Pasión por la Argentina: es alemana, canta y baila folclore en Suiza y vino a grabar un disco a Buenos Aires

Leticia Martignon tiene 40 años, tres hijos y es líder en consultoría en Ginebra. En su tiempos libres descubrió el tango, algo que la ayudó a superar su divorcio. Deslumbrada con los sonidos locales viajó al país para registrar su primer CD, que incluye zambas y chamamé

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Entrevista a Leticia Martignon - #Entrevista

Qué lindo es cantar

cuando el corazón lo manda,

el sentimiento

no es ave que anida en la garganta,

Leticia Martignon canta desde el alma la zamba “Como Flor de Campo”, escrita por el maestro Raúl Carnota y tantas veces interpretada por la inconfundible voz de Mercedes Sosa.

“Son mis dos ídolos, referentes absolutos. Con La Negra tenemos un tonalidad muy similar”, dice en un castellano casi perfecto, que deja una ventana apenas abierta a su acento extranjero, mientras espera para entrar a la sala de grabación de un casa chorizo en el barrio de Colegiales. Parece magia: cuando canta se borra cualquier acento foráneo.

Hace ya un tiempo que Martignon se enamoró e hizo del folclore nacional algo propio, acortando la distancia entre Suiza, donde vive, y la Argentina. Nacida en Tübingen, Alemania, su padre es un músico colombiano y su madre oriunda de su país natal. Ella es madre de tres hijos, vive en Ginebra y lleva adelante dos vidas. Una, como consultora de comuniación, y otra como cantante de géneros musicales argentinos.

Además de pasear por la ciudad de Buenos Aires, Leticia planea recorrer algunas provincias.
Además de pasear por la ciudad de Buenos Aires, Leticia planea recorrer algunas provincias.

Esta es la primera vez que visita Buenos Aires, a pesar de pisar las milongas y peñas que se celebran allá en Suiza. Suele decirse que el tango es uno de los embajadores porteños en el mundo ,y Leticia lo confirma. “Ginebra es una pequeña ciudad que adoptó la cultura de la música porteña, y también el folclore. La gente asiste con gran intensidad, hay una comunidad aficionada”, revela lo insospechado.

Lo deseó, lo planificó, y hace una semana que está en la ciudad. Repartió su tiempo para conocer alguno barrios, y no sólo turísticos, tomar helado de dulce de leche y probar la pizza porteña. “Buenos Aires me sorprendió mucho. La ciudad, como el país, está pasando por un momento difícil pero se la siente llena de vida, la energía y la creatividad. Sabía que me iba a gustar, pero no imaginaba que tanto. Es una mezcla entre Nueva York y Barcelona”.

Leticia vino a Buenos Aires para grabar un disco.
Leticia vino a Buenos Aires para grabar un disco.

-¿Por qué pensás que el tango cautiva a los europeos?

-Tengo una teoría sobre esto. El contacto físico y la conexión con nuestras emociones está mucho más presente en Latinoamérica. El europeo desarrolla mucho su cabeza. Esa desconexión hace que haya una necesidad de las emociones y cuando por algún motivo empieza a tomar clases de tango, hay como una especie de explosión sensorial, porque el cuerpo, y quizás el alma, dice ‘quiero esto, necesito eso y quiero más’. Cierta gente se vuelve muy adicta.

Inquieta, curiosa y sensible, Leticia se acercó a la danza porteña en busca de sanar heridas. “Fue la expresión artística perfecta para vivir ese momento difícil, me estaba separando de mi pareja. Me lo tomé muy en serio, llegué a ir cuatro veces por semana... y de manera natural empecé a conectarme con los ritmos argentinos. Fue para mí un descubrimiento fuerte y emocional”. Lo que no imaginaba era que ese hobby la llevaría a sumergirse en los distintos géneros locales.

A su crianza cosmopolita se sumó el legado de su padre, músico de jazz. “A los 16 años me mudé con él a Nueva York. Acompañaba mucho su carrera, iba a sus recitales, escuchaba sus ensayos en casa, de hecho aprendí a bailar salsa viendo a sus amigos. También toqué el piano y el saxofón. Sé leer una partitura pero no tengo la sofisticación de un músico, lo mío es intuitivo”.

Su sensibilidad la llevó a estudiar Bellas Artes en Manhattan, y completó su carrera haciendo un máster de periodismo en Barcelona. “Quería sumergirme en el mundo de la comunicación y entonces me sugirieron estudiar periodismo para poder escribir bien, y me encantó. A partir de ahí, desarrollé mi carrera corporativa en ese área”.

En su otra vida disfruta un pedacito de la Argentina. “Disfruto la vibración del bombo, las voces, las letras. Los ritmos tienen cierta complejidad, eso los hace muy atractivos. Cuando canto o cuando bailo es como si la música entrara en mi cuerpo; me transmite algo físico pero también emocional, no son sólo las palabras. Es un estado... no sé si de trance, pero sí de algo muy fuerte".

Quiso ir por más y materializar su pasión. “El año pasado tomé la decisión de grabar un disco. Lo quería hacer en la Argentina, primero porque muchos de los músicos que conocía son de acá, pero también para descubrir este país”.

Los favoritos de Leticia: Mercedes Sosa, Raúl Carnota y Rubén Juárez.
Los favoritos de Leticia: Mercedes Sosa, Raúl Carnota y Rubén Juárez.

Sin privarse de nada, su grabación incluye distintos estilos musicales autóctonos: tango, vidala, chamamé y algunas zambas. Entre sus referentes, además de Mercedes Sosa y Raúl Carnota, ahora está también Rubén Juárez, a quién descubrió hace apenas algunos meses. Y lo define sin vueltas: “Era una una bestia. Fraseaba como un dios y lograba acompañarse en bandoneón de manera completamente independiente. Un talento extraordinario”.

No busca conseguir trabajo, ni mucho menos volverse una reconocida artista. Es amor puro: “No pretendo vender, ni tampoco que me llamen para participar de conciertos. Lo hago por el placer de hacerlo”.

Leticia junto a sus hijos, en  su casa de Ginebra.
Leticia junto a sus hijos, en su casa de Ginebra.

Sin embargo, con su música tuvo la oportunidad de presentarse en el Luzuriaga Club Social, en Parque Patricios, con un repertorio similar al que hace cada tanto en Ginebra frente a cuarenta personas. “Cuando terminé el show se me acercó gente del público, y todos estaban muy sorprendidos al descubrir que no era argentina. Inclusive, a veces a mi papá le llama la atención que me haya conectado con estos géneros”.

Está a punto de entrar a la sala a ponerle voz a “Como Flor de Campo”. En el atril tiene un lápiz y una jirafa: “Me los traje como amuleto, son de mis hijos. Esto de la música es lo que equilibra mi intensa vida laboral, combinada con la crianza de los niños. Aquí puedo ser libre. He tenido que esperar 38 años para descubrir la mejor manera de vivir la espiritualidad”.

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