara curtida, habituada al sol tremendo que brilla sobre la Misión Grande, al noreste de Salta, a veinte kilómetros de Santa Victoria Este. Habla muy bajito, igual que casi todos los caciques de la zona. No hay viento y los pájaros parecen respetar su palabra, así que se escucha igual. Laquín Sánchez tiene 51 años y es, como él mismo se define,”wichí puro”, hijo de otro cacique recientemente fallecido que fundó la comunidad en la que hoy viven varias familias.

-¿Cuándo hubo muertos?

-Nosotros teníamos muchos problemas. Entonces el año pasado hubo un vuelo del gobierno, bajaron los ministros aquí, y después llegaron de la Cruz Roja. Y cuando ellos llegaron se bajó la diarrea que había entre los chicos.

Laquín Sánchez, cacique de la comunidad de Misión Grande. Su padre fue uno de los caciques que fundó la comunidad. Foto: Matías Arbotto.
Laquín Sánchez, cacique de la comunidad de Misión Grande. Su padre fue uno de los caciques que fundó la comunidad. Foto: Matías Arbotto.

-¿Sus hijos tenían diarrea?

-Mi hijos tenían diarrea, hasta los grandes tenían diarrea. Todo era porque el agua es sucia. Y bueno, la Cruz Roja vino y nos donaron algunos filtros de agua que hoy los usamos, entonces es agua clarita.

-¿Y hoy sus hijos están mejor de la diarrea?

-Sí, ahora es poco. Poco. Se ha bajado. Antes eran mortales. Morían los chicos con diarrea.

El vuelo del que habla Laquín sucedió a principios del 2020, cuando se declaró la emergencia socio-sanitaria en la zona a causa de la muerte de 13 niños wichí afectados por malnutrición severa producto, entre otros factores, del consumo de agua no potable. Pero esto no se supo desde el principio. Fue, como explica Laquín, la Cruz Roja quien ató los cabos. Hasta febrero del 2020, la gente la zona consumía agua de un pozo construido por el gobierno que no contaba -que no cuenta- con ningún filtro ni físico ni químico. La gente de las comunidades wichí de la zona consumían ese agua directamente y la diarrea era moneda corriente, al punto de pensar que era parte de la vida.

Uno de los hijos de Laquín Sánchez jugando con una gomera en su comunidad.
Uno de los hijos de Laquín Sánchez jugando con una gomera en su comunidad.

En febrero del 2020 llegó la primera misión: una camioneta de Cruz Roja en la que iban Rodrigo Cuba y Maximiliano Tolaba. Recorrieron la zona tratando de entender la problemática. Ya habían estado allí: en el 2018 Santa Victoria Este estuvo en todas las noticias por la terrible inundación que arrasó con todo, obligando a las comunidades a mudarse al otro lado de ruta. Allí la Cruz Roja, como tantas otras organizaciones, respondieron a la emergencia. Pero ese viaje a principios del 2020 fue exactamente por el motivo contrario: la falta de agua, no el exceso.

Conversando con cada comunidad y con cada cacique, fueron entendiendo los hábitos del pueblo wichí de la zona y las condiciones del terreno. De ese primera avanzada salió un informe con datos reveladores.

"En el último mes, ¿ha tenido diarrea por más de dos días?". La pregunta que hizo Cruz Roja por su informe sobre el estado de situación en la zona. Fuente: Cruz Roja.
"En el último mes, ¿ha tenido diarrea por más de dos días?". La pregunta que hizo Cruz Roja por su informe sobre el estado de situación en la zona. Fuente: Cruz Roja.

Según el relevamiento, para febrero del 2020 -cuando se declaró la emergencia-, el 84% de los encuestados declaraba haber tenido diarrea por más de dos días en el último mes. Para julio del 2020, después de que se empezara a distribuir agua potable en la zona, ese número bajó al 22%, y para marzo del 2021 al 20%.

“La presencia de cuadros gastroentéricos, principalmente la diarrea aguda (se define como diarrea a la deposición de tres o más veces al día de heces sueltas o líquidas, según la OMS) repercute negativa y directamente en el estado de salud de la población, principalmente en los niños, niñas y personas adultas mayores. La recurrencia de episodios de diarrea genera la pérdida de electrolitos en el medio interno y en consecuencia la deshidratación. En este sentido, la diarrea es causa intrínseca de desnutrición, por pérdida masiva de nutrientes”, detalla el informe sobre la gravedad de la enfermedad.

Producto de estos datos y de los resultados obtenidos tan velozmente, Cruz Roja decidió instalar un campamento permanente en la zona de Misión Grande, para dar respuesta urgente a la emergencia y luego continuar con un plan de desarrollo. Allí estaba, en ese entonces, solamente un campamento que montó el ejército en un campo del cantante Jorge Rojas. Era la única respuesta: camiones del ejército repartiendo sachets de agua, pero los días en que llovía el terreno se volvía intransitable para sus transportes. En ese contexto, la llegada de la Cruz Roja fue fundamental.

“No solamente tenían diarreas diarias sino que era una situación normalizada. Y no solamente normalizada, sino que muy lejos estaban de asociarlas a la situación del agua. Entonces los niños que habían nacido tenían episodios de diarrea crónica que los estaban matando, pero no lo asociaban con algo que estuviera fuera de lo común”, explica Rodrigo Cuba, Subsecretario de Desarrollo Humano en Cruz Roja y principal responsable de esta misión. Es cordobés, tiene 28 años, y está hace más de diez en la institución. Realizó misiones en muchos lugares de la Argentina y del mundo, en Kenia, Etiopía, Panamá, entre otros. Fue quien planteó la necesidad de una misión de largo plazo, y quien nos acompaña en este recorrido para entender la problemática.

Frontera con Bolivia y Paraguay, las comunidades de Santa Victoria Este son de las más postergadas de la provincia. El punto rojo marca dónde está el campamento de Cruz Roja.
Frontera con Bolivia y Paraguay, las comunidades de Santa Victoria Este son de las más postergadas de la provincia. El punto rojo marca dónde está el campamento de Cruz Roja.

“Cuando hablamos de acceso al agua, hablamos de agua en cantidad necesaria, calidad necesaria, y a la distancia que se necesita. Hay que poner en contexto que en nuestras casas nos levantamos, abrimos el grifo y tenemos agua a la hora que queremos el día que queremos. Bueno, esto no pasa acá, o al menos no pasaba”, explica.

Con el tiempo, el trabajo que fueron haciendo evolucionó. Un privado donó la instalación de un pozo de 260 metros en la zona, otro privado completó la obra y puso un tanque y una bomba. De ese modo, la disponibilidad de agua se resolvió en gran parte. Para que además fuera agua de calidad, Cruz Roja instaló una planta potabilizadora junto al pozo. Son tres contenedores blandos, uno funciona como pileta donde se acumulan hasta 10 mil litros del agua que viene del pozo. De allí pasa con una manguera a través de la planta, que tiene un proceso de filtrado físico -para “colar” todas las partículas- y un tratamiento químico que termina de potabilizar el agua. De allí pasa a dos “vejigas” que guardan 10 mil litros una y 5 mil litros otra. Luego, llenan su cisterna móvil y van por las comunidades llenando los tanques que ellos mismos distribuyeron.

Misión Quebrachal

“Un día vino el Pilcomayo, ¿ha visto? Llegó en mi lugar. Las aguas volcaron todo lo que es casa de adobe, ¿ha visto? Bueno, mi decisión era la de salir de esa parte”. Para Gabriel Mendoza el problema del agua comenzó con la inundación del 2018, que lo obligó a dejar su lugar e instalarse más lejos del río.

Ya en su nuevo hogar, dirige su familia y las familias de sus hijos y su hermano. Es el cacique de la Misión Quebrachal (a unos cinco kilómetros del campamento de Cruz Roja), y se dedica a criar cabras. Cuando los niños comenzaron a morir, él todavía tomaba el agua de la zona.

Gabriel Mendoza, cacique de la comunidad El Quebrachal, a 5 kilómetros del campamento de Cruz Roja. Foto: Matías Arbotto.
Gabriel Mendoza, cacique de la comunidad El Quebrachal, a 5 kilómetros del campamento de Cruz Roja. Foto: Matías Arbotto.

“Aun no estaba la Cruz Roja. Pasando un mes, dos meses, ellos llegaron. Y bueno, ellos visitaron todas las comunidades viendo las cosas, qué es lo que hace falta, todo esas cositas, por ejemplo el tema del agua. Y yo un día hablé con este señor de la Cruz Roja. Yo le dije, le planteé si había posibilidad de un tinaco (un tanque), para depositar agua. Y bueno, ellos estuvieron ahí pensando y yo seguí luchando, pidiendo a la gente de Salta, que me dieron un tinaco de 1100 litros, pero igual seguíamos sufriendo de agua, no alcanzaba. Y bueno, la gente de Cruz Roja nos dieron dos, dos más. Dos tinacos más”, cuenta.

Hoy tiene un tanque de agua a unos cinco metros de su casa de adobe, y cada semana es llenado por la cisterna móvil. Además, cerca de las casas de sus hijos y hermano hay otros tanques más.

Mientras conversamos, dos voluntarios de la ONG (Santiago y Luis) están haciendo un pozo a pocos metros. El hueco es para la instalación de un baño que van a construir los propios voluntarios para que la familia de Gabriel pueda tener dónde realizar sus necesidades, y que además esos desechos tengan un tratamiento conveniente para el medio ambiente.

Santiago y Luis, dos voluntarios de Cruz Roja, cavando un pozo para instalar un baño en la Misión El Quebrachal. Foto: Matías Arbotto.
Santiago y Luis, dos voluntarios de Cruz Roja, cavando un pozo para instalar un baño en la Misión El Quebrachal. Foto: Matías Arbotto.

“La primera vez me sorprendí al verlos a ellos, ¿no? Llegando en la zona… una cosa como se dice: ‘cayendo del cielo’, ¿ha visto? Una sorpresa para uno, verlos la primera vez a ellos trabajando, ayudando como se pueda a la gente, ¿no? Porque como yo decía hace rato: uno se sorprende”, agrega Gabriel.

Su principal vínculo lo tiene con Maximiliano Tolaba, quien está todo el año trabajando en la zona. Pasa dos meses en el campamento de Cruz Roja, y luego tiene unas semanas libres en las que vuelve a la ciudad de Salta, donde vive. Maximiliano conoce a todos los caciques del lugar, y su trabajo fue fundamental para que Cruz Roja se ganara la confianza de ellos. Es que al principio, con las inundaciones, comenzaron a llegar “criollos” (así les llaman a quienes no son wichí), y se generó una tensión inmediata por el desconocimiento del contexto.

La situación política también es inédita: por primera vez en su historia, el municipio de Santa Victoria Este tiene un intendente wichí, que en muchos casos entra en disputa con el gobierno provincial. ¿A quién entregan la ayuda las otras organizaciones o privados que llegan a la zona? Es todo un tema de conversación. Por ejemplo, aquí mismo es donde hacía falta una ambulancia y Santiago Maratea inició una campaña para juntar los fondos. Finalmente consiguió dinero para comprar dos camionetas que fueron de gran utilidad, pero despertó revuelo en la zona porque no las dejó a cargo del intendente, es decir, no las dejó a cargo de los wichí.

Delante, la pileta donde se acumula el agua de pozo (acumula 10 mil litros). Detrás, la planta potabilizadora. Foto: Matías Arbotto.
Delante, la pileta donde se acumula el agua de pozo (acumula 10 mil litros). Detrás, la planta potabilizadora. Foto: Matías Arbotto.

Ese tipo de complicaciones las evita la presencia de Maximiliano, que se ganó la venia de todos allí y conoce sus caminos como un nativo más. Es, por otra parte, clave para que la idea de desarrollo de la zona se pueda llevar a cabo.

“Primero pasamos por un periodo de asistencia en la emergencia, es decir, fuimos rápidamente a resolver la situación actual, que es la falta de agua. Entonces instalamos una planta potabilizadora. Comenzamos a potabilizar y a distribuir agua”, explica Rodrigo Cuba, mientras vamos por la ruta con Maximiliano al volante.

“Después empezamos a asistir los otros aspectos, es decir: ok, ya tenemos agua, ¿dónde la vamos a guardar? Ahí empezamos con un plan de distribución de tanques familiares. Pero también nos importa el desarrollo de las personas, el fortalecimiento de las comunidades, el qué pasa cuando nosotros no estamos. Entonces hay todo un trabajo enfocado en el tratamiento domiciliario, en que las personas, las familias, puedan potabilizar el agua en sus casas. Para eso también hemos distribuido filtros comunitarios y filtros familiares… Y con eso un poco también vamos cerrando el ciclo del agua. Es decir, tienen agua, es de calidad, la pueden conservar de manera segura, y pueden disponer de ella todo el día”, dice.

Así queda el agua -ya potable y transparente- después del proceso por el que pasa en la planta potabilizadora móvil de Cruz Roja. Foto: Matías Arbotto.
Así queda el agua -ya potable y transparente- después del proceso por el que pasa en la planta potabilizadora móvil de Cruz Roja. Foto: Matías Arbotto.

Somos agua

Recopilación: son las seis de la mañana y nos llaman a embarcar. Antes de ir a la fila paso por el baño y me lavo las manos. Despegamos. Ya en Salta nos subimos a una camioneta y partimos rumbo al campamento. Paramos en una estación de servicio, compramos agua para tomar, algo de desayuno, y antes de seguir viaje nos lavamos las manos y la cara una vez más. Un rato más tarde el parabrisas se llena de insectos y lo limpiamos con el sapito. Tomamos un poco más de agua durante las siete horas de ruta. Llegamos, nos reciben con un café. Pasamos por el baño, nos lavamos las manos. Salimos a recorrer la zona. Alguien nos acerca una botella para el camino. Al volver, veo movimiento entre los voluntarios. Cayó el sol y varios de ellos van, en turnos, a darse una ducha. Llega la hora de la cena, nos lavamos las manos y nos sacamos algo de tierra de la cara tirándonos agua. Comemos, lavamos los platos. Antes de dormir, me lavo los dientes. El agua sale fría y por momentos molesta, sale del grifo con naturalidad, no veo en ello nada extraño. Froto mis manos con jabón mientras el agua cae y se escurre, y por momentos moja el piso y embarra un rinconcito del trailer. Lo lavo con un trapo y con más agua. Alguien pasa al baño, hace sus necesidades y tira la cadena. El sonido es parte de la vida, pienso, agua que cae y que se escapa, que tomo, que arrojo, que cuido y desperdicio y todo al mismo tiempo. Y como respirar, nunca antes había enumerado las veces del día en que es parte de mi vida. Con seguridad, me olvido de momentos. Con seguridad, dejaré de enumerarlos en el futuro. Pero ahora, gracias a registrar lo que me sobra, veo todo lo que no hay. Hasta la llegada de la Cruz Roja ni un tercio de esas actividades podían realizarse en la zona de Misión Grande sin poner en riesgo la salud.

Maximiliano Tolaba potabilizando agua en la planta. Todos los días llenan la cisterna y distribuyen. Foto: Matías Arbotto.
Maximiliano Tolaba potabilizando agua en la planta. Todos los días llenan la cisterna y distribuyen. Foto: Matías Arbotto.

Voluntarios de la Cruz Roja

“Muchas veces las personas dicen: ‘¿pero yo qué voy a hacer, en qué puedo ayudar?’. A ayudar se aprende ayudando, eso es clave”. Rodrigo dice que si no fuera por los voluntarios y por quienes donan dinero a Cruz Roja, la misión sería imposible.

Para él, las dos formas más directas de ayudar son sumándose al equipo de voluntarios (“siempre nos hacen falta manos, siempre necesitamos gente que se forme con nosotros, que se ponga la camiseta, que diga bueno, vamos al terreno”), y aportando económicamente. Los dos mecanismos se pueden encontrar dentro de su página web (www.cruzroja.org.ar), y piden que invitemos a quienes estén leyendo a ayudar.

“Acá está la razón de ser de nuestra organización, esto es por lo que existimos. Digo, existimos para hacer más digna la vida de las personas que se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad. Y eso, que pueden parecer un montón de palabras enredadas, es algo que sentimos bien adentro cuando venimos acá. Cuando pisamos la misma tierra pisan las personas que nos necesitan. Y te moviliza hasta la fibra más íntima cuando llegás después de algunos meses y vienen niños, padres, caciques, y te reconocen por el nombre, te agradecen el laburo que hiciste, y te dicen: nos están salvando”, dice.

Salvando, repito. La idea de la salvación, donde no se ven a la vista los pecados, parece inquietante. Pero es, también, inevitable.

Laquín Sánchez lavándose las manos. Desde la llegada de la Cruz Roja, pueden acceder a agua potable para todas sus actividades. Foto: Matías Arbotto.
Laquín Sánchez lavándose las manos. Desde la llegada de la Cruz Roja, pueden acceder a agua potable para todas sus actividades. Foto: Matías Arbotto.

Antes de irnos, volvemos a hablar con los caciques que nos reciben. ¿Qué es el agua?, le pregunto a Gabriel Mendoza. Sonríe un poco, no sé bien por qué. “El tema del agua es vida para nosotros. Es vida porque nos calma la sed. Cuando uno tiene sed, uno toma. Y el río también es vida porque de ahí sacamos animalitos, ¿ha visto? Y con eso uno se mantiene”.

Voy ahora a lo de Laquín Sánchez. Sus hijos juegan con una gomera a golpear un árbol. Tiene una puntería que intimida, pero no les gusta disparar a objetos concretos, no al menos en este minuto. Laquín los mira en silencio. Yo lo miro en silencio a él. Y entonces le pregunto:

-Imaginemos que bajara Dios y le dijera: “Laquín, puede elegir algo, lo que sea, un deseo”. ¿Cuál sería ese deseo?

-Bueno… Yo soy de la iglesia también, trabajo con misión pastoral aborigen, y nosotros oramos a la iglesia con el pastor y con otros miembros de la iglesia. Nosotros oramos para que no nos castigue el río. Así oramos nosotros. Pedimos a Dios que nos proteja de esa manera.

Fotos y video: Matías Arbotto.

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