Un año del coronavirus en la Argentina: historias y hechos que sucedieron en el país desde el primer caso confirmado

Claudio Ariel P. volvió de un viaje de trabajo por Europa el primero de marzo de 2020: dos días después era diagnosticado con COVID-19. Del primer contagio a los 2.118.676 de infectados totales pasaron 365 días y un sinfín de sucesos sociales, políticos y económicos

Compartir
Compartir articulo
Un año de coronavirus en Argentina

A las 15:43 del martes 3 de marzo de 2020, Ginés González García habló de Claudio Ariel P. sin nombrarlo. El por entonces ministro de Salud, secundado por un joven Fernán Quiros y por una mujer de rulos y gafas de nombre Carla Vizzotti, informó en conferencia de prensa: “Tenemos el primer caso de coronavirus confirmado en nuestro país”. En la sede del Ministerio de Salud nacional no había ningún barbijo, la gente podía toser sin ser estigmatizada y la distancia social eran solo dos palabras separadas, autónomas. Vivían, sin saberlo, en la vieja normalidad.

Las tapas de los diarios de aquel tercer día de marzo relataban un nuevo femicidio en Catamarca con entrega y confesión, River viajaba a Ecuador para enfrentar a Liga de Quito y Boca se preparaba para visitar al Caracas de Venezuela por la primera fecha de la Copa Libertadores, y el COVID-19 se expandía por el resto del mundo: las muertes en los Estados Unidos eran 88 y los contagios globales, 7.800 con prevalencia del 98% de los casos en China. El dólar, esa zanahoria nacional y símbolo del paso del tiempo, estaba a 78,5 pesos. Nadie sabía -los medios lo desconocían- que dos días atrás, Claudio, de 43 años, había regresado de Europa con unas líneas de fiebre y una tenue tos.

El coronavirus, ese virus fecundado en una sopa de vampiro chino, ya era un tema de alcance global cada vez más local. De Wuhan al mundo. Claudio había viajado a Milán, Italia, para participar de la temporada de la moda, cita obligada de grandes proveedores, distribuidores y fabricantes los últimos diez días de febrero. En calidad de empresario de la marroquinería, había asistido a las exposiciones y ferias internacionales de cueros sintéticos donde se distinguen las nuevas tendencias del sector. Encontró incertidumbre, no protocolos, barbijos, distanciamiento, alcoholes en gel. Cuando se subió al avión de vuelta, ya les tomaban la temperatura a los pasajeros. Su ligera febrícula se procesó durante el desplazamiento transatlántico.

Ginés González García, Fernán Quiros y Carla Vizzotti informaron, en tiempos sin barbijos ni distanciamiento, que el coronavirus había llegado al país (NA)
Ginés González García, Fernán Quiros y Carla Vizzotti informaron, en tiempos sin barbijos ni distanciamiento, que el coronavirus había llegado al país (NA)

La sintomatología le despertó un signo de alerta. El domingo 1 de marzo aterrizó a las 8:15 en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Durmió doce de las catorce horas del vuelo. Cuando bajó, notó que su remera estaba toda transpirada. En la semana siguiente debía emprender vuelo comercial a Brasil. Creyó preferible que la agenda laboral y la salud personal estuvieran alineadas. Una complicación respiratoria de graduación leve reforzó la angustia. El viaje reciente, el virus en franca conquista occidental, la fiebre y la tos, aunque en estándares bajos, eran demasiadas coincidencias para ignorar. El domingo a la noche asistió a una clínica en Barrio Norte de su cobertura médica. Pensó que los síntomas podían curarse con una siesta reparadora. Los médicos pensaron que mejor sería respetar el procedimiento: hacer un test PCR y derivarlo al Sanatorio Agote del barrio de Palermo.

El informe estuvo dos días después. “Llegó el resultado del test, vinieron los médicos y me sentaron para explicarme que yo era la primer persona de Argentina diagnosticada con COVID-19; yo no entendía nada porque me sentía bárbaro y ya pensaba en volverme a mi casa, así que me explicaron que tenía que quedarme catorce días internado”, relató en diálogo con Télam. Pidió que le llevaran sus mancuernas y su banda elástica, y su notebook para trabajar. La hendija del presagio: Claudio se entregó al entrenamiento doméstico y al home office antes de que ambas prácticas se establecieran como método, como elementos inherentes a la pandemia.

Ginés habló sin nombrarlo la tarde de ese 3 de marzo en una rueda de prensa improvisada: “Es un caso importado y el señor ha colaborado intensamente con todas las autoridades. Está internado, felizmente su diagnóstico es de una complejidad leve, estuvo en varios lugares de Europa, pero principalmente en el norte de Italia. Es un señor que viajó en primera clase, lo que limita los contagios cercanos”.

El empresario de 44 años Claudio Ariel Pazzi fue el primer paciente diagnosticado con coronavirus en la Argentina: aún conserva anticuerpos (Thomas Khazki)
El empresario de 44 años Claudio Ariel Pazzi fue el primer paciente diagnosticado con coronavirus en la Argentina: aún conserva anticuerpos (Thomas Khazki)

Un video viral lo mostró lúcido, divertido, inquieto e irónico: le preguntaba a una enfermera cubierta de material sanitario si había sushi para cenar. Estuvo, finalmente, once días internado en la clínica. Dijo, aquel 12 de marzo, que su estado de salud era perfecto y que la había pasado bien. Un primer día de internación con 39 grados de temperatura y unos primeros días de convencer y enseñarles a sus familiares y amigos por videollamada que no se iba a morir fueron sus principales complicaciones. Tras su alta clínica, le pidieron que extendiera el confinamiento en su departamento de Puerto Madero, donde vive solo.

Entre el día que Claudio ingresó y el día que egresó del sanatorio, el coronavirus se asentó. Se sucedieron el segundo, el tercero, el sexto, el vigésimo infectado; el primer menor contagiado; la primera víctima fatal; las licencias a trabajadores y alumnos que estuvieron en países con circulación comunitaria; la cuarentena total adoptada en Italia; la caída de las bolsas europeas y estadounidenses; el aislamiento obligatorio para viajeros; la emergencia pública en materia sanitaria; la suspensión de vuelos internacionales; la cancelación del Lollapalooza y de los recitales; el cierre del Colón, los teatros y los museos; los partidos de fútbol a puertas cerradas.

Claudio mantuvo el confinamiento domiciliario por indicación médica. Repitió el encierro otras dos semanas. Cuando se venció su plazo de restricción, el decreto de necesidad y urgencia número 297/2020 que establecía que los ciudadanos “deberán abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo y no podrán desplazarse por rutas, vías y espacios públicos” ya se había sancionado. Lo había dictado el presidente Alberto Fernández la noche del jueves 19 de marzo. Con tono adusto, proclamó: “A partir de las cero horas de mañana deberán someterse al aislamiento social, preventivo y obligatorio”. Claudio era el único que ya lo estaba cumpliendo.

Se sucedieron escalonadamente los vuelos de repatriación; los primeros contagios en Uruguay; los aplausos a los médicos desde los balcones; el segundo fallecimiento por COVID-19; la suspensión de clases de nivel inicial, primario, secundario y terciario en todo el país; el cierre temporario de fronteras; la lista de trabajadores esenciales; las detenciones por incumplimiento de la cuarentena; las calles urbanas desiertas; la suspensión total del fútbol; las licencias a los trabajadores mayores de sesenta; la anulación de los vuelos de cabotaje y el transporte de larga distancia.

La escena había cambiado. Argentina estaba en pandemia. En abril, los infectados apenas superaban los mil casos y las previsiones oficiales advertían que la situación epidemiológica estaba por debajo de la simulación más optimista; el éxito de una vacuna contra el coronavirus en ratones; los indicadores y las imágenes más crudas provenían de Europa y Estados Unidos; el presidente extendió por primera vez y por otros quince días el período de aislamiento social, preventivo y obligatorio; los presos de la cárcel de Devoto montaron un motín para pedir la liberación masiva de reclusos; los cacerolazos opositores desde los balcones.

En tiempos de confinamiento, hubo reconquista de los balcones, desde donde sonaron aplausos y cacerolas
En tiempos de confinamiento, hubo reconquista de los balcones, desde donde sonaron aplausos y cacerolas

El 9 de abril de 2020, mientras el mundo trabajaba por zoom, Claudio donó por primera vez una muestra de sangre al BioBanco de Enfermedades Infecciosas (BBEI), una unidad funcional del INBIRS dentro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires donde investigadoras del CONICET procesan los productos derivados de esa sangre, como suero y células. Los análisis se almacenan y quedan a disposición de cualquier investigador científico.

Una vez por mes, Claudio era convocado por responsables del CONICET para extraerle cuatro tubos de sangre. Él lo hacía encantado. Lo llamaron en mayo cuando científicos argentinos crearon un test rápido para dictaminar los contagios en tiempos en los que la ANMAT concentraba las facultades de diagnóstico. Lo llamaron en junio cuando el país contó sus primeros mil fallecimientos por coronavirus. En agosto, cuando las cifras nacionales superaron los cuatro mil muertes y los diez mil infectados diarios. En octubre, cuando la salud compartió cartel con la economía por la crisis desatada por las propias condiciones de la pandemia y por los aplazos sistemáticos de la cuarentena.

El doctor Emilio Macia, de 52 años, fue el primero en recibir la vacuna rusa en el hospital Dr. Pedro Fiorito de Avellaneda el 29 de diciembre de 2020 (Reuters)
El doctor Emilio Macia, de 52 años, fue el primero en recibir la vacuna rusa en el hospital Dr. Pedro Fiorito de Avellaneda el 29 de diciembre de 2020 (Reuters)

A Claudio le siguieron sacando suero y plasma mientras Europa volvía a la nueva normalidad, mientras la región latinoamericana concentraba el polo del contagio global, mientras la paciente oncológica de doce años Abigail Jiménez viajaba cinco kilómetros en los brazos de su padre Pablo para ingresar a Santiago del Estero porque le habían negado el acceso vehicular; mientras moría a sus 60 años Diego Armando Maradona, mientras una multitud lo lloraba en un velorio sin protocolos en la Casa Rosada.

Reconoció que todavía le siguen extrayendo sangre y que aún mantiene cantidades detectables de anticuerpos. Pasó un año desde la confirmación del diagnóstico que modificó la vida de todos los argentinos. Pasaron, también, las fiestas clandestinas; la aplicación Cuidar; la reapertura de los bares; la meseta con tendencia a la baja de los contagios en verano; la polémica estrategia de Formosa para contener las estadísticas; la vacuna Sputnik V, los estigmas, las críticas, la aprobación de la ANMAT, la divulgación de The Lancet, la campaña de vacunación más grande de la historia argentina; el regreso a clases presenciales; los 2.118.676 de hisopados positivos y las 52.192 víctimas fatales; el Vacunatorio VIP y la salida de Ginés González García, aquel mismo hombre que a las 15:43 del martes 3 de marzo de 2020 hablaba de Claudio Ariel P. sin nombrarlo.

SEGUIR LEYENDO: