"Me decían tortillera y macho viejo": condenaron a un joven trans por dispararle a un hombre

Joe Lemonge, de 25 años, fue condenado a cinco años y seis meses de prisión tras haberle disparado a un hombre. Para él es una legítima defensa por un episodio de transfobia, pero para la Justicia es "tentativa de homicidio"

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Joe Lemonge tiene 25 años y es oriundo de Entre Ríos. Vivió toda su vida en el barrio Hipólito Yrigoyen de Santa Elena, un pueblo ubicado a 150 kilómetros al norte de Paraná, donde trabajaba dando clases de inglés y donde siempre se sintió hostigado por su identidad de género autopercibida y su sexualidad: Joe es un varón trans. Aunque nació mujer, vive, se siente y se autopercibe como un varón.

Hoy es, además, el protagonista de un caso que todavía está en disputa en la Justicia. El 4 de mayo último, Joe fue condenado a cinco años y seis meses de prisión por "tentativa de homicidio" después de que el 13 de octubre de 2016 le disparara a un hombre que, según cuenta, se metió en su casa para agredirlo.

"Ese día, aproximadamente a las 6 de la mañana, siento insultos, golpes y gritos en la puerta y me di cuenta de que eran sus voces, los conocía demasiado. Siempre eran los mismos tres", explica a Infobae. "Asomé la cabeza y vi a uno, Juan Giménez, que estaba pateando la puerta para entrar. Ahí salgo y lo confronto porque ya con esa era la cuarta vez que me venían a provocar. Discutimos, nos insultamos y antes de que le pudiera dar un golpe o algo me corta la mano con un elemento cortopunzante que tenía bajo el buzo, que yo no alcancé a ver".

Joe vivía en ese momento en una finca donde también vivían, en otra edificación, sus padres. Según su relato, en ese forcejeo que duró segundos decidió meterse en una cocina en desuso que servía de depósito buscando un elemento para defenderse. "Metí la mano en un tacho donde sabía que había hierros, partes de cañas de pescar, palos de hachas y herramientas. En ese momento tomé una varilla larga, como un tubo creía que era yo, para pegarle", dice. Sin embargo, se trataba del caño de un arma larga de aire comprimido, un arma "hechiza", que su padre había transformado en calibre 22.

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"En el momento que lo levanto, siempre blandiéndolo con una sola mano, le digo 'tomátela, andate, hijo de puta'", cuenta. "Ahí él empieza a retroceder hasta que nos acercamos a la puerta (su amigo, que hacía de campana, ya se había ido), le quise dar un golpe, y cuando lo agarro del otro lado, con los nervios que yo tenía y lo que me temblaban las manos, se me dispara".

Todavía con la poca claridad de la mañana y en silencio, Joe dice que arrojó el arma al piso y se quedó en shock. "Me quedé paralizado diciendo 'qué hice, qué hice' y él todo ese tiempo se quedó parado enfrente mío mirándome. En ningún momento se desmoronó. Yo no veía nada, no enfoqué, claramente ni siquiera apunté en ningún momento. Pasó todo muy rápido", sigue. "Ahí él se toca el cuello y sale gritando. Como adelante mío no sangró, pensé 'lo asusté, nomás'. Pero cuando me doy vuelta apareció mi mamá que había alcanzado a ver lo último y me decía 'le pegaste un tiro en el cuello, le disparaste'. Después salió mi papá corriendo a buscarlo y ya no estaba".

Sin saber si lo había herido de gravedad, fue a entregarse. "Quería hacer la denuncia y entregarme. Fui a decir que había disparado pero la policía me dejó ahí sentado y no me atendieron hasta que llegó la esposa con la suegra de él a denunciarme", cuenta. Sin embargo, dice, a él nunca le tomaron la denuncia pero sí a los familiares de Giménez.

También lo acusaban de vender droga, pero en el allanamiento a su casa no encontraron ningún indicio, y aunque luego quedó desestimado en la causa fue la historia que circuló por la ciudad. "Fue triste porque en ese momento nadie salió a aclararlo y las noticias decían 'una docente que vendía drogas le disparó a un cliente porque no le quería vender' y eso fue lo que valió por dos años. Suficiente como para arruinar mi prestigio y dejarme sin trabajo".

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Después de haber estado seis días detenido en la jefatura del municipio de La Paz debió cumplir 30 días prisión domiciliaria en un departamento en la ciudad de Paraná. Mientras estuvo detenido su papá falleció y debió asistir al velorio con custodia y esposado. Joe dice que eso pasó porque la Justicia es "transfóbica" y no lo cuidaron porque no contemplaron su versión.

Después de quedar libre volvió a Santa Elena porque su mamá estaba sola. En la madrugada del 3 de diciembre se despertó con el ruido de una explosión y advirtió que la construcción que antes era su casa se prendía fuego. En ese incendio, que para él fue intencional, perdió todas sus pertenencias. "Fue Juan en persona", asegura, y esa es otra causa judicial que tiene en contra de quien recibió el disparo en el primer episodio.

Joe cuenta que de ahí en más, los amenazaron de muerte a él y a su mamá en reiteradas ocasiones y que los problemas económicos eran cada vez peores. "A mi mamá le embargaron el sueldo y el auto y entre noviembre de 2017 y marzo de este año literalmente tuve que andar pidiendo o buscando en la basura", dice. Al no poder pagarle a su abogado tuvo que pedir un defensor público y lo conoció recién veinte días antes del juicio, que empezó en abril de este año y constó de tres jornadas.

(Agencia Presentes)
(Agencia Presentes)

El Tribunal de Juicio y Apelaciones de la Ciudad de Paraná, con asiento en La Paz, integrado únicamente por la jueza Cristina van Dembroucke, resolvió entonces condenarlo a una pena de cinco años y medio de prisión por considerarlo "autor material de homicidio en grado tentativa".

El fiscal Santiago Alfieri, que había pedido 8 años de prisión, no le cree. "Nosotros desde la fiscalía no desconocemos la discriminación que Joe sufrió durante su vida, de hecho lo tuvimos en cuenta como un atenuante a la hora de considerar la pena. Pero en ningún momento se comprobó que el disparo de Joe se viera justificado por una discriminación de este tipo. No hubo una acción previa, inminente y anterior", dijo en diálogo con el portal Análisis Digital. El fiscal, además, manifestó sus dudas sobre que Joe haya confundido el arma con un caño.

"El informe médico dice que la vida de él nunca estuvo en riesgo", dice Joe sobre la bala que él disparó, le atravesó el cuello a Giménez y quedó en la escápula. Sin embargo, en la causa no constan las lesiones que Joe dijo que sufrió en su mano ni tampoco el incendio posterior porque su abogado anterior -que quería caratular el caso como un episodio de violencia de género a pesar de que Joe se autopercibia como un varón- no los presentó. "Es un desastre. Ni siquiera es un homicidio esto. No digo que sea leve pero al tipo no le pasó nada", se defiende Joe. "No perdió nada como perdí yo".

"Esto es una tentativa de homicidio básicamente porque no hay ningún tipo de agresión ilegítima suficiente y previa para explicar la conducta de Joe", dijo el fiscal al Diario Uno, y mantuvo esa postura hasta el juicio. "Ellos tres fueron siempre mis verdugos, vinieron a lastimarme. Los demás del pueblo siempre se burlaron, pero los que lo manifestaron explícitamente al punto de querer pegarme o meterse en mi casa fueron ellos", dice en cambio Joe en la entrevista con Infobae. "'Tortillera, macho viejo, te creés que te la aguantás', me decían. Fue increíble con qué odio armaron todo", agrega.

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La jueza estuvo de acuerdo con el fiscal durante el juicio oral y decidió además tratarlo en femenino durante todo el proceso porque Joe no tiene hecho todavía el trámite de cambio de identidad de género y ante la ley es una mujer.

"Más allá de la identificación que claramente Usted ha manifestado ante este Tribunal a lo largo de las audiencias, legalmente no tiene hecho el cambio de género y por ende en la sentencia voy a tratarla con el género femenino, sin que ello signifique desconocer y de ninguna manera no respetar la calidad de transgénero que ha invocado. Pero por cuestiones legales debo tratarlo por el género que ostenta legalmente", se justificó Van Dembroucke en el juicio, y fue duramente criticada por las agrupaciones que militan la absolución de Joe.

Después de la condena, en tanto, Joe cambió su defensa y ahora es representado por una abogada esponsorizada por Abogados por los Derechos Sexuales (Abosex), que esta semana presentará una apelación a la Cámara. Mientras tanto (y hasta que el nuevo tribunal no confirme el fallo) quedará en libertad.

Sin embargo, dejó su provincia. La Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) gestionó su traslado a Buenos Aires para que esté lejos de sus presuntos agresores y para que pueda volver a trabajar. "Estoy acá porque la Justicia te devuelve al mismo lugar. Esta gente vivía a una cuadra de mí. El sábado pasado los vi, es un peligro", dice. "El 4 de mayo festejaban que yo estuviera condenado".

El caso es comparado por muchas agrupaciones con el de Eva Analía de Jesús, conocida como Higui, que estuvo presa siete meses por matar a uno de los diez integrantes de una patota que quiso violarla y agredirla por ser lesbiana y que gracias a diferentes organizaciones de derechos humanos logró esperar el juicio en libertad.

"Mi voluntad es poder ser una inspiración para todos los compañeres", cierra Joe, en lenguaje inclusivo, que agradece el apoyo de las agrupaciones y espera que el nuevo tribunal -esta vez de tres integrantes- lo absuelva y considere lo ocurrido como "un episodio de transfobia" que quede amparado dentro de una legítima defensa. "Defenderse no es delito", mientras tanto, es la consigna que llevan los carteles y que circula como hashtag en redes.

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